El inútil debate sobre la fecha de las elecciones
viernes, 17 de julio de 2020
Diariamente se publican opiniones y contra-opiniones sobre la pertinencia de tener elecciones en el mes de septiembre, dada la previsión de que la pandemia del Covid pueda alargarse hasta esa fecha. Que no se puede arriesgar (más de lo que ya está) la salud de la población, que sería favorecer a los electores fanáticos del MAS; que pase lo que pase no se puede seguir alargando la presidencia interina de Jeanine Áñez…
¿Realmente el problema es la fecha de las lecciones?
Personalmente —y me consta que no soy el único que piensa así— el problema no es la fecha, el problema es la falta de candidatos/as por quienes valga la pena votar. Sin contar los candidatos/as decorativos, que son la mayoría, encontramos tres que pueden contar con porcentajes significativos de votación.
Una es la actual presidenta interina, que ya está demostrando que, más allá de su permanente sonrisa, no sirve para el cargo, ya que como presidenta sólo genera decepción tras decepción (y de hecho el porcentaje de población que dice votaría por ella va disminuyendo). Y parte de la decepción proviene precisamente de que esté más preocupada de su candidatura que de su actual gestión.
Otro es Carlos Mesa, un político indudablemente inteligente, y muchos creemos que honesto. Pero ya fue presidente y, tras un discurso fantástico en su posesión del cargo, vino a demostrar que no sabía qué hacer con el país (que realmente no es un país fácil de gobernar), ni tiene la visión necesaria a la hora de seleccionar colaboradores; hasta el extremo de que se vio obligado a renunciar a la Presidencia, lo que por un lado confirma su honestidad política, pero por otro cuestiona su capacidad para dicho cargo.
Y el tercero —presunto ganador, con o sin la mayoría necesaria para no ir a segunda vuelta— es Luis Arce Catacora, famoso ex ministro de Economía de Evo Morales. Nadie discute su inteligencia ni su demostrada capacidad profesional. Pero su gestión como ministro nos deja un peligroso antecedente de autoridad más preocupada de sí misma que de la población, además de preocupada de satisfacer a su presidente.
Veamos algunos datos de los años en que fue autoridad nacional:
? Contrataciones irregulares de onerosos sistemas de software, que al cabo de 10 años demostraron haber sido un gasto inútil de millones de dólares, que beneficiaron a una empresa fantasma panameña, denominada Sysde.
? Luego Arce intentó contratar a la empresa colombiana Heinsohn, con la que se firmó un contrato con un supuesto sobreprecio de más de 5 millones de dólares.
? Dos años después Arce autorizó que se hiciera una invitación directa a la misma empresa (por 5,4 millones adicionales, realmente algo incomprensible en un profesional capaz).
? Autorizó el gasto de 2.000 millones de dólares para el Fondo Indígena (que no está claro dónde fueron a parar) y para decenas de “elefantes blancos”; y de 6,9 millones de bolivianos para la compra de vidrios blindados y otros equipos de seguridad (como un “servicio ultrasónico” para ese tremendo palacio de gobierno que se llamó “la Casa del Pueblo”), ¡y otros 10 millones de bolivianos para la compra de alfombras persas y muebles importados!
Es decir que compartió los delirios de grandeza de su presidente Evo Morales, un delirio de grandeza que afectó a Evo después de sus primeros cuatro años de mandato, confirmando aquel principio de que ”el poder crea daño cerebral”; pero con el agravante que Arce Catacora iniciaría su gestión presidencial ya con ese “daño cerebral” encima.
Realmente, más allá de su capacidad profesional que nadie discute, sería un presidente peligroso nada menos que por el desconocimiento de su propio país, al que parece confundir con Arabia Saudita.
Eso supuesto, lo que debiera preocuparnos no es la fecha de las eventuales elecciones. Lo que debiera preocuparnos es la aparición de candidatos o candidatas que tengan claridad sobre las condiciones de este país nuestro (y que además prevean las consecuencias a largo plazo de la pandemia que nos amenaza).
No lo tenemos nada fácil, ¿verdad?
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (Cueca) de Cochabamba.
(Publicado en el periódico Página Siete el 17 de julio de 2020)