Sin miedo, sin dolor, sin estar solo, eso es lo que manejamos en nuestro trabajo de Cuidados Paliativos, la atención a enfermos que están en la última fase de su vida.
En mi cabeza circulaban, sin querer, muchas preguntas: “He hecho suficiente? No tenía que hablar de su trabajo en Derechos Humanos? O más hablar sobre lo que siente?” Pero mi interior se ha calmado; no tengo que dudar de mi propia actitud, estaba con Fidel. Estando con Fidel cambió mi hacer en ser. Muchas palabras no eran necesarias, acciones tampoco.
En el hospital Obrero, Emergencia, ví enfermos en todos partes. Los rumores son verdades: Algunos enfermos estaban sobre un colchón en el suelo; faltan camas. ¿En qué siglo vivimos?
Al buscar la primera vez la cama de Fidel, pasé delante de una cama donde estaba un minero de Viloco, inmovilizado después de 40 años de trabajo en la mina. Ha recibido una pedrada en su espalda.
Encontré a Fidel con su computadora, hice una terapia para relajarle, lo que me hizo feliz de ser útil aportando algo a su calidad de vida en esos momentos dificiles. Fidel estaba muy sereno, los tres meses que podía acompañarlo en los hospitales de La Paz, un hombre que no habló de sus dolencias. No mostró su ansiedad, algo que todos tenemos delante de lo desconocido que es la muerte.
Salí siempre un ratito con Iris para hablar de nuestras preocupaciones en común (la red de mujeres y minería), y para estar con ella.
Después Fidel fue trasladado a otro hospital, cuartos con cuatro camas, había mucho más espacio, mucho más campo para la privacidad. Allí conocí un grupo de mujeres voluntarias que me dejaban entrar al hospital en horas que no son para el público. Con Fidel hablamos de una variedad de temas, hasta de un libro de Curación Emocional que le interesaba. El libro ya fue demasiado pesado para que lo agarre, entonces una voluntaria de nuestro grupo iba cada dos días para leerle algunas páginas, pocas veces porque sus molestias aumentaron. Mis ideas estaban mucho con Fidel e Iris; lo desconocido pesaba. “Probablemente no voy a poder salir más de este hospital…” dijo antes de su muerte.
Seguro Fidel ha tenido miedo, ha tenido dolor, se sintió en momentos solo, pero conscientemente sabía que la muerte es parte de la vida, además aumentó tres palabras en mi última visita: aún tengo fuerzas. Continuamos el camino sintiendo esta fuerza y la energía de Fidel.
Gracias por haber podido acompañar a Fidel e Iris, en esta última etapa de la vida de Fidel, un gran hombre.
Els Van Hoecke
Marzo 2013