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Cubanos conceden al pueblo boliviano el uso de su clínica en La Paz
Remberto Cárdenas Morales *
El ministro de Gobierno, Arturo Murillo, la semana que concluye hizo saber que por orden de la presidenta interina, Jeanine Áñez Chávez, fue intervenida la clínica El Colaborador, de propiedad de la República de Cuba, situada en el barrio Achumani de La Paz.
El Ministro señaló que esa clínica, equipada con instrumental médico moderno (incluidas camas de terapia intensiva), servía para curar de su rodilla al entonces presidente Evo Morales, un privilegio, agregó, que no llegaba al pueblo boliviano. El funcionario público informó, asimismo, que la Presidenta interina dispuso que la clínica cubana, como la denomina la gente, debía usarse para internar a los médicos infectados con coronavirus.
Por su parte, el presidente del Colegio Médico de La Paz, Luis Larrea, quien se cura del coronavirus, agradeció a la Presidenta interina por esa decisión que beneficiará a los médicos y prometió ocuparse de reacondicionar la clínica intervenida para que en ella traten a los galenos infectados con el virus letal.
Larrea reiteró las apreciaciones del ministro Murillo y añadió que el otrora presidente Morales tuvo a la clínica de los cubanos para ser tratado de manera exclusiva. Morales se decía socialista, pero gozaba de privilegios que nunca llegaron al pueblo, anotó el también coordinador del gobierno en la campaña antipandemia.
Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, informó mediante su cuenta twitter que Cuba, por “altruismo” y sin renunciar al derecho propietario, concede al pueblo boliviano el uso de su clínica ubicada en el barrio Achumani de La Paz, Bolivia. Esa cesión—derecho al usufructo, diría un abogado— se realiza a pesar de la acción golpista de los gobernantes interinos del país y por el tiempo que dure la emergencia sanitaria en Bolivia, añadió.
La legación diplomática de Cuba compró el lote de terreno e hizo construir las dependencias de esa clínica con una empresa boliviana. El Colaborador cuenta con equipos médicos adquiridos en Alemania, con tecnología de punta, de acuerdo con entendidos.
En esa clínica debían ser atendidos solamente los cubanos residentes en Bolivia: funcionarios diplomáticos médicos y profesores, es decir, los colaboradores de la Mayor de las Antillas, los que le dieron el sobrenombre de “pequeño” hospital a su clínica.
Al poco tiempo de su funcionamiento, por decisión de los funcionarios de la Embajada de Cuba en Bolivia, los servicios de la clínica de Achumani se extendieron a los bolivianos que solicitaron esa atención y que no tenían un servicio público o privado de salud.
Las historias clínicas que deben estar en los archivos de ese establecimiento médico constatan que vecinos de Achumani, dirigentes políticos de partidos distintos y militares (incluidos algunos que integraron las fuerzas que combatieron a los guerrilleros comandados por el Che en Ñancahuazú en 1967), entre otros, fueron tratados allí.
Entre los pacientes de la clínica cubana El Colaborador debe contarse también a miembros del Movimiento de Solidaridad con Cuba, así como a madres y padres de familia de los estudiantes bolivianos en Cuba, algunos de los cuales fueron internados en ese pequeño hospital.
La anterior explicación es un desmentido al ministro Murillo y al médico Larrea.
Según el diario Granma, del Partido Comunista de Cuba (PCC), en la clínica en cuestión hay tres camas para terapia intensiva, más que las dos camas similares que tenía hasta hace semanas el hospital Bracamonte, de tercer nivel, de Potosí.
En su comparecencia ante medios de difusión, al parecer admirado, el ministro Murillo dio cuenta de que en la clínica cubana hay un tomógrafo. Ese funcionario gubernamental quizá no sabe, pero podría averiguar, que los cubanos regalaron un tomógrafo al principal hospital de Trinidad, el primero que llegó a esa ciudad y que estuvo fuera de servicio durante más de un año debido a un desperfecto del que no avisó a tiempo la administración de ese nosocomio durante el llamado proceso de cambio.
Los médicos cubanos que trabajaron en la clínica El Colaborador atendieron a pacientes en el hospital Chacaltaya de Villa Ballivián de El Alto. En ese nosocomio la atención médica y los remedios eran gratuitos, así como en los otros hospitales en los que trabajaron médicos cubanos y bolivianos formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELM)
En este momento varios de los más de 5.000 médicos que estudiaron en la ELM de Cuba atienden a enfermos con coronavirus, una de las cuales murió en Trinidad con el virus que no se puede vencer en Bolivia ni en los cinco continentes.
Los otros hospitales cubanos, como se los conocía, funcionaron con personal médico y trabajadores en salud (laboratoristas, fisioterapeutas, bioquímicos), incluidos galenos que tenían turnos en la clínica El Colaborador. Los médicos cubanos compartieron esa labor con galenos noveles de Bolivia. Los profesionales en salud de Cuba han atendido a enfermos en lugares en los que no se conocían médicos.
En cambio, la conducta de los estudiantes de Medicina en Bolivia es tal que cuando se propuso que los nuevos profesionales trabajen un año en provincias, como ocurría antes, se rebelaron y consiguieron que continúe el pago en sustitución del “año de provincia”, servicio en el que sin duda tienen mucho que aprender los nuevos médicos, en las provincias y en el agro.
El mismo Larrea ha puesto en duda la competencia de los médicos cubanos en Bolivia, sin demostrar su afirmación como verdadera. Sin embargo, el dirigente de los médicos paceños no debe ignorar que en Cuba la medicina es un servicio gratuito para todos, con médicos y trabajadores en salud formados para atender preventivamente a sus connacionales y para tratamientos y operaciones de los enfermos, con resultados reconocidos en todo el mundo.
Los éxitos de la medicina cubana son registrados e incluso destacados por la Organización Mundial de la Salud en informes que Larrea debe conocer, aunque no los comparta.
Respecto de los médicos bolivianos formados en Cuba hubo quienes sugirieron que éstos realicen cursos complementarios de medicina en Bolivia para convalidar los títulos profesionales que portaban los compatriotas.
Además, las afirmaciones de Larrea integran una “leyenda negra” que circula entre los detractores de los cooperantes y de la Revolución Cubana en nuestro país. Esos detractores dicen que un profesional cubano cercenó un riñón sano en vez de un riñón dañado de un paciente en el Chapare; que en Caracollo murió una colegiala por negligencia de dos médicos cubanos; que en Santa Cruz quedaron ciegos operados de la vista por cirujanos del país hermano del Caribe, pero nunca dijeron cuántas y dónde ocurrieron esas supuestas operaciones dañinas. Además, en Bolivia circuló el rumor de que al cadáver de una estudiante boliviana muerta en La Habana le extirparon sus intestinos y otros órganos. En esa oportunidad el Embajador de Cuba en La Paz, Rafael Dausá, explicó que de acuerdo con un convenio internacional y previo conocimiento de los papás de la difunta a ésta le extirparon todas las partes de su organismo previstas en aquel convenio porque sólo así era posible trasladar ese cuerpo inerte de La Habana a La Paz.
No obstante, esa leyenda negra no borra la gratitud de los que fueron y fuimos pacientes de médicos cubanos. Dos actitudes son demostrativas: en Rurrenabaque (Beni), autoridades municipales contrataron a un médico cubano especializado en terapia intensiva para la campaña anticoronavirus, médico posiblemente desligado de la misión médica de ese país en el nuestro.
En Bermejo (Tarija), autoridades del lugar propusieron también que se contrate a médicos cubanos que trabajaron en esa ciudad fronteriza para la emergencia sanitaria que infecta y quita la vida a tantos compatriotas. El presidente del Colegio Médico de La Paz tendría que saber que los médicos cubanos en nuestro país, en el tiempo que duró su colaboración en los hospitales de propiedad del Estado cubano, atendieron en la consulta externa 73 millones de veces. Y operaron a un millón de pacientes: más de 730.000 de la vista, de carnosidad y de cataratas. Ciudadanos de Argentina, Perú, Brasil y de otros lugares fueron operados en Bolivia de manera gratuita, como los pacientes bolivianos.
Hasta cierto momento, el Estado boliviano no gastó en los sueldos para los cooperantes cubanos en salud.
Se sabe que una parte del sueldo que percibieron los colaboradores cubanos en salud entregaban al Estado cubano. Éste pagaba, en Cuba, los sueldos de los médicos y otros profesionales en salud mientras trabajaban en Bolivia.
Al estilo del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, en Bolivia voceros de los gobernantes transitorios dijeron que el Estado cubano expropió la mayor parte del sueldo de sus connacionales, acuerdo (gobernantes-médicos cubanos) que calificaron como explotación.
Los cubanos que residieron transitoriamente en Bolivia necesitaban una clínica o un hospital, atendido por cubanos, para recibir tratamiento médico.
La precaución de los cubanos era ineludible frente a la hostilidad permanente aquí hacia esos hermanos latinoamericanos.
Cito un ejemplo de la hostilidad de algunos bolivianos respecto de los revolucionarios cubanos en tiempos del gobierno de 14 años: una familia amiga de la Revolución Cubana instaló una librería, con libros diversos editados en la Isla indomable, en la planta baja del edificio Los Jardines. Al mes de funcionamiento, vecinos de ese edificio, ubicado en la Av. 6 de Agosto, impusieron la salida de aquella librería de Los Jardines. Sin embargo, en la plaza Pérez Velasco de La Paz se vendía y se vende el libro Mi lucha, de Hitler, edición pirata, sin que por ello reclame, por ejemplo, la Embajada de Alemania. En este país nada circula que sea propaganda del régimen nazista-fascista que provocó la Segunda Guerra Mundial, en la que murieron 20 millones de soviéticos y 6 millones de judíos, para citar dos datos de aquella tragedia universal y que dicen mucho del hitlerismo.
Luego de este necesario paréntesis retomo el comentario sobre la intervención de los gobernantes a la clínica cubana de La Paz.
El ministro Murillo y el dirigente de los médicos paceños Larrea dijeron que la clínica El Colaborador fue para curar al que en ese momento era presidente (Morales), un privilegio según ellos.
Sin embargo, Larrea agradeció a la Presidenta interina y anunció que los médicos con coronavirus serán tratados en esa clínica. Una pregunta a Larrea: para él la clínica El Colaborador concedió privilegios al entonces presidente Morales. Ahora intervenida por los gobernantes, cuando la usen los médicos con coronavirus o que padezcan cualquier otra enfermedad, ¿gozarán o no de los privilegios ayer supuestamente reservados para el ahora exPresidente?
La intervención a la clínica cubana en La Paz fue y es una violación de la soberanía cubana. Pero gobernantes como Murillo parece que no consideran esa medida como una acción política de fuerza, de alguien que reitera que los gobernantes actuales sólo se ocupan de la salud y de la vida de los bolivianos y que otros sólo ejercen la política.
Asimismo, la intervención a la clínica El Colaborador ignoró un aporte del que fue presidente de México, Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”; principio del Derecho Internacional que vulneraron el citado Ministro y los gobernantes interinos, no obstante de que los Estados asociados a las Naciones Unidas aplican o deben aplicar el hallazgo de Juárez en sus relaciones si éstas son civilizadas, como deben ser.
Otro accionar político frustrado del ministro Murillo es el siguiente: el funcionario de marras avisó que los gobernantes iban a intervenir o estatizar los hospitales académicos de la Universidad de Aquino Bolivia (Udabol) de Santa Cruz y de la Universidad del Valle (Univalle) de Cochabamba para que en esos ambientes se trate a infectados con coronavirus.
Los empresarios privados rechazaron esa intención y se pronunciaron en defensa de la propiedad universitaria privada. Murillo no dijo nada más sobre la anunciada intención interventora o estatizadora.
El Ministro tiene claro el lugar en el que están sus intereses, coincidentes con los de su clase social: él es dueño de hoteles caros en Villa Tunari, Chapare, por ello habrá entendido que debe proteger la propiedad privada, pero la propiedad estatal, como la pertenencia cubana de la clínica El Colaborador, es objeto de intervención, lo que sí es otro acto político autoritario, consumado con la fuerza de un gobierno instalado en el Palacio Quemado y la Casa Grande del Pueblo que se afana en presentarse políticamente simpático ante los gobernantes de Estados Unidos.
Probablemente a la Presidenta candidata le sea suficiente un ministro como Murillo. Pero éste y el Presidente del Colegio Médico de La Paz (Larrea) se comportan virulentos respecto de los revolucionarios de la patria de Martí y de Fidel, actitud que podría perjudicar más aún política y electoralmente a la Presidenta candidata.
*Periodista