La hegemonía de gobernantes en el referéndum del 21F (IV)
“… la supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como ‘dominio’ y como ‘dirección intelectual y moral’. Un grupo social es dominante respecto de los grupos adversarios que tiende a ‘liquidar’ o a someter incluso con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines o aliados. Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernativo (ésta es una de las condiciones principales para la conquista del poder); luego, cuando ejerce el poder y aunque lo tenga firmemente en las manos, se hace dominante, pero tiene que seguir siendo también ‘dirigente’”.[1]
Ese el pensamiento de Gramsci respecto de la hegemonía —dominación y dirección a la vez— al que el actual vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, en sus discursos y en sus escritos tergiversa o al menos presenta, con frecuencia, recortado.
Este funcionario público en un artículo suyo sobre el referendo del 21F dice que la hegemonía no quiere decir continuidad de liderazgo (de Juan Evo Morales Ayma, el presidente boliviano). Es decir, aquel “académico” que cree que sólo el actual Presidente puede “protegernos”, sugiere y no lo dice expresamente, ¿que la hegemonía gramsciana la asumen o la deben asumir personas en vez de grupos o clases sociales?
Si se toma como suyo el pensamiento del teórico y político italiano, dirigente comunista a la vez, nadie tiene derecho a reducirlo, como lo hace García Linera. Éste en más de una ocasión ha dicho que la hegemonía quiere decir dirección, y no dominación al mismo tiempo; añadió que aquí en Bolivia no se entiende aquel planteamiento, hegemonía a la que Lenin denominaba “dirección” sin más palabras.
Una de esas ocasiones en la que García Linera habló de la hegemonía nos pareció que los gobernantes la aplicaban al revés debido a que policías, bajo instrucciones de los gobernantes, mataron a dos estudiantes en Caranavi (mayo de 2010) y a los pocos días un senador masista pactó con miembros de la Unión Juvenil Cruceñista, con los que “pateaban” collas, campesinos e indígenas en las calles de Santa Cruz (incluida la plaza 24 de Septiembre). Ese acuerdo fue “defendido” por el presidente Morales.
Tenemos claro que esa “metodología” de Gramsci —éste habla de “criterio metodológico” respecto de la hegemonía— una generalización teórica basada en la realidad italiana, la que en Bolivia debe aplicarse “creadoramente”, es decir, como no es un dogma, debe calzar a una realidad concreta, luego de un análisis de una situación también concreta.
Citamos a García Linera a propósito de la hegemonía en el referendo del 21F:
“Sin embargo, cuando a los entrevistados se les consulta si están de acuerdo con una nueva postulación, sólo la mitad de los que apoyan la gestión responde positivamente. El apego al proyecto de Estado, economía y sociedad no es similar al apoyo a la repostulación o, si se quiere, hegemonía no es directamente sinónimo de continuidad de liderazgo.”
El mismo Vicepresidente, en ese artículo, recuerda que alrededor del 80 por ciento de los entrevistados, días antes del 21F, aprobaba la gestión del presidente Morales y que sólo la mitad de los electores manifestó su acuerdo con la “repostulación” suya.
Escribimos sobre una situación ideal: La hegemonía, como dominación y dirección, de un grupo o una clase social, tendría que ser ejercida por personas, como un colectivo unido como el que más, y el presidente Morales, como parte de ese grupo social dominante y dirigente.
El apego al Estado llamado plurinacional, al proyecto de sociedad actual y al desempeño de la política de estos diez últimos años, de los movimientos sociales y otros sectores socio-políticos, es mayor que el apoyo a la repostulación de Morales. De ahí el Vice concluye en que “hegemonía no es directamente sinónimo de continuidad de liderazgo.”
Bien entendida la hegemonía, como dominación y dirección a la vez, incluso antes de la toma del poder si es posible, debe contar con líderes, aunque no precisamente caudillos, agregamos nosotros.
Si con vistas al 21F, algún grupo social y los gobernantes desplegaban la hegemonía, de esa acción no tendría por qué desprenderse su dirigente máximo, el presidente Morales.
García Linera, en el artículo que ahora comentamos, afirma que hegemonía no es continuidad de liderazgo. Si la hegemonía la conquista y la ejerce un grupo o clase social, sus dirigentes compartirán dominación y dirección (hegemonía), por lo que la afirmación del Vicepresidente —hegemonía no es… sinónimo de continuidad de liderazgo— no tiene en cuenta la naturaleza de las cosas.
Una mayor preocupación, sin embargo, causa la comprensión elástica o reduccionista del Vicepresidente boliviano respecto de la hegemonía propuesta por Gramsci.
Los gobernantes al parecer entienden que no cabe, por ellos, ninguna dominación respecto de los más prósperos empresarios de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), de los banqueros que todo el tiempo ganan (aunque a veces ganen menos), respecto de los que gestionan un capitalismo salvaje en las cooperativas mineras que no son tales y otros empresarios grandes, criollos y transnacionales, así como de otros medianos propietarios.
Si un grupo o una clase social, en estos últimos 10 años, ejercieran la hegemonía en Bolivia, tendrían que dominar —someter además— a esos sectores de empresarios, ahora aliados suyos. Asimismo, la hegemonía bien entendida y bien aplicada debe llevar a los gobernantes a dirigir a los grupos y clases sociales afines, como cocaleros, otros colonizadores, indígenas oficialistas, etc.
García Linera quizá busca lo imposible: ocultar la alianza de los inquilinos del Palacio Quemado con aquellos grupos de empresarios que son los que dirigen la economía, del área privada, la que está cada vez más transnacionalizada, especialmente en Santa Cruz.
Para nosotros la hegemonía, para someter a los que se oponen a las transformaciones y para dirigir a los que las apoyan, se la tiene que ejercer en una verdadera revolución, incluso antes del triunfo de aquélla.
En este medio virtual no existe en Bolivia el Estado integral de Gramsci, es decir, el Estado Plurinacional (con mayúsculas, como escriben los textos oficiales), del que también parlotea García Linera. La nueva sociedad, esto es, la nueva formación social boliviana, es un postulado. Las formas de producir, con algunos cambios positivos en la maneras de su distribución, siguen siendo capitalistas, atrasadas a la vista y dependientes, aunque poco menos que antes.
Es que el viejo Estado no fue destruido. Marta Harnecker, una de las teóricas del progresismo, cree que la destrucción de aquella “maquinaria burocrático-militar” puede ocurrir poco a poco y, en consecuencia, el nuevo poder también es posible construir en el curso de las transformaciones socio-económicas.
La explotación y la opresión de la vieja sociedad boliviana, sustancialmente, no han cambiado. Se habla de cambios en la formación social boliviana, pero aquéllos escasamente se materializan, nada más.
Por ejemplo, el socialismo comunitario es una postura de algunos de los gobernantes. Recordemos que si hubiera un programa de ese contenido para sustituir al modo de producción capitalista que sí existe y funciona, tendría algún sustento lo dicho por García Linera sobre Bolivia y los cambios profusamente predicados y muy escasamente materializados.
Sin embargo, la hegemonía —como dominación respecto de los opositores y dirección entre los amigos— no funciona en nuestro país, a pesar de la perorata cansona del vicepresidente García Linera.
[1] De: Manuel Sacristán (Selección, traducción y notas). Antonio Gramsci/Antología, siglo xxi editores, decimoprimera edición, México, 1988, p. 486.