Luis Espinal cambio la cruz por la hoz y el martillo para representar la presencia
del cristianismo en las luchas sociales por la emancipacion de los explotados
Luis Espinal, el cura mártir asesinado por narocofascistas, nos dejó un legado para la vida, sobre periodismo en especial el que, a 35 años de su muerte, lo recogemos tanto o más convencidos de su vigencia y de su certeza.
Dejó dicho, con letras de fuego, que él no creía en un periodismo independiente el que, además no existe, salvo en algunos textos anacrónicos y en discursos que pretenden conservar el viejo orden o añoran a éste sin alteraciones. El maestro Espinal desplegó un periodismo del pueblo, con el pueblo y para el pueblo, que no es independiente. Al revés, tiene que ser (y es) comprometido con la causa de los más sencillos de la tierra.
Nos dejó una lección de ética, nada individualista, una ética que sobrepone los intereses colectivos, respecto de los personales. Señaló, acertadamente, que desde el poder (político, económico, militar, etc.) se busca comprar la conciencia de los periodistas. Añadió que los periodistas venden su fuerza de trabajo y no su conciencia, y que ésta le pertenece al pueblo.
Postuló que el periódico que fundó, con religiosos/as y laicos comprometidos, sea un lugar de encuentro y colaboración entre católicos (y otros cristianos) y marxistas, sin partido y con partido. Así, en la redacción de Aquí, creemos que se materializó …en pequeña escala, es cierto— el diálogo y la colaboración entre cristianos y marxistas, una de las prédicas del Papa Bueno, Juan XXIII, la que fue refrendada por el Concilio Vaticano Segundo y en las reuniones de obispos de Medellín y Puebla.
En una nota que tituló: “Los cristianos y la revolución”, Espinal dejó lo que para nosotros es parte de su testamento. Allí leemos que de la revolución —en la verdadera, añadimos—, participarán laicos y cristianos. Más aún, esa revolución no será posible sin los cristianos, en Latinoamérica, añadió. Entonces, no se discutía que el Estado debía ser, necesariamente, laico, como ahora, dice ser.
Para Espinal, el movimiento campesino, que desalojaba de sus filas la influencia de la derecha y de los militares masacradores, era todavía un “gigante dormido”, cuyo compromiso de lucha, por la liberación, ya se asomaba prometedora. Sin embargo, esa lectura del esperado aporte campesino en las luchas sociales y políticas, no tenía la mancha de la corrupción, al estilo de lo que se sabe ocurrió con el dinero del Fondo Indígena: despilfarrado, lo que da cuenta del malgasto, nada menos que de recursos que provienen del gas natural, riqueza que se agota y no se renueva.
El periodista Espinal, en varios de sus escritos, salió en defensa de la unidad de los sindicatos y destacó el papel dirigente, entre los trabajadores, de la Central Obrera Boliviana (COB). Pero nuestro amigo y compañero escribió sobre el más importante sindicato del país que sí defendía los intereses de los trabajadores, del pueblo y del país. Específicamente, Espinal sacó pecho por una COB independiente respecto de sus explotadores y opresores, y, también, soberana frente a los gobiernos que no eran suyos. No escribió, sin duda, sobre la COB actual, que apoya a un gobierno que no es suyo, pero que sobre todo es de los medianos propietarios y de los empresarios grandes, criollos y transnacionales.
Ese cura, realmente del pueblo, no creía en los mártires individuales (o individualistas). En cambio, sí creía en que los trabajadores y el pueblo definían el camino liberador para Bolivia y que sí ellos eran los combatientes en la primera línea. Sin embargo, seguro sin buscarlo, él devino en héroe del pueblo porque defendió, la causa de éste, hasta su último aliento. No obstante, tuvo muy claro que la personalidad (o las personalidades) influyen considerablemente en toda época, y también dejó dicho, con letras imborrables, que el pueblo es el que tiene que luchar para liberarse. Es que asumía, de hecho, la consigna: “La liberación de los trabajadores será obra de ellos mismos”. Al revés de lo que sucede en el llamado proceso de cambios, en el que se pretende hacernos creer que el Jefazo es el que hace todo y cual Papa Noel regala a la gente el fruto de su trabajo. Ése es otro dato demostrativo de que aquí no hay revolución ni democrática ni cultural, y menos socialismo comunitario.
“Callar es lo mismo que mentir”, es otra de las afirmaciones que se podría incorporar a un programa de los periodistas y comunicadores bolivianos, también en homenaje del cura mártir. En tiempos electorales o no, entre nosotros, en la mayoría de los medios de difusión (incluidos los del Estado y/o del gobierno), se imponen la censura, la autocensura, las medias verdades, la manipulación, se miente. Y se admite, entre la gente del oficio periodístico que la autocensura o callar es resultado del miedo y una forma de la mentira. Específicamente, el colega Espinal, escribió en contra de la censura y de la autocensura, y nos aconsejó que luchemos, todos los días, contra esas taras del oficio.
En una coincidencia esencial con una propuesta marxista, Espinal planteó que el periodismo debe ser de clase o que el periodismo debe ser del pueblo, como que el semanario que fundó tomó partido por los desposeídos, en primer lugar. Ese planteamiento del cura de la Teología de la Liberación no da lugar a interpretaciones torcidas: el periodismo —eso ocurre en la vida— sirve a una u otra clase: a los poderosos o al pueblo, a los patrones o a los explotados y oprimidos. Nada escapa a la lucha de clases, destaca. En este tiempo, y con las luces de Espinal, no debemos extraviarnos: tenemos que defender, siempre, los verdaderos intereses regionales, populares y plurinacionales. Y nada de simulaciones ni concesiones a los que en este momento ejercen el poder político, aparentemente, en defensa de los movimientos sociales, cuando en realidad lo que hacen es defender, preferentemente, los intereses de los medianos propietarios y de los empresarios grandes, criollos y transnacionales, valga la reiteración. Es verdad que, ahora, gobernantes parlotean sobre la supuesta intermitencia de la lucha de clases en nuestro país u optan, posiblemente, por lo más simple: callan sobre esa “locomotora de la historia”.
Espinal, en el ejercicio del periodismo, nada tuvo que ver con las posiciones intermedias: por tanto, estuvo muy distante de los que no son ni chicha ni limonada.
Por eso mismo, apostó por los periodistas como vigías del pueblo. Deben ser los ojos y los oídos del pueblo, dice. Aunque no todos, es lo que tratan de hacer trabajadores de la noticia en nuestro país (en Nuestra América o Patria Grande y en el mundo) y lo consiguen en medio de una lucha difícil, con frecuencia.
El discurso de Espinal está escrito y aquí intentamos entregar un resumen para nuestros lectores. Discurso que fue validado por lo que hizo nuestro amigo y maestro.
Al revés de lo que sucede en este último tiempo en el que los gobernantes dicen una cosa y hacen, en muchos casos, exactamente lo contrario. Uno de los últimos ejemplos de incoherencia la aportó, otra vez, el Presidente: caerán varios dirigentes sindicales campesinos, como consecuencia de haber “panfleteado” el dinero del Fondo Indígena, dijo. Sin embargo, los investigados y detenidos son dos funcionarios subalternos, y uno fugó. Estos últimos son los que pagan los platos que otros han roto. Es que en estos tiempos, en los que falta decoro, sobre todo a los gobernantes, ocurre lo que decía alguien que integra el gobierno actual: los corruptos o presuntos corruptos, son como el gato, caen de pie y hacia arriba, nunca hacia abajo. Esto ocurre aquí y ahora que manda el Jefazo
La falta de ética o doble moral por supuesto que rechazaba Espinal el que, incluso, gastó su vida por los demás, porque hacía lo que decía. Y lo que decía no eran consejos de un ausente. Lo que decía era un mandato también para él, especialmente, en el ejercicio del periodismo, por el que vivió y luchó, incluso cuando enfrentó a la tortura, a la que venció.
Otro cura, muy distinto al maestro, dijo que Espinal es un ejemplo para admirar, pero no seguir. Nosotros decimos que a Espinal debemos admirar y seguir.