Editorial de Aquí 278
En esta nota se busca analizar dos momentos de la salud pública en Bolivia, durante los 13 últimos años: El de la colaboración cubana-venezolana y el del que se denomina Servicio Único de Salud (SUS).
Los ciudadanos más o menos informados rememoramos la “c Milagro”, programa en el que se extrajeron carnosidades y cataratas de los ojos a más de 774 mil pacientes bolivianos y de otros países vecinos, y realizaron 80 operaciones por día, hasta agosto de 2018: fecha en la que, además, se marcó la consulta, de la vista, a más de 3 millones de personas. Asimismo, fueron curados u operados cientos de miles de otros bolivianos y ciudadanos de países colindantes, en los denominados “hospitales cubanos”, entre otros establecimientos de salud, a veces improvisados, ante la demanda de ese servicio.
Los médicos de esos dos programas fueron casi todos cubanos y algunos de ellos médicos recientemente formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina, de La Habana. Varios de esos nuevos galenos acabaron sus estudios y/o hicieron el internado en esos centros cubanos (o algunos bolivianos) en los que atendieron los cooperantes de la Mayor de las Antillas.
Varios de los hospitales citados fueron construidos como parte de la colaboración cubana y venezolana, allí los equipos eran nuevos y la tecnología era de punta; los remedios sobre todo cubanos y en ellos se hacían los análisis clínicos. Todo en ese servicio fue (y es) gratis para los enfermos o para los que acudieron allí como prevención o sólo como consulta.
Para cubrir los gastos en esos hospitales no hubo aporte boliviano, ni para la alimentación del personal médico y paramédico.
El trabajo de los médicos allí fue en equipo, lo que entre nosotros sólo sucede por excepción, como en las secciones de gastroenterología de los hospitales públicos, donde cuenta mucho el apoyo y la escuela médica japonesa.
En innumerables casos, los médicos iban a buscar a los enfermos, en las ciudades e incluso en las capitales de provincia y en el campo. En muchas ocasiones, por la urgencia, los médicos cubanos compraban los remedios con su dinero, gastos que no siempre fueron cubiertos por las autoridades bolivianas.
Los médicos cubanos trabajaron en el campo donde vencieron limitaciones materiales y humanas; recorrieron distancias a pie y en lugares en los que ni había ni hay caminos, así como viajaron por ríos de Beni, tras de enfermos.
Los médicos bolivianos, se sabe, en casos incontables, fueron los que fallaron: éstos, a pesar de su juventud y quizá por ello, acudían tarde a sus turnos, evitaban su labor en horas extraordinarias o no asistían
En La Tamborada (dentro de la ciudad de Cochabamba), un hospital cubano, funcionó un tiempo prolongado sin agua dentro porque, por falta de pago, fue cortado ese elemental servicio, durante el cual los vecinos llevaron agua de sus casas, ante lo que las autoridades locales nada hicieron, en meses, para que se restablezca el agua, a pesar de las gestiones de los administradores de ese nosocomio.
En momentos de emergencia los médicos cubanos atendieron a pacientes en carpas porque no había espacio en los hospitales públicos ni se les facilitaba ninguno, incluso por consideraciones políticas.
También en Cochabamba, capital, con el pretexto de que los oculistas cubanos les arrebataban pacientes, médicos bolivianos iniciaron procesos criminales por “ejercicio ilegal de la profesión” en Bolivia a médicos cubanos. Ante esos trámites, los pacientes triunfaron junto con los médicos de la Isla indomable.
El presidente Morales, en ese momento, había preguntado a la ministra de Salud: qué iba a realizar aquel Ministerio, en salud pública, cuando se vayan de Bolivia los médicos cubanos. La respuesta fue que se estudiaba lo que se haría.
De los pacientes de esos dos programas señalados no quedan o no se conocen registros, de acuerdo a la información recogida, es decir, se carece de las historias clínicas por lo que la incidencia de las enfermedades, las enfermedades crónicas, operaciones, y otros quedaron, aparentemente, en el misterio.
Ninguna organización de los beneficiarios quedó de ese tiempo y de los médicos quizá haya una lista en oficinas.
De los programas de salud que hemos resumido en esta nota resta muy poco en Bolivia.
Cuando acababa ese servicio fueron ofrecidos, en venta, los hospitales cubanos al Estado boliviano, y se conoció que no fueron comprados en esa oportunidad. En cambio, un capitalista quería comprar esos establecimientos, considerados baratos por entendidos, a “precio de naturaleza muerta”, se diría ahora, como lo hacen los colegas del programa “Confidencias”, de chiste político, en alusión a que son riquezas naturales las que se queman en la Chiquitanía y en otros lugares cruceños.
Cada vez merma la colaboración en salud de cubanos y venezolanos a Bolivia, aunque los recuerdos gratos son muchos más, de los pacientes ante todo. Se registraron, sin embargo, poquísimos hechos de negligencia, atribuidos a médicos cubanos, en el Chapare y en Caracollo, los más visibles. Dijeron que en el
Chapare le cercenaron a un enfermo un riñón sano en vez del maleado. En Caracollo habría muerto una estudiante, por mala atención médica, pero no hubo una investigación para establecer responsabilidades en este episodio.
Se sabe, asimismo, de pocas deserciones de médicos cubanos desde
Bolivia rumbo a Estados Unidos, lo que también conviene anotar.
La entonces Ministra, cuando menos consintió que se difundan avisos, por medios de difusión, que hablaban de un seguro universal de salud en marcha, el que en realidad no existía; así como de cero desnutrición entre los niños bolivianos, lo que se trató de un deseo y, también, se propagó acerca de una presunta revolución en salud, como otros elementos propagandísticos mentirosos, de los que está contaminada casi toda la propaganda política del actual régimen.
La realidad era y es opuesta a lo que difundía ese Ministerio. Médicos de distintos lugares del país, incluidos simpatizantes o amigos de los gobernantes actuales, en voz baja, admitían que en estos últimos 13 años no hubo cambios sustanciales en la salud pública de Bolivia.
Un médico paceño, amigo de los cubanos y sindicalizado, porque trabaja en la Caja Nacional de Salud, un día dijo: Acabo de salir de una asamblea de médicos y allí no he podido defender ni siquiera explicar la política de salud del gobierno y de mi exdocente en la facultad de Medicina de la UMSA. Es que aquí nada cambió, fue su respuesta a una pregunta que se le hizo.
Los gobernantes, encabezados por Morales, no tuvieron ni tienen una propuesta de reforma de la salud pública como tarea prioritaria.
Recordemos que no hace mucho Morales confesó que no fue informado de lo que ocurría en salud en Bolivia, en la que gobierna más de 13 años.
Empero, esa es una media verdad del Presidente. Y si fuera verdad lo que dijo, es imprescindible responder que la ignorancia no sirve de argumento.
Para la salud pública boliviana no se aumenta el presupuesto; éste no fue incrementado para que llegue al 10 por ciento, como pedía en el lugar que podía un cura al que lo callaron, aparentemente, con la complicidad de la jerarquía de la Iglesia Católica, en nuestro país y, quizá, con ayuda a la vez del Papa de Roma, amigo del presidente Morales.
El SUS se aplica mal —pocos no lo saben o se hacen los que no lo saben—, porque el Jefazo cree que con esa movida sumará más votos para su reelección, la que ahora insisten debe ocurrir en la primera vuelta, por lo que se advierte que temen una segunda vuelta.
El SUS, en Santa Cruz sigue su andar en base a un acuerdo firmado entre el Ministerio de Salud y la Gobernación cruceña. Voceros de este gobierno departamental esperan un mejor servicio de salud, sobre la base de lo que se avanzó antes, en la capital del oriente boliviano. Veremos.
En la mayor parte del país con el SUS está pasando lo que denuncian los médicos todos los días: Faltan camas, los hospitales no tienen más capacidad para internar más pacientes, los remedios son escasos, los médicos son insuficientes, los laboratorios están saturados y a una parte de galenos no se los quiere incorporar al ámbito de la Ley del Trabajo, como ellos reclaman.
La huelga de los médicos de estos días, que no suspende las atenciones de emergencia, de acuerdo a testimonios de pacientes, no conmueve a los gobernantes; éstos quieren que se rindan los galenos y ejecuten el SUS, como planteó un grupo de consultores.
De acuerdo a datos disponibles, en ninguna parte de Latinoamérica y el Caribe, para hablar de nuestra región, es imposible una reforma de la salud pública sin los médicos y mucho peor en contra de ellos. Esos cambios tienen que ser compartidos, por lo que es necesaria una alianza irrompible, sobre todo entre gobernantes y trabajadores en salud, y los médicos, como núcleo de ese entendimiento.
Probablemente, Morales ganaría más votos si instruyera que en salud se hagan bien las cosas.
EL SUS es una necesidad que, sin embargo, está mal planteado.
Es imprescindible un SUS, en el que todo debe ser gratis, con un plan sustentable y que no se desmorone si no cuenta con los recursos materiales y humanos suficientes.
Que se regale todo en el SUS, pero los seguros de salud deben ser igualmente gratuitos para los beneficiarios actuales y futuros.
El SUS tiene que ser costeado con el trabajo de todos los bolivianos y beneficiar a todos, para que sea verdad eso que también propagan los gobernantes: Somos iguales ante la ley, es decir, tenemos que ser iguales cuando nos beneficiemos con la salud pública sin discriminaciones aunque a éstas se les ponga el nombre de positivas.
La irresponsabilidad predomina en el comportamiento de los gobernantes respecto del SUS: Basta para comprobar esta afirmación lo que ha dicho hace días la Ministra de Salud, al parecer sin ruborizarse: Han sido atendidos entre 5 y 6 millones de bolivianos en el SUS, señaló.
Otra vez más cifras en la perorata de los gobernantes, pues, son incorregibles.
Lo que importa, no obstante, es que la gente que necesita curarse o prevenir enfermedades reclame la atención que merece.
El masismo no entiende que es necesario trabajar mucho para contar con el SUS en Bolivia.
Lo que hicieron los médicos cubanos, con los programas señalados, debió ser un inmejorable comienzo, pero no fue.
Ahora, es tarde pero debe haber tiempo, para reformular el SUS, para lo que es necesario escuchar a médicos y a todos los trabajadores del sector, también a los pacientes, como se escuchó a los enfermos con cáncer.
Una reforma en salud, camino hacia una revolución en salud, no se lo debe impulsar sólo o básicamente por necesidades electorales de un binomio oficialista que sólo ganaría las elecciones del 20 de octubre con fraude, a una escala mucho mayor, con relación al fraude que ya han hecho hasta aquí los inquilinos de la Casa Grande del Pueblo.