editorial
Ante la posible cobertura de pobladores (cocaleros incluidos) de San Rafael, cerca de Villa Tunari, Chapare, a narcotraficantes —operación en la que murió un supuesto sicario y hubo heridos y siete detenidos—, los gobernantes se han comportado al menos negligentes, al parecer para proteger a ese grupo de ciudadanos participantes en ese operativo por el que es probable que hayan sido pagados.
La investigación de esos hechos empezó con demora; el apresamiento de sospechosos también se ordenó con atraso, pese a existir imágenes de los protagonistas; las opiniones del Ministro de Gobierno fueron y son comedidas acerca de los productores de coca y de los otros colonizadores del lugar; ese funcionario asegura que en la zona cocalera del trópico cochabambino no existen bandas de criminales; que los que tendieron el cordón, acaso para proteger al avión de los narcos que allí operaba, no son sindicalizados; agregan que en San Rafael, ninguno de esos pobladores pertenece a un sindicato de productores de coca; esas autoridades se comportan discretos frente al hallazgo de cerca del 70 por ciento de las pozas de maceración de coca; el Ministro de Defensa confirmó que al Chapare no irán militares para reprimir a los narcotraficantes.
Se han registrado otras declaraciones: mientras el integrante de la Federación de Productores de Coca del Chapare (segundo después de Evo Morales en esa organización). dijo que sí hubo cocaleros en la emboscada a policías antinarcóticos; por su parte, el dirigente Loza de Chimoré, afirmó que no hubo afiliados de los sindicatos cocaleros como actores de esa emboscada: el primero de estos dirigentes señaló que alguno o algunos de los enfrentados a UMOPAR podrían haber cooperado con los traficantes de cocaína; el segundo considera, a los cocaleros, sin responsabilidad en esa emboscada pro narcotraficantes, según los indicios.
El ministro Carlos Romero, destacó y destaca que los cocaleros de La Asunta, tienen a su servicio a sicarios (que matan por plata); que los miembros de esas instancias son los autores materiales de la muerte de dos cocaleros y un oficial, policía, de las Tropas de Tarea Conjunta; que la erradicación de coca allí fue concertada; Franklin Gutiérrez, es culpado de ser el presunto autor intelectual de esas muertes; que ese líder tiene más de 40 denuncias en su contra; que el accionar de aquellos cocaleros es político; afirman que éstos colaboran con los narcotraficantes del lugar; que los cocaleros de La Asunta y otros de la región son opositores al proceso de cambios y a Evo Morales; esas autoridades del gobierno no cuentan que sus operadores políticos y sindicales han intentado, más de una vez, dividir a los cocaleros yungueños; esos funcionarios públicos tampoco propagan que la mayor parte de la coca de Yungas se destina al “acullico”.
Franklin Gutiérrez declaró que quería postular a la presidencia de Bolivia, para lo que iba a organizar un partido político y luego de esas declaraciones fue reelegido, por aclamación, como Presidente de ADEPCOCA (Asociación Departamental de Productores de Coca) de Yungas.
En nuestro país se conocen cada vez con mayor precisión las semejanzas y las diferencias entre cocaleros de Yungas, los más antiguos y tradicionales, y los del Chapare, los más nuevos en esos cultivos y en la producción de coca destinada, sobre todo, para la elaboración de cocaína.
Y los cocaleros yungueños, aunque no todos, toman distancia político-partidaria y electoral respecto del binomio Evo-Álvaro.
Los cocaleros del Chapare son la principal fuerza política y electoral de Evo Morales.
No hay que desviarse: los cocaleros del Chapare son de Evo Morales, del MAS, de los movimientos sociales sometidos al oficialismo. Cuando el presidente Morales habla del voto duro del MAS debe referirse a los cocaleros y a los otros pobladores del Chapare. Baste un ejemplo: cuando en el TIPNIS había 600 electores, mientras que sólo en el Polígono Siete (que perteneció al TIPNIS) e incorporado a la zona cocalera había 6.000 votantes, de los cuales la mayoría sufragaría por Evo-Álvaro.
Queda más claro por qué las simpatías desmedidas: filias políticas de los gobernantes hacia los cocaleros del Chapare y por qué los odios irreductibles: las fobias de aquéllos respecto de los productores de coca yungueños.