mundial de fútbol 2014
Fútbol vertebral
Carlos D. Mesa, expresidente de Bolivia
Miércoles, 09 de julio de 2014
Le decían "la alegría del pueblo”, corría por la línea de cal con las piernas chuecas, pasaba a los defensores anonadados y proyectaba unos centros imposibles. Fue campeón del mundo con un fútbol exquisito. Se llamaba Garrincha.
Tenía 17 años. Recibió la pelota en el área grande, la paró con el pecho, la bajó y con clase infinita hizo un sombrero, superó al defensor, la recibió de primera y remató; un golazo, el golazo de su vida para mi gusto, el del primer Mundial de su selección. Se llama Pelé. Años después capitaneó a un equipo de ensueño con Gerson, Rivelinho y Jairzinho; podía citar al once completo que hizo posible la Copa de 1970 y uno de los espectáculos futbolísticos más maravillosos de la historia del fútbol...
¿Quedó alguna sombra de ese jogo bonito que convirtió al fútbol brasileño en el símbolo de la belleza del deporte de los deportes? El 7 a 1 de Belo Horizonte es tan demoledor, tan impresionante, que la respuesta se hace obvia. Brasil fue un espectro, un fantasma deshilachado frente a un equipo impecable.
Podríamos decir y no está demás hacerlo, que el partido fue atípico, que si ambas selecciones se volvieran a enfrentar 100 veces más, ese resultado no se repetiría nunca. En seis minutos Alemania destruyó hasta el último de los cimientos futbolísticos y anímicos de Brasil, pero el riesgo de esta lectura es el de la coartada, el de la excusa.
Brasil perdió y era absolutamente imposible que con su planteamiento futbolístico pudiese ganar este partido. No estaba Neymar, no estaba Thiago… sí, no estaban, pero esa presencia no hubiese recompuesto un engranaje mal aceitado. Felipao decidió negar la historia y pretendió que Brasil podría estructurar su fortaleza desde atrás, con un gran arquero y una defensa poderosa. Desde esa base nacería el fútbol hacia delante, se podría trasladar la bola, sea al ras, sea a través de pases en profundidad, apostando a un talento individual, Neymar, y a un ataque basado en la fortaleza física y la potencia de delanteros como Hulk y Fred. El gran vacío era el talento del conjunto. Me comentaba Negro Valdivia que si niegas tu estilo y si te olvidas de grandes jugadores que fueron rechazados a la hora de escoger a los 23, acabas pagando la factura. Tiene razón.
La gran ironía de esa propuesta se vio ante ese equipo limpio, rápido, lúcido, práctico, perfecto, que dejó al rey totalmente desnudo. ¿Quién marcaba? ¿Quién contenía? ¿Quién era capaz de responder al desafío de las triangulaciones, de los pases en el centro del campo? ¿Quién ordenaba? Nadie.
El drama comenzó a los 10 minutos, Alemania anunció su receta. Muller anotó el primero de una serie de pesadilla basada en una mecánica perfecta de Kroos, Khedira y Schwensteiger que se pasearon controlando el medio campo. Igual que Muller estuvo absolutamente solo, sin marca, para anotar, veríamos desfondarse al Brasil ante ¡el jogo bonito de Alemania! Los papeles habían cambiado, la sutileza, la finura estaba en los pies de Alemania. Después de un conjunto de pases de baile dejando clavado -el último de ellos- a David Luiz, vino el segundo de Klose que se coronó goleador histórico del Mundial, robándole hasta eso a los brasileños, el récord que había estado en manos de Ronaldo.
Lo inusual, lo increíble llegó después. El momento supremo de Alemania se dio entre el minuto 24 y el 29 del primer tiempo. Allí el banquete estaba servido. Anotó Kroos dos veces y Khedira jugando literalmente como les dio la gana. Era 5 a 0 y no se había llegado al minuto 30. Lo poquísimo que le restaba al scratch se hizo añicos, se convirtió en polvo. Si creímos que el 5 a 1 de Holanda a España era un retrato de la destrucción psíquica de un equipo, no sabíamos nada. El martillazo, los siete martillazos, nos hicieron ver a una selección abrumadoramente superior que parecía estar jugando en un entrenamiento con un equipo sparring de inexpertos juveniles.
Por si fuera poco, Neuer, ese extraordinario arquero-líbero que tiene Alemania, hizo tres paradas antológicas al comenzar el segundo tiempo, cuando Brasil trató de evitar que el resultado fuera el baldón histórico que terminó siendo.
A Alemania, que jugó espléndidamente además, como ocurre en estos instantes de fábula, le salió todo, baste recordar ese golazo de Schurrle que se puede hacer una vez de cada diez que se intenta.
Dicho todo esto, caben pocas dudas de que en cuestión de méritos futbolísticos los germanos son la mejor selección de este Mundial y que Argentina u Holanda tendrán al Everest por delante si llegan a la final.
Brasil quería sacarse en este Mundial el estigma del Maracanazo de 1950, se lo sacó, ese hecho que parecía inamovible entre los de mayor tristeza del fútbol brasileño es una recuerdo brum oso. Este 1-7 en Belo Horizonte se ha transformado en la peor pesadilla de la historia del fútbol del pentacampeón mundial y, por supuesto, uno de los partidos más importantes de todo el fútbol mundial desde que nació como deporte.
Alemania cosecha lo que sembró, el fútbol extraordinario de su liga, la administración sensata de las cifras de ese torneo, los equipos de club excepcionales de la última década, el estilo extraordinario del Bayern o del Borussia, el respaldo permanente de su público siempre, la seriedad y conciencia en la selección de los jugadores que integran este equipo notable.
¿La diferencia entre ambos es de seis goles? No lo es, pero por supuesto que el fútbol alemán está largamente por encima del fútbol brasileño. Este desastre obliga a hacer a los excampeones varias preguntas. Será difícil responderlas. La noche se ha cernido sobre todo un país que entró al torneo en medio de protestas sociales y que se va tras una catástrofe, cuyas consecuencias políticas y sociales están en veremos.
Todo honor para Alemania, es casi imposible retratar el partidazo que hizo, simplemente aceptar que llega donde tenía que llegar y si gana el torneo, nada habrá que decir sino rendirle un homenaje interminable.