Fanthy Velarde
Siguen ahí,
en el camino que muchos llaman Carretera de la Muerte.
Flacos
enfermos
con hambre
a ración de arroz y fideo,
compartiendo el frío.
Pero caminan.
Sin armas, ni escudos,
con flauta y tambores
con la bandera blanca, la Enflorada,
con la bandera colorida de los Andes,
con la bandera tricolor, la Confundida,
y con la bandera huérfana de los pueblos
esperando que muchos entiendan
el afán que los motiva.
Expuestos al sol,
a la cámara fraterna y a la escondida,
con los ojos abiertos
para ser reconocidos.
Los que miramos la tele
veremos las manchas,
los mapas de dichas y miserias
que más nos convengan.
Ojalá viéramos
los bosques verdes y húmedos
la lluvia cristalina
los peces limpios
la gente de la selva
que mansamente vive
dispuesta a celebrar
un nuevo siglo
con su paso tranquilo,
con su amor entero
listo a compartirlo.
Telefonía
Por la charla celulera
sé que se han sentido huérfanos de abrazos y de amores.
Quien creyera...
a pesar de tanta humillación,
se gustan, se quieren,
y se han prometido
no darse por vencidos.
Les gusta su mundo
de santos, de jichis, de familias,
de vida de a pie, canoa en el agua,
arroz, chivé, carne del monte.
Tienen miedo y no lo niegan
a policías y soldados;
y creo que a alguna otra gente.
Por eso restañan su desierto con la piel del otro;
los que vinieron desde arriba y desde lejos.
Quizás mañana cambie la historia
y de nuevo, tranquilamente, volverán a sus faenas,
y podrán mirar con orgullo a sus ancestros
y caminar con sus hijos sin miedo por la selva
sin oír más que la música del viento.
Hace un instante,
sus ojos caminaron las estrellas,
conversaron;
y me dijeron que están en paz;
que aún creen en nosotros... todavía.