Octubre de la democracia
Erick R. Torrico Villanueva*
lunes, 12 de octubre de 2020
Octubre está a punto de confirmarse como el mes-símbolo de la recuperación de la democracia. Las votaciones del domingo 18 serán fundamentales para ello.
Hace 38 años, luego de una secuencia casi ininterrumpida de regímenes militares que comenzó en 1964, Bolivia volvía a vivir bajo las garantías constitucionales y era escenario de la instalación del primer gobierno de la democracia reciente. El 10 de octubre de 1982, la asunción presidencial del Frente de la Unidad Democrática y Popular liderado por Hernán Siles Zuazo y Jaime Paz Zamora marcaba, así, el tiempo de un nuevo comienzo para la política en el país.
El trayecto, sin embargo, fue sumamente accidentado. Esa experiencia inicial tuvo que enfrentar el fuego cruzado de los partidos conservadores, el sindicalismo radical y el empresariado privado, y lo hizo además en un contexto de explosión de las demandas sociales de dos décadas, una inflación casi incontrolable y la amenaza latente del golpismo uniformado.
El peligro inminente del regreso al autoritarismo llevó a que el presidente Siles adelantara para 1985 las elecciones nacionales y entregara el poder a Víctor Paz Estenssoro, del Movimiento Nacionalista Revolucionario, quien de inmediato estableció un rígido plan antiinflacionario junto al programa neoliberal de ajuste estructural y se alió más tarde con la Acción Democrática Nacionalista del ex dictador Hugo Banzer Suárez.
Empezó entonces un lapso de 17 años en que los acuerdos inter-partidarios para conformar gobierno se hicieron norma. A eso se le dio el mal nombre de “democracia pactada”, designación errónea por cuanto la democracia siempre implica negociaciones y consensos. Pero ese modelo político hizo agua entre 2000 y 2003 y se volvió a configurar una situación de profunda crisis que terminó con la práctica expulsión de la escena política de todas las organizaciones partidarias que protagonizaron esa etapa.
El 17 de octubre del último año citado representó un segundo gran momento de ratificación de la voluntad democrática de la ciudadanía, pues se aseguró el orden constituido y Carlos Mesa Gisbert sucedió en la presidencia a Gonzalo Sánchez de Lozada, quien renunció al cargo como producto de la resistencia civil de los sectores populares y medios a las desatinadas medidas económicas que pretendía ejecutar. A ello coadyuvaron, cómo no, la soberbia de la “clase política” –que ya había perdido toda relación con la realidad de la gente– y la represión militar que ordenó el gobernante provocando la muerte de más de 60 personas en El Alto.
Sin embargo, la inestabilidad que luego sobrevino condujo a la dimisión del débil gobierno de Mesa, que tenía enfrente al parlamento, los sindicatos cocalero y campesino especialmente y sólo contaba con el respaldo decreciente de una difusa opinión pública urbana en el occidente del país. En una averiada sucesión constitucional (pues dejó fuera de carrera a los presidentes del Senado y la Cámara Baja), un gobierno de emergencia se ocupó de organizar nuevas elecciones para finales de 2005, las que dieron un triunfo inusitado al Movimiento al Socialismo, el cual no necesitó de alianzas para hacerse del poder.
Otra vez la democracia logró subsistir y la expectativa general se centró sobre todo en las posibilidades de concertación nacional y renovación ética que podía traer la llegada de nuevos actores políticos. No obstante, el curso de las circunstancias mostró relativamente pronto que no era posible esperar mucho. Para 2009 el rumbo ya había sido fijado y señalaba con claridad que el cambio que se proclamaba sólo era la fachada de las ambiciones de un grupo que, desde entonces, perdería toda noción de realidad, se envanecería al máximo y apelaría a todos los recursos disponibles para tener el control permanente de la nación.
Ese nocivo proyecto contra el pueblo y la Constitución dio después otros pasos que acabaron de situarlo fuera de la ley: el desconocimiento de los resultados de un referendo que dijo NO a la reelección presidencial indefinida (2016), la absurda invención de un “derecho humano” a esa reelección (2018) y la habilitación irregular de los candidatos oficialistas para un cuarto mandato gubernamental consecutivo (2019). Esa serie de conductas fraudulentas fue completada en los comicios de hace un año con la manipulación de los datos electorales y el rechazo a la segunda vuelta que correspondía llevar a cabo.
Fue entonces que resurgió octubre. Una movilización ciudadana nacional se irguió contra la impostura y la prepotencia e hizo retroceder a los autoritarios que, ya sin legalidad, habían perdido también la legitimidad. Veintiún días de rebelión pacífica –“¡Nadie se rinde!”– precipitaron el derrumbe de ese esquema de poder que por casi 14 años seguidos administró el Estado discrecionalmente. Y se volvió a abrir el horizonte democrático.
El próximo día 18, a casi un año de esos acontecimientos, la convicción que surja de las urnas debe ser un homenaje a la memoria de esa victoria multicolor. Octubre de 2020, al igual que en 1982, 2003 y 2019, será así, una vez más, el octubre de la democracia.
*Especialista en Comunicación y análisis político
Twitter: @etorricov
No me someto a la Constitución ni a ninguna ley: Evo Morales
Evobadas
Redacción Aquí
Evo Morales hizo esta confesión en julio de 2008, a solo dos años de haber iniciado su gobierno. La pronunció en un acto en Cochabamba donde anunció obras de YPFB. Allí se mostró lo que fue y sigue siendo: un autoritario que estaba y está por encima de cualquier normativa del Estado:
“Yo he aprendido que por encima, por encima de lo jurídico es lo político (sic). Quiero que sepan, yo a veces cuando algún jurista me dice: ‘Evo te estás equivocando jurídicamente, eso que estás haciendo es ilegal’, bueno yo le meto por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados: ‘si es ilegal, legalicen ustedes, para qué han estudiado’… y tienen que legalizar.”[1]
https://www.youtube.com/watch?v=iQgppmweyOg
El comportamiento de Morales, propio de un dictador, es reiterado con otra frase memorable ocho años después, en diciembre de 2016, en un Congreso del MAS en Montero: los proyectos deben partir de las bases, aún si estos no están de acuerdo a la ley, “si vamos a estar toda la vida sometidos a la ley, no se puede hacer casi nada.”[2]
En realidad, Morales no se sometió a las leyes ni siquiera a la nueva Constitución Política del Estado aprobada (2009) durante su primer gobierno por la mayoría de los bolivianos, ya que no cumplió el mandato que señala que solo podía ser reelegido una sola vez, imponiendo con su autoritarismo ser reelegido por tercera vez.
Morales no satisfecho con su tercera gestión ilegal, desconoció el mandato del pueblo que le dijo No en el Referéndum del 21 de febrero de 2016. Su deseo manifestado así en Chimoré en diciembre de 2016: “Escúchenme bien: si yo fuera presidente del Tribunal Supremo Electoral (…) el referéndum del 21 de febrero de oficio hubiera anulado, porque ha ganado la mentira (…) claro la derecha usando la mentira”[3], lo consiguió con una Sentencia del Tribunal Constitucional hecha a su medida, con la cual se postuló para un cuarto mandato que no pudo lograrlo por la rebelión popular que se desató al descubrirse el fraude que había montado.
Desde los inicios de su régimen (2006) hasta que huyó (2019) Morales manifestó su desprecio por las normas y desplegó abiertamente su carácter dictatorial.
[1]https://www.libertaddigital.com/mundo/evo-morales-confiesa-que-da-pasos-ilegales-en-bolivia-para-aplicar-sus-reformas-1276335615/
[2] https://www.lostiempos.com/actualidad/nacional/20161216/evo-si-nos-sometemos-ley-no-hacemos-nada
[3] https://www.eldia.com.bo/index.php?cat=426&pla=3&id_articulo=216311
Obras son horrores
sábado, 3 de octubre de 2020
La desmemoria es insultante para quienes hemos sufrido dictaduras, incluida la de Evo Morales. No ayuda que carecemos de una justicia que nos inste a recordar. La ausencia de justicia independiente y proba es parte del problema. Y otra parte es la falta de valores y ética en los bolivianos.
Gracias a 10 años de bonanza por los altos precios de las materias primas en los mercados internacionales (2005-2015), el régimen autocrático de Morales captó más recursos que todos los gobiernos durante los 100 años anteriores. No es una exageración: antes de 1952 el Estado recibía migajas por el estaño mientras Patiño era uno de los más ricos del mundo. Después de 1952 mendigamos ayuda internacional durante dos décadas hasta que la dictadura de Banzer se benefició de los altos precios de hidrocarburos, minerales y ciertos rubros agrícolas como el algodón, cuya sobreexplotación dejó nada más que dunas de arena y una obesa burguesía cruceña.
Banzer dilapidó y endeudó al país durante siete años de corrupción y negociados familiares, pero los recursos malversados representan pipocas comparados con los que despilfarró el emperador Morales: las reservas llegaron a 16.000 millones de dólares y con la misma facilidad se esfumaron, dejando una deuda contratada de 8.000 millones de dólares, una cruz para las futuras generaciones.
El impostor que posaba como faraón en Tiwanaku se dedicó a gastar, pero no a invertir y crear empleo. En complicidad con el títere que funge de candidato del MAS (antes oscuro funcionario en gobiernos neoliberales), Morales firmaba contratos millonarios sin estudios de factibilidad y sin licitaciones, abriendo la puerta a la corrupción y a los elefantes blancos.
Refresquemos la memoria de quienes cierran ojos y oídos sobre el periodo del jefazo, donde las “obras son horrores” (y no amores como dice el dicho). Bastaría una docena de casos emblemáticos para que Morales y sus exministros pasen el resto de su vida presos, pero hay mucho más.
La planta de urea en Bulo Bulo, paradigma de ausencia de planificación, es una de las joyas corruptas de la corona del autócrata. El ingenio de San Buenaventura que tuvo que prestarse caña para moler es otro ejemplo monumental. El satélite Tupaj Katari, con sobreprecio y una vida útil que no le permitirá amortizar su costo. La sede de Unasur en Cochabamba, ahora tragada por la maleza. El aeropuerto de Chimoré diseñado para el narcotráfico y los de Oruro, Monteagudo, Ixiamas, Apolo y otros que nunca operaron. Las empresas estatales Quipus, Papelbol, Enatex y otras quebradas por la mala administración y la corrupción.
En otro nivel de enorme significado simbólico están los gastos de la megalomanía de Morales. El lujoso museo de Orinoca, en un pequeño pueblo sin alcantarillado. El fálico palacio de gobierno de 28 pisos del que huyó en helicóptero horas antes de renunciar. El teleférico de La Paz, muy colorido pero insostenible debido a su sobreprecio, tendrá que ser subvencionado durante toda su vida útil hasta que caiga en pedazos. El lujoso avión presidencial que estaba destinado a un multimillonario equipo de fútbol europeo. El hangar presidencial de El Alto que costó más de dos millones de dólares con jacuzzis y habitaciones lujosas. El edificio del Congreso, la residencial presidencial en Sucre, etc.
A ello se suma “Bolivia cambia, Evo cumple”, apropiación de 600 millones de dólares anuales asignados al Ministerio de la Presidencia de libre disponibilidad para uso del tirano, su caja chica de “gastos sin reserva” y propaganda electoral permanente: desde las carreteras que no se terminaron, hasta la escuelita más pequeña, pasando por los coliseos y mil canchas de césped sintético que no se usan, más los complejos urbanos de “vivienda social” que están en pleno abandono.
Se debe investigar la corrupción en Jindal, CAMC, Fondo Indígena, Quiborax, Banco Unión, Neurona Consulting, Codesur, Dakar, Entel, Anapol, barcazas chinas, YPFB, Río Negro, Lucianita, TV Abya Yala, Ecebol, Gravetal, Lamia, Epsas, Emapa, Vías Bolivia, Uelicn, narcotráfico y contrabando. Donde se ponga el dedo salta la podredumbre sin parangón con otro gobierno en la historia de Bolivia.
La profesión más requerida en los próximos años será la de auditor, porque en cada uno de los proyectos sin licitación hubo corrupción y mala ejecución. Empezó el primer año del régimen, con un cheque en blanco que extendió Morales a Santos Ramírez, su compinche de cama y rancho, para que se enriqueciera en YPFB, y no terminó hasta que el autócrata huyó (llevándose dinero) luego del fraude electoral, aterrorizado cuando el Ejército y la Policía se negaron a disparar contra las “pititas”.
Las escuelas y canchas (cuya inauguración costó más que la propia obra), se caen en pedazos. Carreteras como la de Copacabana fueron abandonadas por empresas “accidentales” que se llevaron el dinero. Estadios, mercados y coliseos son depósitos inutilizables para los fines originales.
Morales y su ministro de finanzas, Arce Catacora, tendrán que responder por cada uno de esos gastos arbitrarios. Una misión de la ONU contra la corrupción (como la CICIG en Guatemala) sería imprescindible. El próximo gobierno democrático tiene una tarea enorme para revelar y castigar la corrupción más grande de nuestra historia. Si no lo hace el primer día, nacerá débil y durará poco.
*Escritor y cineasta
@AlfonsoGumucio
Publicado en el periódico Pagina Siete el 3 de octubre de 2020
Evobadas
Si no votan por mí no tendrán obras
Redacción de Aquí
“Evo cumple, Tupiza no cumple ¡Cuidado!”[1]: así sentenció Morales a unos vecinos que le pidieron ayuda tras la riada que arrasó gran parte de esa ciudad en febrero de 2018.
El chantaje que usaron “si no votan por el MAS no tendrán obras”, fue el constante comportamiento excluyente de los jerarcas de ese partido.
La revancha del jefazo a no prestar ayuda a los damnificados de la riada en Tupiza fue porque la población de Tupiza dijo No en el Referéndum del 21 de febrero de 2016 con el que pretendía la reelección, aunque luego desconoció ese voto mayoritario con una sentencia constitucional hecha a su medida por la que candidateó ilegalmente por cuarta vez el 2019.
Aunque luego al autoritario Morales se lo vio ese día con botas dando paladas al lodo (en realidad haciendo un show propagandístico) su desprecio y sentido de venganza no será olvidado por los pobladores de Tupiza.
Este espacio está destinado a recuperar sandeces, improperios, vivezas, infundios y otros dichos atrevidos expresados durante los casi 14 años por varios jerarcas, pero sobre todo por el huidizo que se creía presidente eterno en esa vorágine de poder desmedido que desplegaron sin vergüenza.
[1]https://www.lostiempos.com/actualidad/pais/20180202/evo-cumple-tupiza-no-cumple-frase-morales-que-genera-molestia
Una profunda sensación de desesperación
sábado, 3 de octubre de 2020
No es la política que me desespera, son los políticos bolivianos que me crispan los nervios. Existen buenos políticos en este país, pero la enorme mayoría caminan por un sendero que sólo los lleva a mirarse el ombligo; son ellos y nada más lo que interesa. Transitan hacia la ansiada encrucijada de llegar a la posición que les abra las puertas para llenar sus vacías arcas –o medias llenas– que hasta el momento de llegar al poder sólo era el sueño deseado. En un país donde los más ricos son lunares y las alternativas de enriquecimiento son tan pocas, la práctica política se muestra como la más accesible al poder y la riqueza.
Bolivia es calificada en textos académicos y de los otros como única por su pobreza. Describen un país que ocupa los niveles más bajos del Índice de Desarrollo Humano, con un ingreso por persona en términos de poder adquisitivo que nunca superó los últimos puestos respecto a sus vecinos latinoamericanos, con un Índice de Complejidad Económica que, en vez de mostrar mayor capacidad y sofisticación en sus exportaciones, ha caído a los más bajos rankings internacionales. Índices que exhiben estas realidades desde hace varías décadas.
También hablan de sus formidables riquezas, ya por lo que muestra su exuberante y diversa naturaleza, ya por la potencialidad que se encuentra en este vasto territorio. Los contrastes son enormes entre lo que este país tiene en potencia y lo poco que de ella se transforma en bienestar para su gente.
No se reconoce, sin embargo, que su fuente de riqueza está en su población, la cual debería ser el centro de las políticas sociales y económicas. Se ve en esa población votos para ascender en la carrera hacia el poder, se ve en ella fuerza laboral que con míseros salarios se conforman; son simples peldaños que, en su mayoría, se buscan la vida en pequeñas actividades referidas como informales. Son, como diría Sen, “esclavos satisfechos” no por voluntad propia, sino por los condicionamientos sociales que los aprisionan mental y físicamente. La denominada población informal es necesaria para otorgar estabilidad social. No es una gran masa inmóvil. Sus gentes suben y bajan de ella como de un repleto camión que los carga entre el tener un día para comer y la duda que el siguiente ya no tengan para hacerlo. Lo cierto es que se conforman con poco.
Las clases gobernantes, en todas las instituciones que copan, desde el Palacio de Gobierno hasta las universidades, han preferido gastar dineros en elefantes blancos para demostrar que gracias a ellos se avanza, aunque han sido formas de derroche en grandes maquinarias industriales, edificios, estadios, aeropuertos, coliseos, plazas y canchas que no se usan o solo sirven parcialmente. Se ha derrochado el dinero en grandes palacios, residencias, edificaciones por doquier, sin que primero se piense en gastar en favor de la gente. En favor de una educación que vaya paralela a actividades económicas que efectivamente aprovechen lo que el país en cada piso ecológico ofrece abundante y generosamente.
No es privilegiando el uso de máquinas en vez de las personas que Bolivia se desarrollará, es exactamente al revés. No es que estas actividades económicas son raras o estrafalarias, es que simplemente las clases dominantes no ven a la gente tal como es, qué es lo que hace hoy y pueden hacer mejor. Si tan sólo tuviera la educación que la mejore en lo que hace, si tuvieran la salud que le permita una larga y saludable vida…
No digan que faltan los recursos o el financiamiento. Lo que falta es la voluntad de hacer lo que se debe hacer para la población. La inversión pública en los tres últimos lustros ha sido gigantesca, pero sin proyectos bien diseñados, sin un plan que los guíe. La improvisación y el deseo de enriquecimiento ha sido más intenso en los políticos que manejaron la maquinaria del poder. Lo peor es que las elecciones que vienen no cambiarán nada. Las pugnas personalizadas continuarán y la clase política seguirá en su carrera de popularidad. De ahí mi profunda desesperación al mirar un futuro próximo que frustra y exaspera.
*Economista.
Publicado en el periódico Página Siete el 3 de octubre de 2020