“Ha muerto un justo”: Hasta siempre comandante

Roberto Valdiviezo Luna

Han pasado días desde que el Vicepresidente Nicolás Maduro anunciara el temido desenlace de la muerte de su presidente, el comandante Hugo Rafael Chávez Frías, infausta noticia que como un raudal huracanado dio vertiginosas vueltas al mundo e impactó a la humanidad y, con dramática turbulencia, a los pueblos que luchan por su liberación de la opresión imperialista.

En Venezuela la noticia golpeó con tal dureza desencadenando inmediatamente un mar agitado de multitudes, pasmado, casi borrascoso, de encontrados sentimientos de indescriptible dolor y desgarrado pero sincero llanto; al mismo tiempo, de  esperanza sin límites, de inquebrantable fortaleza, en una especie de ofuscación momentánea arrastrada por la fatal aceptación de la desaparición física  de su carismático e indiscutible líder. Luego, poco a poco, la oscuridad tenía que dar paso a la luz, a una claridad teñida de la más suprema de las emociones de hombres y mujeres, de todo un pueblo que gritaban su amor, su compromiso militante para garantizar la proyección y continuidad de la visión, el pensamiento y la acción bolivariana de su presidente, como mecanismo colectivo para la  ineludible e importante tarea de seguir construyendo el socialismo del Siglo XXI y la Patria Grande con la que soñara y por la que diera su vida el Libertador Simón Bolívar, una utopía que se hacía realidad sustentada en la férrea fe que siempre tuvo el Comandante en la nobleza, el compromiso consciente y la acción decidida de los trabajadores y los campesinos, en la honestidad y la capacidad de soñar de los jóvenes y el derecho a una existencia más digna de los humildes y desposeídos.

Nunca, en ninguna parte, en ningún foro, ocultó su profundo sentimiento antiimperialista y su convencimiento en la defensa tenaz de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos; consecuentemente, su rechazo y su ferviente condena al intervencionismo imperialista. Él supo leer como pocos el descontento de las mayorías marginadas y sus ansias de libertad y justicia, fue un hombre extraordinario que supo ponerse a la altura de las circunstancias, vindicando la esperanza de los pobres para construir el poder popular y asumir la vanguardia de los pueblos latinoamericanos en su resistencia creciente al capitalismo, indolente explotador del ser humano e irracional depredador de la naturaleza, a pesar de la conjura permanente de las fuerzas imperiales y la reacción oligárquica criolla que se ensañaron con crueldad, odio y furia deshumanizada contra el Comandante Presidente.

El ser de este excepcional venezolano supo conjuncionar carisma, mística, ímpetu revolucionario, capacidad reflexiva, actitud crítica, empuje, delicadeza y entrañable amor por los pobres, que acabaron configurando una personalidad franca, abierta, transparente no solo en la palabra sino en la acción, con profunda sensibilidad social a flor de piel que se traducía en tanta ternura para los niños y los ancianos, los hombres, y las mujeres, en una palabra, los humildes; pero también era capaz de mostrarse firme y hasta altivo con los poderosos, sin rencores, abierto a la reconciliación, con una voluntad encendida como una llama candente al viento en la lucha contra la injusticia, la inequidad y la conducción del proceso revolucionario, emancipador e integrador.

La dimensión de los grandes hombres no se mide solamente por su templanza o los obstáculos superados en la vida, se mide también por sus valores humanísticos, su capacidad solidaria, su sed de justicia, su lucha por el bien común, sus ansias de libertad,  su sinceridad revolucionaria y su amor entrañable por la humanidad, atributos que hicieron que el ciudadano, soldado y presidente Chávez emergiera como un titán en la prédica por la paz en el mundo, la necesidad de la fraternidad, la siembra de la esperanza, las tareas de la transformación social, la edificación de la integración latinoamericana-caribeña, la lectura y la interpretación objetiva de los acontecimientos históricos, el análisis dialéctico de la realidad y su indeclinable posición antiimperialista, que despertaron tanta simpatía en el mundo y que se expresaron en el dolor de los sectores populares, los intelectuales y con mayor fuerza en los movimientos sociales del mundo.

El Comandante se erigió como un apasionado estudioso del pensamiento de Bolívar al que escudriñó y reveló con entusiasmo la validez del mismo, la grandeza de sus valores y la justeza de la lucha patriótica y revolucionaria; fue capaz de ampliar el sentido y la significación de patria, una categoría al que, rebasando su realidad espacio-temporal e histórico-social, alimentara con nuevas connotaciones de entrega e inmenso amor a la humanidad, de soberanía plena, de coexistencia de la diversidad, de dignidad existencial. Una patria ligada a su alma y a sus más puros sentimientos a la que, con seguridad, llevó en su corazón hasta el último instante de su vida.

Sólo una personalidad de esas características pudo generar tal grado de movilizaciones  con su muerte, reivindicando a voz en cuello la identificación intensa con sus postulados, a los que esa inmensa marea roja de chavistas los asume como el legado más sublime para profundizar la revolución y garantizar la unidad. Ese torbellino de hombres y mujeres, expresión de la heterogeneidad cultural, matizado por delegaciones populares de los diferentes países hermanos que, con un infinito desborde afectivo, coreaba diferentes consignas como expresión de su lealtad, de la confraternidad continental, del sereno y sublime respeto a un líder de talla internacional que tuvo el mérito de surgir del seno mismo del pueblo, ser parte de los humildes y asumir la alta e histórica responsabilidad   de redimirlos.

Hugo Rafael Chávez es de los que se agigantan con la muerte e ingresan a la eternidad y a la gloria por las sendas de la historia que ennoblece y dignifica.

Honor y gloria al hombre…

¡Hasta la victoria siempre comandante!