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Las revoluciones verdaderas triunfan cuando las protagonizan los pueblos

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De sábado a sábado (244)

Remberto Cárdenas Morales*

En Bolivia, sobre las últimas elecciones en Venezuela, entre otras cosas, analistas dicen que en la patria del Libertador ha ganado Capriles, que allí hubo empate técnico y que el resultado de esos comicios es el principio del fin del chavismo. Asimismo, han sido desmentidos por la experiencia electoral los que, entre otras afirmaciones, aseguraron que Maduro arrasaría en la consulta del pasado domingo: lo último dijeron unos llunk’us, sobre procesos latinoamericanos, palabras dulzonas que hacen más daño que bien.

El que afirma que Capriles ganó en las elecciones del 14 de abril añade que el tribunal electoral venezolano volcó resultados, favorables al candidato de los empresarios y de la derecha, en favor del “heredero” del chavismo, lo que comportaría un grave fraude electoral; afirmación con la que ha ido más lejos que los que han perdido la consulta electoral venezolana, aunque haya sido con un poco menos de 700.000 votos o con una estrecha diferencia, como propagan las transnacionales de la noticia. Pero Capriles perdió, añadimos.

Este viernes 19 fue posesionado como Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela el ciudadano que, según los resultados de las urnas y previa proclamación, como disponen las normas, ganó esas justas: Nicolás Maduro, triunfo que compartió con el pueblo venezolano.

Entretanto, el máximo tribunal de elecciones de Venezuela resolvió verificar el total de los votos emitidos el último domingo en el país hermano. Así se considera atendida la solicitud del candidato perdedor el que, antes del domingo 14, declaró que reconocería los resultados de esas elecciones. La verificación de los votos, dispuesto por el tribunal electoral de aquel país, ahora acepta el candidato perdedor.

El llamado de Capriles a sus electores para que realicen un “cacerolazo” que se escuche en todo el mundo y las protestas que segaron la vida de ocho venezolanos y en las que fueron heridos decenas de personas, fueron acciones destinadas a desestabilizar la Revolución Bolivariana y quizá algo más que eso según las intenciones de la derecha y del imperialismo, los que si no coordinan sus acciones, éstas convergen.

Al análisis del sociólogo-analista Ricardo Paz Ballivián (Página Siete del 17 de este mes), quizá le falta “un poco de marxismo”, por lo que nada dice de los intereses materiales que se disputaron en las elecciones del 14 y en las calles venezolanas tras de los comicios: tal vez una explicación sobre los intereses materiales en diputa en Venezuela ayude a un sociólogo a leer la realidad sin anteojeras y a que los intelectuales analicen con ética. Ejemplo, ese analista calla, lo que no nos extraña, que allí sigue funcionando la “formación socio-económica capitalista y rentista”, como dijo Chávez en uno de sus últimos discursos en el que habló de “un vuelco de timón”, y sugirió crítica y autocrítica como parte de la Revolución Bolivariana.

En esa pugna política, momento estelar de un conflicto o de una especie de agudización de la lucha de clases en Venezuela, el gobernante de Estados Unidos, con lo que reitera una vieja práctica intervencionista, se niega a reconocer el triunfo de Maduro y pide lo mismo que Capriles: el recuento del cien por ciento de los votos, a pesar de que casi todos admiten que la tecnología que se utiliza en ese país, para la emisión de votos y su registro, impediría el fraude. (Los gobernantes estadounidenses saben que Al Gore ganó las elecciones el 7 de noviembre del 2000, pero el que asumió entonces la presidencia de su país fue George W. Bush, como consecuencia de un fraude que volcó los resultados, especialmente en La Florida, ante la pasividad lamentable de los electores de Estados Unidos).

Consideramos que en su campaña electoral el ahora Presidente constitucional de Venezuela debió difundir, por ejemplo, las ideas dejadas como testamento por Chávez: que en su país todavía sigue en funciones la formación socio-económica capitalista y rentista, que allí se habla de socialismo y que poco se hace para avanzar hacia la formación social y económica socialista, y que no se articularon las comunas o los poderes locales o el poder democrático, popular, antiimperialista y revolucionario, agregamos nosotros.

Aquí en La Paz, un experto de Uruguay dijo que en nuestros países lo que menos se difunden son ideas, programas, planes de gobierno cuando los candidatos piden votos de los electores. Esa es una deficiencia que tenemos que superar. Pero quizá esa fue la insuficiencia más notoria de Maduro que sobre todo buscó agradar a un electorado, de espíritu caribe, que gusta de cantos y bailes como actividad política y electoral. Asimismo, por sus respetables creencias religiosas y católicas, el candidato chavista ayer y Presidente ahora, refirió que el alma de Chávez influyó para que la curia romana nomine a un papa latinoamericano y que el líder venezolano fue visto por él como “pajarito chiquitito” con el que se comunicó con trinos: con un silbido de parte de Maduro.

Capriles, como parte de su agresivo discurso electoral dijo que respetaría, desde el gobierno que cree haber ganado, las conquistas socio-económicas del pueblo venezolano. Sin decirlo expresamente, a la gente pudo haberle ayudado a recordar que esas conquistas son: reforma agraria que dotó de tierra a los desposeídos de ese fundamental medio de producción, a las viviendas entregadas a los sin techo, a la salud que llega cada vez más a los que la necesitan y a la educación como derecho universal para niños, adolescentes y jóvenes venezolanos.

Respeto de un presunto “empate técnico”, en las últimas elecciones de Venezuela, María Teresa Zegada, socióloga, repite sin fortuna una afirmación de otros analistas que aplican esquemas para leer otros resultados electorales (Página Siete del 18 de abril de 2013). Los resultados electorales venezolanos dan cuenta de que Maduro ganó y tomó posesión del cargo electivo. Y no hubo empate técnico con Capriles.

Además, la pregunta es por qué se denomina empate técnico a la victoria, con menos de dos puntos, de Nicolás Maduro, presidente constitucional de Venezuela, lo que a la vez es un respaldo al nuevo Presidente venezolano y a su pueblo.

¿Si esa pequeña diferencia de la votación fuera favorable a Capriles, dueño de cines y de medios de difusión, se diría que es pequeña la diferencia y se agregaría que de todos modos ganó el candidato de la derecha venezolana? ¿O se diría que no hay Presidente en Venezuela entre tanto se realice la verificación de todos los votos del 14 en ese país caribeño en el caso de que el perdedor pediría recuento de votos? Menos mal que estas dos últimas preguntas sólo son ejercicios.

No es extraño que las transnacionales de la noticia en todos o en casi todos sus despachos digan: Maduro ganó con una estrecha diferencia. De lo que también debemos tomar infaltable nota es de que analistas lo repitan, lo propaguen.

El periodista Juan León Cornejo, en su columna semanal que le publica Página Siete (18-IV-13) afirma que las elecciones a las que nos referimos en este escrito evidencian el principio del fin del chavismo en Venezuela, lo que parece un festejo anticipado nada aconsejable para alguien que algo más tendría que haber aprendido de la vida.

Una de las flaquezas de ese análisis es sostener que todo lo hecho bien y lo mal hecho por Hugo Chávez en su país es una obra sólo personal. Esperamos que el aporte a la Revolución Bolivariana del líder fallecido se evaluará con mayor rigurosidad de la carecen ciertos analistas criollos. Sin embargo, no se debiera perder de vista que el pueblo venezolano es la fuerza motriz fundamental para los cambios en Venezuela, con los alcances y límites establecidos por Chávez, poco antes de su muerte.

Ante lo que escribe León Cornejo, sobre el principio del fin del chavismo (el que debe ser un caro deseo suyo y de otros), nosotros reafirmamos nuestra convicción de que las revoluciones de verdad triunfan, se defienden, son consolidadas y siguen como procesos ininterrumpidos cuando los pueblos, nuestros pueblos, con su práctica, muestran que están dispuestos a morir por un proceso revolucionario. En el caso que nos ocupa y preocupa, la revolución inconclusa de Venezuela, los herederos de Chávez, pueblo y dirigentes, reafirman su compromiso de concluirla: Maduro, Cabello, entre los más notorios y la gente que puebla las calles de Caracas.

A propósito de Diosdado Cabello, al que le tocó encabezar la retoma, por el pueblo, del Palacio de Miraflores, luego de que fue derrotado el golpe contra Chávez en 2002, Juan León manifiesta su desagrado porque, el también militar venezolano, planteó, el día de las elecciones, que ellos impulsarán una autocrítica que levante las piedras si fuera necesario para establecer las causas que influyeron en la disminución de los votos chavistas para Maduro y para la continuidad de la Revolución Bolivariana de Venezuela o proceso para la segunda y, esperamos, definitiva independencia de ese país hermano.

Nosotros aplaudimos la autocrítica anunciada por Cabello y estaremos atentos a sus resultados. La autocrítica, entre los verdaderos revolucionarios, es para avanzar en las transformaciones. Y el necesario avance de la Revolución Bolivariana de Venezuela, con una o muchas autocríticas mediante, es lo que esperan nuestros pueblos, lo que para analistas como el colega León, parece que constituyen una pesadilla que esperan acabe.

Sensiblemente, ese periodista cuyos méritos se le reconoce entre la gente del oficio y más allá, no pierde la costumbre (ni le pedimos que la abandone) de asumir la defensa de intereses empresariales, que quizá los siente suyos, es decir, los que representó y defendió en Entel capitalizada, mejor dicho, privatizada por los neoliberales. Y ahora sigue en su salsa: representa y defiende, seguro con la misma resolución, los intereses de los dueños de los medios de difusión impresos, desde la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), de la que es uno de sus operadores.

Acerca de los intereses materiales que mueven a la gente, Marx transcribe fragmentos de un poema de Shakespeare sobre el oro, en una de las páginas de su máxima obra: El capital[1], como para explicarnos por cuenta propia el sentido de la palabra impresa de Juan León Cornejo

Esperamos, junto con tantos otros, que la victoria de Maduro fuera más contundente. Sin embargo, los venezolanos nos explicarán los porqués del resultado electoral en su país. En un camino autocrítico, ellos deben establecer los factores que determinaron la elección de Maduro con escasa diferencia y, específicamente, de qué manera influyó en esos resultados el capitalismo rentista, que sigue vivito y coleando en Venezuela, a pesar de la Revolución Bolivariana; asimismo, si algo tuvo que ver el socialismo, del que se habla pero que no se construye con la celeridad deseada, lo que descorazona a los venezolanos; además, de qué modo la falta de las comunas (del poder popular) le restó apoyo al nuevo Presidente venezolano. Asimismo, tenemos derecho a conocer los alcances reales de la crisis económica, que afecta a Venezuela y a su pueblo (así como su incidencia en las preferencias electorales), y como yapa que nos digan cómo remontarán esa crisis.

Subrayamos que es falso escribir: “Perdió Maduro, ganó Capriles…”, que no hubo empate técnico en las últimas elecciones venezolanas y que el principio del fin del chavismo es un deseo de la derecha y del imperialismo.

El desmentido, sin embargo, a esos falaces y a esas falacias depende de lo que haga el pueblo venezolano como fuerza fundamental de la Revolución Bolivariana. Pueblo venezolano que tiene el respaldo de nuestros pueblos, a pesar de todo.  

*Periodista

La Paz, 20 de abril de 2013.



[1] ¿Oro? ¿Oro precioso, rojo, fascinante?

Con él, se torna blanco el negro y el feo hermoso,

virtuoso el malo, joven el viejo, valeroso el cobarde, noble el ruin.

… ¡Oh, dioses! ¿Por qué es esto? ¿Por qué es esto, oh, dioses?

Y retira la almohada a quien yace enfermo:

y aparta del altar al sacerdote:

Sí, este esclavo rojo ata y desata

vínculos consagrados; bendice al maldito;

hace amable la lepra; honra al ladrón

y le da rango, pleitesía e influencia

en el consejo de los senadores; conquista pretendientes

a la viuda anciana y encorvada:

…!Oh, maldito metal,

vil ramera de los hombres.

(Shakespeare. Timón de Atenas).

En: Carlos Marx. El capital, t. I, segunda reimpresión, Editorial de Ciencias Sociales, ciudad de La Habana, 1980, p. 96.

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