editorial
Sólo durante el conflicto o el momento de la lucha de clases que encabezó la COB, las últimas semanas, los gobernantes y en particular el Presidente, han violado y se aprestan a violar derechos de la gente del pueblo, de los trabajadores asalariados e incluso de los no asalariados, lo que los ubica en el bloque de los autoritarios encubiertos y/o desembozados.
La huelga es un derecho constitucional, aunque como sucede cada día en Bolivia, a esa acción de fuerza sus actores son convocadas faltando horas, sin la organización ni siquiera mínima y a menudo sin prever los resultados probables: se apuesta a la espontaneidad. El aplastamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada o huida de éste del Palacio Quemado, se consiguió con el alzamiento de alteños y paceños, a lo que la COB aportó con una huelga política victoriosas.
Antes del inicio de la huelga indefinida de la COB los gobernantes amenazaron con declararla ilegal, un medio de presión consumado porque la ilegalidad de esa medida fue aprobada por el Ministro de Trabajo, un ex trabajador y ex dirigente de los fabriles. Luego los gobernantes, como lo hicieron antes, esperaron que fracase la huelga, que ésta ni siquiera empiece. Después de que arrancó la huelga —abandono de las actividades productivas y/o de servicio—, por tanto, dañina a la economía, a la educación y a la salud, entre otras consecuencias, pero es un arma de los explotados frente a los explotadores— los mismísimos gobernantes emprendieron una campaña cara, especialmente por televisión, para desacreditarla ante los otros sectores sociales. Además, los gobernantes trataron de sepultar la huelga y luego de concluida pretenden que nunca más ocurra otra huelga reivindicativa, que es una de las formas como se manifiesta la lucha de clases o un conflicto, concebido éste como una oportunidad.
Los bloqueos de caminos, otra forma de lucha generalizada por los trabajadores bolivianos, para nosotros es un aporte y un medio de la protesta del pueblo que es tan o más efectivo que la huelga. Los últimos bloqueos de caminos resultaron drásticos sobre todo por los heridos de bala en Parotani (Cochabamba), en los que la peor parte fue para los bloqueadores enfrentados a la fuerza represiva del Estado: policías y militares. Para desbaratarlos, los gobernantes, con el cinismo que se les convierte en hábito, han dicho que los desbloqueos y apresamientos de bloqueadores fueron ordenados por fiscales y que, por tanto, ellos, los gobernantes nada tuvieron que ver en esos operativos. Y eso simula creer el abogado que oficia de Viceministro de Régimen Interior y Policía.
Debemos felicitarnos, asimismo, porque no hubo muertos, a pesar de que desde el Estado, en casos como el que nos ocupa, nada se hace para garantizar el máximo derecho humano: el de la vida.
Desde el comienzo hasta el final, lo predominante del último conflicto fue su carácter reivindicativo, eso es luchar por aumento de las pensiones para los jubilados. Los trabajadores en funciones, activos se los llama, lucharon por mejores pensiones para los actuales jubilados y para ellos cuando se jubilen. Eso muestra que no hubo, en el accionar que analizamos, el supuesto individualismo que censuró airado el Presidente. Además, si los intereses individuales forman parte de los intereses colectivos, eso explica el contenido social de una demanda. Es que los intereses individuales tienen que realizarse con los intereses colectivos, entonces esa será una causa de los trabajadores, de la gente del pueblo.
Para el Presidente, mediano propietario y productor de coca, debe ser difícil admitir una jubilación DINA, como dispone la Constitución, para los asalariados de ahora. Además, él tendrá una renta “generosa”, quizá ahorros provenientes de su sueldo y viáticos. Cabe, asimismo, hacerlo una pregunta al primer mandatario: ¿Por qué se mantienen bajos los aportes patronales para las rentas y por qué el Estado no aporta al fondo solidario, también para las pensiones?
Esa acción reivindicativa de los cobistas, con apoyo tardío de universitarios (docentes y pocos estudiantes) y de médicos, en ningún momento se convirtió en acción política, aunque hubo interpelaciones al gobierno y al Estado de parte de huelguistas, bloqueadores y marchistas. La convocatoria de profesores de La Paz a policías para que éstos se amotinen, pero sin resultados favorables para los huelguistas, confirma que no hubo a la vez accionar político de los cobistas o que la huelga reivindicativa no se transformó en huelga política.
En vano ha sido y en vano es que los gobernantes afirmen (el Presidente vociferó más como en otras ocasiones) que se tramaba otro golpe de Estado. Y el Ministro de la Presidencia dijo que la huelga reivindicativa de marras era el tercer intento que buscaba la caída de Evo Morales, después de la revuelta de los “medialuneros” (de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) y luego de la VIII marcha indígena en defensa del TIPNIS (2011). Y entre los aduladores del Presidente no faltaron los que, como en toda protesta social y política de los trabajadores y del pueblo, imaginan a la CIA coordinando con los que se alzan por el pan, la vida y sus derechos, lo que es irrenunciable. No descartamos que la CIA conspire, sobre todo contra gobiernos consecuentemente antiimperialistas, para ello existe ese tenebroso organismo, pero jamás lo hará por una causa de veras popular y plurinacional.
Otra vez el Presidente convocó a campesinos, campesinas, colonizadores, cooperativistas mineros, propietarios del transporte, a los medianos propietarios, para que lo defiendan, aunque sólo él, al parecer, sintió amenazado su poder unipersonal. Y acto seguido llamó a defender la democracia y el proceso de cambios, así como lo han hecho sus obedientes seguidores.
Los seguidores del Presidente, sus aliados (incluidos los que se comportan como sus socios y, en apariencia, no como patrones que son), básicamente, siguen siendo una respetable pero disminuida fuerza electoral, es decir, están para ganar elecciones, pero son casi una nulidad completa cuando se trata de que le pongan el hombro, por ejemplo, a la batalla para aumentar la producción en beneficio de los bolivianos, excepto cuando se trata de incrementar desmesuradamente las plantaciones de coca.
Tendría que preocupar a los gobernantes que sus parciales sólo se muevan, como el pez en el agua, cuando les mienten para convencerlos de que el Jefazo está amenazado con ser sacado de la Presidencia o que cuando menos se lo quiere desestabilizar con una huelga reivindicativa.
Dadas las dimensiones de la economía boliviana, la huelga de los mineros de Huanuni ha causado estragos en esa empresa, lo que pudo evitarse si tuviéramos un gobierno democrático y popular o de los movimientos sociales que se anticipara al conflicto con propuestas destinadas a satisfacer las demandas justas de los trabajadores y del pueblo. Aunque lo saben, a los gobernantes no debemos dejar de recordarles que una huelga, aunque sea de un día, daña la economía y/o los servicios, para eso es una huelga. Y aquí hemos llegado al extremo de que, los trabajadores, ejecuten una medida de fuerza para obligar a los gobernantes a conversar para discutir soluciones para superar un conflicto. Ese comportamiento de los gobernantes otra vez nos convence de que ellos cada vez más dejan la defensa de los intereses del pueblo, en aras de la defensa de sus socios: los propietarios medianos, en alianza con empresarios grandes y, entre éstos, transnacionales.
La Empresa Minera Huanuni es de propiedad pública y el gobierno la administra mediante Comibol. Algo no deben estar haciendo bien los gobernantes, desde la corporación estatal, por eso también no marcha como debía la producción en Huanuni. Falta alguna autocrítica de los gobernantes. ¿Será posible? Dudamos que llegue.
Los gobernantes aseguraron que otra vez se organizaba un golpe (en rigor, inventaron el rumor del golpe) para desunir, desorganizar, desanimar e intimidar a los huelguistas y, al mismo tiempo, para reforzar el apoyo a Evo Morales, a su gobierno y a los cambios (éstos para nosotros son reformas que pierden su contenido avanzado).
Otra mentira más difundió el Presidente: dijo que los bloqueos de caminos que él encabezó tantas veces fueron para que se respete la soberanía de Bolivia, en contra de los imperialistas de la DEA y que no fueron acciones en contra del Estado. Esa es una lectura presidencial chueca porque esos bloqueos de cocaleros, además de que tenían un clarísimo contenido político, eran antigubernamentales, antiestatales. Si nosotros hubiéramos sabido que los bloqueos de caminos, dirigidos por el actual Presidente, no tenían como meta cuando menos desgastar al Estado, lo hubiéramos apoyado con menos entusiasmo. Esa mentira del primer mandatario, con lo que pretende escribir una nueva historia de Bolivia de acuerdo a sus halagadores, tiene el propósito de mostrarlo como constructor, lo que le podría servir en su campaña por una segunda reelección que viola el punto dos de las medidas transitorias de la Constitución Política.
También es una mentira del Presidente, dicha ante gente que merece mayor consideración, que la verdadera COB se reunió con él en la plaza Villarroel de La Paz el jueves 23 de mayo (2013). Aunque cueste asimilar a los cobistas de cepa, nosotros creemos que de una vez los campesinos, campesinas, colonizadores, cooperativistas mineros, propietarios del transporte… deben organizar una central sindical separada del máximo sindicato del país, mejor dicho una asociación de propietarios medianos. Éste, la COB, seguirá dentro de su laberinto, pero tenemos la esperanza de que saldrá de él para luchar por la emancipación de los trabajadores como obra colosal. Si los gobernantes y masistas insisten en dividir la COB, saldrán derrotados, para ellos es más fácil constituir una central sindical de medianos propietarios.
De los mineros hemos recibido una noticia mala y otra buena. La mala es que ellos renuncian a parte del salario por los días de huelga, lo que es una renuncia a la mita H, es decir, al derecho a la huelga, lo que un destacamento sindical, que se cree vanguardia, no tiene que hacer. La noticia buena es que ellos no han firmado ningún acuerdo con el gobierno y que esperan que pase el mes de plazo para leer los más de 30 artículos de la Ley de Pensiones modificados de acuerdo a los intereses legítimos y legales de los jubilados.
Un dirigente de los profesores urbanos del país ha dicho que negociarán con el Ministro de Educación trabajar, por ejemplo los días sábados, para reponer los días de la huelga en ese sector, así creen que evitarán los descuentos. Si se imponen los descuentos a los profesores, añadió que éstos dejarán de acatar medidas para ejecutar la actual reforma de la escuela. Esos profesores y dirigentes sindicales, como en otras oportunidades, navegan en dos aguas: por ellos decimos que camba viejo no aprende a rezar o que el genio y la figura que tienen se lo llevarán a su sepultura.
Lo menos que debemos exigir del Presidente es que respete los derechos de la gente del pueblo, ni más ni menos; derechos que están en la Constitución Política del Estado, aprobada en su primer mandato.
A manera de conclusiones decimos:
—Que los últimos días hubo una huelga reivindicativa, un momento de la lucha de clases o de un conflicto, del que perdió el gobierno cuando menos “algunas moneditas” (como dijo un ministro entonces tras de una huelga reivindicativa y política en Potosí de 19 días), en cambio, los trabajadores y quienes los apoyaron avanzaron en una larga marcha que no es ni será fácil.
—El movimiento de los trabajadores, además, nada tuvo que ver con un golpe, el que inventan los gobernantes para conseguir que se concentren y marchen sus parciales, cuya cuenta por ese accionar la pagaron los gobernantes, al menos en parte, con nuestro dinero.
—Ante conflictos como el que hemos vivido y/o protagonizado, el Presidente y los gobernantes difunden mentiras que nunca alcanzarán la dimensión de las ideas precursoras que cuando son recogidas por gente del pueblo se convierten en fuerza material invencible.
Aunque Evo Morales y los gobernantes hayan vencido a los trabajadores, en la lucha de éstos por mejores pensiones, para el Presidente al menos sería una merma política, una pérdida de electores, aunque sus llunk’us aplaudan hasta reventarse las manos por una victoria que no sería verdadera.