Vamos a andar
Rafael Puente*
Viernes, 20 de junio de 2014
Pasó la gran cumbre. Ahí queda bien plantado el prestigio de un país que sabe hacer las cosas, que ha recibido a sus huéspedes con vías públicas nuevas y edificios nuevos, y una buena organización. Ahí queda el grato precedente de la cooperación constructiva de los gobiernos central, departamental y municipal. Ahí quedan las positivas expresiones de Don Ban-Ki-moon respecto de Bolivia y de su gobierno. Por ahí todos contentos.
Además se trata de una cumbre muy amplia, en ella estaba la mayor parte del mundo (sólo faltaban los Estados Unidos y la Unión Europea —ambos en crisis—, además de Rusia, a la que Evo inteligentemente ha invitado), y con la presencia de Cuba (tantas veces excluida). Han sido 50 años de vida muy bien celebrados, y celebrados en nuestro país, y presididos por nuestro presidente. Qué bien.
Y una vez concluida la magna reunión, nos queda la declaración final de la Cumbre —Por un Nuevo Orden Mundial para Vivir Bien—, cerca de 40 páginas que abarcan todos los temas posibles y afirman cosas tan importantes como el respeto a la naturaleza y a sus derechos, la conservación del agua y de los bosques, la disminución de la pobreza y la desigualdad social, la lucha contra el cambio climático, la defensa de los derechos de los pueblos, y muy especialmente de los pueblos indígenas, y el fomento de la agricultura y de la industrialización, y la soberanía de los pueblos. No deja de ser satisfactorio leer esa declaración que expresa oficialmente lo que tantas veces hemos soñado y proclamado como reivindicaciones.
Pero no podemos ser ingenuos. Gran parte de esas afirmaciones ya estaban en la primera declaración del G77 en 1964, y de entonces acá —¡¡¡50 años!!!— las cosas han empeorado, tanto en términos de desigualdad social y económica como en términos de destrucción acelerada del planeta, como en términos de seguridad alimentaria.
Y, por si fuera poco, el concepto más repetido en dicha declaración es el de desarrollo, el que en último término marca la preocupación central del G77 (al que el mencionado Vivir Bien en realidad le importa tan poco como a nosotros).
Entonces ¿cuál es la ganancia? ¿La repetición de lo mismo, aunque sea con más del doble de países participantes (para colmo más China)? ¿Realmente compensa tanto gasto de dinero, de energías y de esperanzas para obtener como resultado una mera auto-satisfacción de participantes y organizadores?
Pensemos en lo concreto y actual. Cuando la preparación de la Cumbre estaba en su último acelerón, en Cochabamba los noticieros de televisión se esmeraron en presentarnos la imagen deprimente de un difunto anónimo, un ciudadano común y corriente que había sido víctima de una brutal agresión delincuencial.
Un taxista solidario lo recoge malherido y lo lleva a una clínica particular. En la clínica le dicen que si no están sus parientes, que garanticen que pagarán los gastos, no lo pueden atender. El taxista lo lleva entonces al hospital Viedma, pero el hombre muere antes de llegar… Era un ciudadano boliviano, supuestamente representado en esa Cumbre.
No mencionamos el nombre de la clínica particular porque da lo mismo (la preocupación de la mayoría de esas clínicas no es la salud de la gente sino el negocio).
Lo que debemos preguntarnos es lo siguiente: hasta que nos decidamos a instituir un sistema de salud realmente universal y realmente gratuito (como en Cuba, un país con muchos menos recursos que el nuestro) ¿no debería haber por lo menos un fondo público para cubrir ese tipo de emergencias, es decir para cubrir los gastos de un o una paciente sin respaldo económico, aunque sea en una clínica particular?
¿No se podrían destinar a eso 50 millones de dólares, es decir una buena parte de lo despilfarrado en el carnaval del G77?
¿No es más importante la vida de bolivianas y bolivianos que el pasajero prestigio internacional del país? ¿No podría ser un pariente tuyo la próxima víctima de este sistema? ¿No está precisamente ahí la esencia del Vivir Bien? ¿Podemos seguir siendo tan superficiales? Realmente dan ganas de llorar.
Es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
¿No es más importante la vida de bolivianas y bolivianos que el pasajero prestigio internacional del país?