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“TIPNIS o muerte”

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Remberto Cárdenas Morales* - De sábado a sábado (202)
"TIPNIS o muerte". Así titula una entrevista que publicó el diario paceño La Razón con el más importante dirigente de la reserva natural y territorio indígena, Fernando Vargas Mosúa, frase que él dijo. Ese es un resumen preciso de lo que piensan y sienten los indígenas. Es que solamente los últimos días esos pueblos han ofrendado vidas, como los de la IX marcha que, en la sede de gobierno, esperan conversar con los gobernantes para conseguir una salida al conflicto que protagonizan: que el camino de la discordia, Villa Tunari-Sn Ignacio de Moxos, se construya por cualquier otro lugar distinto al corazón del TIPNIS. Cabe recordar que una de las causas que determinó la primera marcha indígena por "El territorio y la dignidad", en 1990, fue la decisión de los yuracarés de evitar hijos porque no querían tenerlos en un momento en el que sentían que perdían, otra vez, su hábitat natural. Otra vez porque, cuando llegaron al Chapare "los collas con papeles" (colonizadores), se adueñaron de sus tierras, en las que ahora plantan coca para lo que, de acuerdo a testimonios, esos colonizadores cazaban a los yuracarés, con trampas cual animales, para hacerlos trabajar a cambio de comida y alcohol. (En 1780 los colonialistas españoles propusieron construir una vía que cubra ese tramo para que los "peninsulares" se apropien de las tierras de los yuracarés).
Es necesario decir que los pobladores del TIPNIS, actores de la primera marcha, entre éstos de Santísima Trinidad, tuvieron a uno de los suyos como uno de sus cuatro máximos dirigentes. Entonces la conquista de esos pobladores fue conseguir que se fije el límite entre la reserva natural y el territorio indígena: una imaginaria línea roja, mediante decreto supremo que firmó el gobierno de ese tiempo, pero que ni Ése ni los sucesivos gobiernos nada importante hicieron para que se aplique esa norma. Los cocaleros ocuparon el sur del TIPNIS, lugar en el que viven los del Consejo Indígena del Sur (Conisur), cocaleros que tienen propiedad individual sobre la tierra, junto con indígenas que también son poseedores de tierras a título personal, por lo que dejaron de vivir en un territorio de pertenencia colectiva. Estos últimos se desempeñan como asalariados eventuales de narcotraficantes y de cocaleros, como dijo el dirigente del Conisur, conocido cocalero y masista, el que conversa con los gobernantes en una típica actitud suplantadora de los que sí tienen derecho legal y legítimo de tratar lo que concierne a la reserva natural y territorio indígena.
Gobernantes dicen que no quieren ser guardabosques de las conservacionistas del primer mundo. Parece que así confesaran que nada les importa, respecto del TIPNIS, ni los derechos de la madre tierra de los que parlotean, como el Presidente, en reuniones internacionales como en la última de Río de Janeiro, en la que todavía se les cree porque no se sabe de manera suficiente lo que caracteriza a los gobernantes y en especial al principal inquilino del Palacio Quemado: dicen una cosa y hacen otra; hablan de los derechos de la madre tierra y los violan en el TIPNIS; dicen respetar los derechos de los indígenas y los violentan en la práctica.
Las últimas acciones de los gobernantes, con vistas a "resolver" el conflicto del TIPNIS, muestran otra vez con nitidez esa política, si se la puede llamar así: decir A y hacer Z:
—Los gobernantes, con los medios a su alcance, se entrometen en cuestiones internas de las organizaciones indígenas y dividen a sus dirigentes, previa campaña destinada a desacreditarlos, para lo que se apoyan en diferencias naturales que existen entre ellos. Además, los gobernantes aprovechan los errores que esos líderes cometen, como la firma por el Presidente de la CIDOB de un acuerdo con el Gobernador de Santa Cruz; la aceptación de una subalcadía de barrio por una dirigente de las mujeres indígenas y cuya nominación la hizo el cuestionado alcalde de la ciudad oriental; además, la presunta utilización inadecuada de dinero entregado por el ex Gobernador de Beni para obras sociales que para una parte de los bolivianos no se esclarece plenamente; tampoco es despreciable el empeño de la derecha por montar en el conflicto del TIPNIS para jugar en él con sus propias cartas y a costa de los indígenas.
—Otra maniobra de los gobernantes fue reunir a "corregidores" del TIPNIS, con los que no son, con pocos que sí son y sobre todo con delegados de Conisur, que son los invasores de las últimas dos décadas a la reserva natural y al territorio indígena, los que ocupan 200.000 hectáreas, ahora depredadas y cada vez más empobrecidas por los cocales que allí campean como ningún otro cultivo. El propósito de la firma de ese convenio, que aprueba la consulta posterior, desinformada y de mala fe, es lo que más debe preocupar: trata de mostrar a los bolivianos y a la comunidad internacional que tres tercios de los delegados de yuracarés, ignaciano-trinitarios y caimanes aprueban la consulta inconstitucional por lo que debe seguir la consulta sin el consentimiento de los más interesados, los que protagonizaron la IX marcha y los otros que se quedaron en el TIPNIS, y que son presionados por operadores del gobierno con miras a cambiar su decisión y para que den la espalda a sus legales y legítimos intereses, los que son de todo el pueblo y de la mayoría de los bolivianos.
—El Vicepresidente ha dicho que los dirigentes de la IX marcha están "podridos". Esa apreciación pareciera que está dirigida contra enemigos de los gobernantes la que, asimismo, la consideramos discriminadora. Sin embargo, ante esa declaración inapropiada nos animamos a sugerir que el segundo mandatario y no pocos gobernantes, se miren en espejos que no desdibujen sus imágenes; funcionarios públicos de los que se afirma que viven una descomposición que cada día es más visible.
—Ofende a los gobernantes que en la actual confrontación los indígenas, éstos asuman un claro comportamiento político con vistas a conseguir el mejor resultado para sus pueblos. Y pese a que durante largo tiempo, desde las trincheras populares, se buscó que los más explotados y oprimidos, que son los indígenas, asuman la política para conseguir su participación allí donde se toman decisiones fundamentales: políticas, económicas, sociales y culturales.
Ahora que los indígenas llaman al pueblo para que éste asuma la causa del TIPNIS como suya, los gobernantes culpan, a indígenas y a quienes los apoyan, de la desnaturalización del accionar en defensa de la reserva natural y del territorio indígena. Según esa prédica y esa práctica, sólo los gobernantes deben ejercer la política, aunque sea en beneficio de medianos propietarios (cocaleros, colonizadores, cooperativistas mineros, comerciantes, etc.), en alianza con empresarios criollos y transnacionales. El pueblo, de acuerdo a los gobernantes, tendría licencia para ocuparse de la política sólo si es para apoyar al gobierno, aunque éste asuma un comportamiento contrario al TIPNIS —así como en favor de la South American Silver, que hace todo lo que de ella dependa para explotar oro, plata e indio en Willpa khota—.
Nosotros saludamos la alianza, aunque sea inicial, de los otros explotados y oprimidos de Bolivia con los marchistas indígenas, la que se extiende a las capas medias urbanas paceñas; alianza de la que sólo se debe excluir a los enemigos del pueblo. Más aún: el apoyo a los marchistas del TIPNIS debe ser aún más resuelto, sin disputa de la dirección del movimiento, y mejor si las peticiones fueran coyunturales y de largo alcance. Y esto es lucha de clases como necesidad, a la que se suma la complementariedad indígena donde sea posible, es decir, la lucha de clases, fusionada con la de los pueblos indígenas, debe apuntar al mismo blanco: buscar la resolución del lío del TIPNIS en beneficio de los indígenas, de todo el pueblo y de la sociedad boliviana.
En esta materia sólo los gobernantes se extravían: dicen una cosa y hacen otra. Los indígenas en cambio tienen muy claro que en la reserva natural y territorio indígena está su vida y por ello defienden a la una y al otro, por eso es acertado proclamar: TIPNIS o muerte.
La Paz, 30 de junio de 2012.
*Periodista

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