Remberto Cárdenas Morales* - De sábado a sábado (188)
El acuerdo que firmó el dirigente máximo de los indígenas de las tierras bajas con el Gobernador de Santa Cruz para que éste ejecute su política respecto de ese grupo humano; la posesión, como subalcaldesa de Justa Cabrera, dirigente de las mujeres indígenas, de un barrio de la ciudad de Santa Cruz, nominación hecha por el Alcalde la ciudad cruceña; el dinero que habría entregado el Gobernador suspendido de Beni, a dirigentes originarios del TIPNIS y de cuya utilización éstos no rindieron cuentas; la derecha que dice apoyar a los indígenas con el propósito real de cabalgar en ese movimiento; la división de las organizaciones indígenas por inducción gubernamental y/o por discrepancias naturales entre sus integrantes; la afirmación de dirigentes indígenas en sentido de que ellos no son ni de izquierda ni de derecha; la falta de un programa que una a la mayoría del pueblo; la ausencia de una alianza consolidada, así como la carencia de una dirección política reconocida y que se comporte como tal... son limitaciones de la IX marcha indígena que empezará el próximo 25 de este mes, desde Chaparina (Beni), lugar de la represión estatal a los protagonistas de la VIII marcha.
Es cierto que el principal dirigente de los indígenas del TIPNIS, Fernando Vargas Mosúa, criticó el acuerdo firmado entre el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, con el presidente de la CIDOB, Adolfo Chávez, por el que dijo que era inoportuno y que afectaba a sus pueblos. Un acuerdo que, según datos publicados, el propósito fue que se construyan viviendas para los originarios y que se constituya una Secretaría de Asuntos Indígenas en la gobernación cruceña.
Una lectura, sin prejuicios y desde fuera, lleva a concluir en que ese acuerdo es político que involucra a los indígenas y que afecta a su causa. Alegar que ese pacto es apolítico sería una apreciación inaceptable, y agregar que ninguna de las partes recogerá provecho alguno, en la pugna de clases sociales y de pueblos indígenas, sería una ingenuidad, para decir lo menos.
La derecha cruceña busca aliados, y mejor si éstos son indígenas o de otros contingentes populares. Se equivocan los dirigentes indígenas que buscan y/o aceptan apoyo de los sectores sociales todavía dominantes los que, no reconocieron ni reconocerán, en la práctica, los derechos de esos pueblos. Esa derecha se arrima a una causa que no es suya (la de los indígenas) sólo para oponerse al gobierno. Otra derecha, que comprende mejor cómo defender mejor sus egoístas intereses, está aliada al gobierno, es la representada por el máximo dirigente de los empresarios privados, el que en la reunión plurinacional de Cochabamba propuso una alianza estratégica entre patrones e indígenas. La derecha que no quiere entendimiento con el gobierno es la que protagonizó el llamado "golpe civil" el 2008, desde la denominada media luna del país; en tanto que la autodenominada democrática es la que comprende que el régimen actual debe prolongar su poder porque éste le permite ganar doble y triple, según la confesión del Vicepresidente.
La derecha movimientista es la que conquistó a Justa Cabrera, dirigente de las mujeres indígenas, con una subalcaldía en el barrio Paurito de la capital cruceña. Ella, apenas nombrada, dijo que creía que su nominación no perjudicaba a la dirección indígena ni a sus pueblos y agregó que no iba a renunciar ni al cargo municipal ni a su condición de dirigente.
Hace días, mujeres indígenas, aseguraban que además de ejercer el cargo municipal, J. Cabrera debía seguir en la dirección de las comunarias; se trata de la gente que cree que los indígenas de las tierras bajas bolivianas no son ni de derecha ni de izquierda. Esa afirmación, que evidencia escasa o ninguna politización, quizá se la admita como una actitud transitoria, pero resulta inamisible que con ese discurso, ciertos líderes indígenas, crean que les está permitido celebrar convenios con dirigentes políticos de la derecha y en contra de los intereses materiales de sus pueblos y a contrapelo de las ideas referidas a la autodeterminación de los mismos.
Incluso en el gobierno actual y en el MAS no faltan los que aseguran que se sirve al pueblo en convergencia con la derecha o con la izquierda. Entre los indígenas de las tierras bajas del país, piensan parecido, pero ese discurso y su práctica sólo perjudica a esos pueblos.
Sabemos que los dirigentes del TIPNIS esperan una información oficial que muestre que dirigentes de la reserva natural y territorio indígena recibieron dinero para "proyectos sociales", como dijo el Ministro de la Presidencia y confirmó el suspendido Gobernador de Beni. Con los datos debidamente confirmados con documentos, los corregidores tomarán medidas. Confiamos que será así. Esos pueblos y sus autoridades naturales (no descartamos excepciones) han dado ejemplos de que poseen reservas éticas que les ayuda a sancionar a los que fallan en sus filas.
Sobre el apoyo de la derecha a la IX marcha indígena cabe decir que incluso militantes de izquierda (suponemos que muy pocos) aseguran que desde la trinchera del pueblo debemos disputar a esa derecha la conducción de la solidaridad con la caminata. Sin embargo, lo que no se debe hacer, en ningún momento, es coordinar con tal derecha ninguna acción de respaldo a la marcha que partirá el próximo 25 de este mes desde Chaparina. Más aún, desde donde sea necesario y sea posible se le debe decir a la derecha que nada tiene que hacer con y en la IX marcha. Los indígenas, en el primer encuentro con citadinos realizado en La Paz, han reiterado un criterio que no se debe olvidar: ellos no tienen en su programa tumbar al gobierno de E. Morales. Incluso creen que su acción desde el 25 de abril no será política. Pero es necesario apuntar que cuando un movimiento social se enfrenta al Estado o al gobierno su acción, que puede ser meramente reivindicativa al principio, se transforma en lucha política aunque, en el caso que analizamos, no haya la intención manifiesta ni implícita de acabar con el gobierno boliviano. Algunos que organizan la solidaridad con la nueva marcha indígena dicen que esa labor no es ni de derecha ni de izquierda y que la defensa del TIPNIS está fuera de toda contaminación política y partidaria. Sin embargo, si la del TIPNIS es una causa del pueblo, con certeza de que no es parte del programa de la derecha.
Esperamos que la división de las organizaciones indígenas no llegue a los pueblos porque en verdad es mucho más fuerte lo que une a esas bases que lo que las separa. Las presiones de todo tipo de los gobernantes, además, consideramos que no quebrará la conciencia de aquella gente sencilla que tiene la columna vertebral muy bien erguida, de la que carecen tantos llunk'us que dañan a los cambios y al gobierno de este tiempo.
El programa de la IX marcha es la defensa del territorio para que los indígenas instalen en él un gobierno propio y utilicen sus riquezas con la racionalidad que ellos practican.
Asimismo, el pueblo requiere cuando menos una explicación autocrítica de los dirigentes indígenas sobre los elementos citados, la que ayudará a que la IX marcha tropiece con menos dificultades. Mientras que las que fabrica el gobierno en contra de los defensores del TIPNIS bastan para que los originarios se eviten más adversarios, así como importa mucho que los falsos amigos de los indígenas tomen distancia de la caminata.
Y la dirección de la IX marcha en defensa del TIPNIS es la que reconocen los comunarios: la subcentral, una organización natural suya, probada sobre todo en la VIII marcha indígena.
La Paz, 31 de marzo de 2012.