La poesía era su ser

Claudio Cinti - 03/05/2013

Acabo de leer tu correo. Me pides que me anime a escribir algo sobre la obra de Jesús, y la verdad quisiera hacerlo de todo corazón, pero es que mi corazón no sirve mucho en estos momentos, y mi mente está demasiado trastornada.

He perdido a un amigo. Más que un amigo, un hermano, mi hermano mayor. En estos momentos me hace falta Jesús, no el poeta, no el escritor, aunque las cosas son en cierta medida inseparables. 

Pero el poeta y el escritor quedarán para siempre y para todos, en cambio al hombre que conocí y con quien compartí horas imborrables ya no lo volveré a ver, ya no podré escuchar su voz querida sino en mis adentros. Y esto aumenta mi dolor. 

Quisiera estar allá, y no acá. ¿Qué hago acá? Sólo recordar que hace un año Jesús estuvo un mes en mi casa, que compartimos el día a día, que tuvimos largas conversaciones, que pensamos en más libros suyos para traducir al italiano, que viajamos juntos, que presentamos sus libros, que su presencia derramaba luz y bondad y humor e inteligencia a su alrededor tocando en lo profundo a todos los que lo escuchaban hablar de la poesía o leer sus propios versos, los más bellos y originales, me atrevo a decir, de toda la poesía boliviana. 

Vi a personas con los ojos húmedos por las lágrimas en Venecia, en Roma, en Rovigo, en Bergamo, en Padua, en Vicenza. Jesús sabía comunicar su poesía como pocos, y la poesía era su ser, claro.

Muchos pueden escribir sobre su obra mejor que yo. Yo fui su traductor y, a manera de traducir mi dolor por su fallecimiento, lo único que puedo hacer es darte unos versos que me salieron horas después de recibir la noticia. Salieron en castellano, tal que, si no te parecen demasiado malos, te autorizo nomás a publicarlos. Siento no poder colaborarte de otra forma.

Claudio