viernes, 08 de noviembre de 2019
La crisis política sigue sin resolverse, incluso parece estar cada vez más lejos de cualquier solución. Si algo caracteriza la angustiosa situación que vivimos es la incapacidad de diálogo, el recurso al insulto, la descalificación definitiva, el odio a quien piensa diferente y, para colmo de desconcierto, la argumentación teológica o religiosa (que en un Estado laico, como el nuestro, no tiene razón de ser).
El actual Estado Plurinacional respeta la diversidad de creencias y, por tanto, no tiene sentido el debate con argumentos religiosos. Sin embargo, ahí están los intensos gestos hiper-católicos del presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz y ahí también el presidente Evo Morales, que públicamente se profesa “católico” (¿no será que ahora se va a poner de acuerdo con la Conferencia Episcopal?), dejando al margen al elevado porcentaje de población que practica otras religiones (la mayor parte evangélicas) o que no practica ninguna...
Parece que la famosa “Revolución Democrática y Cultural” ha acabado siendo uno de los muchos principios fundamentales del actual proceso, que empezó siendo “de cambio” y que ahora vuelve a lo peor que hemos vivido. Esa “revolución” tenía como elemento central la capacidad de diálogo y la resolución democrática de desacuerdos, lo que incluye el respeto a la mayoría (y también el respeto a las minorías). Pero todo ese diálogo enmarcado en el respeto a la legislación vigente —mientras no nos pongamos de acuerdo en cambiarla— y, por tanto, el respeto a la Constitución Política del Estado. Sin embargo, el primero en violarla ha sido el propio Presidente cuando desconoció el referendo y decidió candidatear para un cuarto período (que a fin de cuentas es la causa histórica de los actuales conflictos).
A partir de ahí lo que menos hay es capacidad de diálogo y viene su sustitución por el uso de la fuerza. Y a estas alturas ya tenemos tres muertos (dos en Montero y uno en Huayculi) y ojo, los tres pertenecen a sectores opositores, por lo que cabe afirmar que en sus respectivas muertes han influido autoridades del Estado. En los sucesos de Vinto (cerca de Quillacollo, Cochabamba), llamaba la atención la participación activa de la Alcaldesa del MAS, que institucionalmente cometió el error de apoyar desde el Estado a campesinos y mineros que iban a meterse en los líos de Huayculi, pero a la que también hemos visto por Tv con los cabellos cortados y toda la cabeza pintada de rojo (y menos mal que la salvaron los famosos “motoqueros”).
Ni lo que dicha Alcaldesa hizo ni lo que ella misma sufrió es parte de una sociedad democrática y respetuosa de los derechos humanos (al margen de cualquier confesión religiosa y política). Pero además, nos preguntamos qué hacía en Vinto don Feliciano Vegamonte (presidente del Conalcam, cuya hija por lo visto trabaja en dicha Alcaldía), quien acabó siendo también víctima de violencia…
Podemos preguntarnos si todavía existen restos de aquella Revolución Democrática y Cultural que era el horizonte del proceso iniciado en 2006. La respuesta es que de “revolución” queda muy poco, de “democrática” no queda nada y de “cultural” todavía menos. El espíritu de comunidad se pierde cada vez más y el propio Gobierno no deja de plantear la sobada y vacía concepción del “desarrollo”. Por supuesto, en diferentes sectores de oposición la visión es la misma, y la pelea seguirá siendo por disfrutar de ese “desarrollo” (cada vez más lejano).
En cuanto al presidente Evo Morales, aparece cada vez más aislado de la realidad y de la sociedad, ya que pese a su antigua inteligencia política no se da cuenta del crecimiento, y radicalización de las fuerzas opositoras (que por lo demás tampoco entienden de diálogo y aparecen sumamente fragmentadas). Sin embargo, a estas alturas la solución pasa por su renuncia a la Presidencia, lo que demostraría su amor a la Patria, que lo que más necesita es paz y tranquilidad, trabajo y producción, y derecho a la libre circulación.
Nunca es tarde, compañero Presidente…
*Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.