Max Murillo Mendoza
Con el acostumbrado cinismo y brutalidad diplomática de los funcionarios yanquis, el señor Patikc Ventrell, portavoz del Departamento de Estado norteamericano, amenazó a Bolivia con posibles represalias que el señor Obama tiene en derecho. Todo esto a propósito de la expulsión de USAID de Bolivia. Ciertamente es una actitud extrema la expulsión de cualquier institución en cualquier país del mundo. En este caso la expulsión de USAID obedece a una larga tradición de espionaje, intromisión interna en asuntos bolivianos, falta de respeto a las leyes y costumbres bolivianas, soberbia económica y manipulación política con dirigentes de base y también políticos. Y no sólo en Bolivia sino en varios lugares del mundo. Hace unas semanas USAID fue llamada en Rusia a aclarar sus acciones e “inversiones” que realiza supuestamente, en ese territorio, etc. Además el chantaje clásico es la utilización de sus “inversiones”, que supuestamente favorece a los sectores más pobres y deprimidos. Pues el paquete de comportamientos realmente coloniales es completo. La lógica del chantaje con la manipulación de los más pobres, es un cuento muy conocido.
La costumbre mental, tradicional e ideológica de muchos sectores de la cooperación internacional es que nos “hacen un favor”, un enorme favor al traer inversiones para ayudarnos a resolver nuestros problemas estructurales. Actitud positiva en sí misma que es distorsionada por el comportamiento y manejo económico posterior de las mismas. La falta de respeto y las intromisiones cotidianas a las normas y reglas sociales nuestras, sin mencionar los asuntos legales, pues hacen que muchos sectores de la cooperación lleguen a Bolivia más bien para favorecer a sus propios ciudadanos, no a los nuestros. Muchas de las veces Bolivia sirve simplemente como un lugar de experimentos y del vivir bien para estos sectores de la cooperación. Muy lejos de sus presupuestos humanitarios. Y en varios aspectos, la falta de respeto al personal boliviano raya nomás en comportamientos coloniales modernos, de la cooperación internacional. No es una generalidad; pero es una conjetura que sucede cotidianamente, clandestinamente y no está investigado en profundidad.
El diálogo, la reciprocidad cultural, la amistad de los pueblos, son muchas veces simples palabras de show diplomáticos. De farras en entrega de obras y en otras farras más. La dura realidad es que esos condimentos e insumos de buenas intenciones se esfuman, cuando sectores de la cooperación no entienden y no respetan las básicas maneras de funcionar, de las poblaciones de estas realidades. Los sectores más radicales incluso observan a Bolivia desde sus enfermedades sociales occidentales: copiar sus modelos de organización y trasplantarlos a nuestras realidades acríticamente. Aquí están los modelos “cristianos de apadrinamiento”, o modelos alternativos de los nuevos vientos ecológicos muy poco probados incluso en sus propios territorios. Pero nosotros somos territorios de experimentación. Al final las poblaciones pobres son excusas solamente, para estas experimentaciones. O simples cifras de estadísticas de informes a quiénes dan los dineros. En todos estos ritos institucionales, el diálogo y el respeto por nuestras costumbres son ausentes totales, porque el chantaje de lo económico es el fantasma cotidiano que mina toda posibilidad real de democracia institucional.
Bolivia tiene mucho que recorrer. Los municipios rurales e intermedios son la clave de los temas de desarrollo, en términos occidentales. En esos territorios el Estado tiene que hacer presencia estratégica en temas educativos, de salud y de producción. Lo que se hace hasta hoy no es suficiente, es incluso caricatura y torpe forma de imitación del desarrollismo y progreso, formas ya obsoletas y fracasadas en los mismos territorios donde fueron inventados: Europa. Ese bloqueo mental sólo será resuelto cuando el Estado de luz verde, de fortaleza a la presencia real de nuestro estado en los municipios: educación de alta calidad y productiva. Sólo de esa manera habrá más respeto hacia nuestro estado, y más identificación de los pobres y los no pobres hacia nuestro estado. Y sólo de esa manera la cooperación internacional se retirará de esos territorios. Así terminaríamos con la ocupación externa, y los demás problemas que tenemos a propósito.
Lo de USAID es un tema conocido en muchos lugares del mundo. El estado imperial norteamericano ha contaminado incluso a sus brazos humanitarios, por su enfermedad política e ideológica de dominar y controlar el mundo totalitariamente, sin respeto alguno por otras formas de pensar y desarrollar sus propios hábitat. La dignidad no debe caer en el chantaje de la pelea por los pobres.
Cochabamba, 2 de mayo de 2013.