Editorial de Aquí 261
El presidente Morales, en una conferencia de prensa, ha dicho que no existe el Referéndum del 21 de febrero de 2016 (el 21F): consulta en la que la mayoría de los bolivianos dijo no a la repostulación suya a la Presidencia.
Esa declaración, por su forma y por su contenido, tendría que publicarse en la primera pagina de medios impresos y debería servir para abrir programas informativos de radio y de televisión.
Esa declaración de Morales —otra mentira— pone de manifiesto que el primer ciudadano de Bolivia lee la realidad según los intereses de su clase, apoyado en las pocas ideas propias que sostiene y primero que nada para repostular y ganar las elecciones de octubre próximo. Esa declaración podría considerarse una interpretación de Evo Morales, pero éste, creemos, simula también. Para él las denominadas elecciones primarias, que no fueron tales, han acabado con aquella consulta constitucional: el 21F.
El primer mandatario añadió que aquél es el 21M, es decir, 21 de febrero de la mentira. En otras notas abordaremos el supuesto o real tráfico de influencias de Gabriela Zapata y del presunto hijo que murió o no nació de aquella señora y del Presidente.
El presidente Morales, consideramos, entiende bien y muy bien que un hecho sociopolítico-electoral, como el 21F, no se deroga o abroga como si fuera una ley. Incluso la ley derogada o abrogada, aunque fuera sustituida por otra u otras normas, existió, es decir, ocupó un espacio y se mantendrá en algún código o gaceta oficial, al menos como antecedente.
Un gobernante, por corto de entendimiento que sea, comprende o tendría que comprender que la realidad no puede derogarse o abrogarse. Solo como ejercicio mental eso es posible. En el campo político de esta región, latinoamericana y caribeña, especialmente durante las dictaduras militares y fascistas, los dictadores derogaban y/o abrogaban la realidad. Sin embargo, la realidad siguió existiendo.
Juan Evo Morales Ayma difunde mentiras, como esa de que el 21F no existe, para que discutamos sobre ella, para que nos ocupemos de esas lisuras, para distraernos, para fortalecer a sus seguidores, para que éstos y otros distraídos crean que Morles es candidato, legal y legítimo, a la reelección indefinida, porque es candidato del pueblo (ya no se pertenece, dicen esos acólitos), y la gente del pueblo ha resuelto que gobierne Bolivia hasta su muerte, pregonan.
Por tanto, lo esencial de aquella mentira (el 21F no existe) tiene claras miras electorales: confirmar su repostulación a la Presidencia, aunque contradiga la Constitución Política.
Para nosotros aquella repostulación ya no es posible impedir. Si se impidiera a tiros esa repostulación, en ese caso se abandonaría la vía democrática, para llamarla así al camino que se sigue en Bolivia en este tiempo.
Sin embargo, la repostulación referida es una visible acción que causa una grieta enorme al estado de derecho, pero la mayoría de los bolivianos nos aferramos o se aferra a la salida electoral que está en marcha, la que se considera incontenible.
Ante ese quiebre del estado de derecho ni siquiera se difunde aquella parte del preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), la cual proclama que cuando desaparece el estado de derecho, en un país determinado, al pueblo le asiste el derecho a la rebelión.
En esta situación concreta, compartimos el criterio del docente universitario alemán que dice que en una guerra lo primero que muere es la verdad. Añadimos que cuando se agudiza la lucha de clases sociales, como en Bolivia, se mata a la verdad o se lo intenta
Evo Morales intenta matar a la verdad, mejor dicho, busca matar la realidad, lo que es imposible.
El 21F existe, sobre todo por sus resultados, ni otro referéndum podría acabar con aquella consulta y sus resultados, sólo se repetiría como comedia (Marx).
Lo que dicen y callan, lo que hacen y omiten, Evo Morales, Álvaro García, ministros y los otros operadores, especialmente los llunk’us y súper llunk’us no debe extraviarnos. Aquéllos dudan de que ganarán las elecciones de octubre con el 70 por ciento o más y, por tanto, impulsan ya el fraude, como único mecanismo que podría dar una victoria sucia al oficialismo, contraria al decoro, el que sí no existe en el comportamiento de los actuales gobernantes.
Morales anotó, asimismo, en la conferencia de prensa que comentamos, que respetará los resultados de las elecciones próximas. Pero tenemos suficiente desconfianza en lo que dice una persona que se contradice con sus propios actos.
Por ello, retenemos en la memoria que el presiente Morales considera que si pierde las elecciones, probablemente sin argumentos o con mentiras, se negaría a entregar el gobierno y, además, estimularía un alzamiento armado de sus llunk’us y súper llunk’us para que el Presidente gobierne hasta el último día de su vida, como sugirió aquel dirigente sindical de los trabajadores petroleros.
Los dichos y sobre todo los hechos de Morales tienen que servirnos para conocer bien y muy bien a un mentiroso compulsivo que busca reproducir su poder para lo que muestra estar dispuesto a utilizar todos los recursos a su alcance.