Vamos a andar
Rafael Puente
viernes, 08 de febrero de 2019
Se ha puesto de moda meter en la misma bolsa las críticas a lo que está ocurriendo en Venezuela y Nicaragua con críticas al régimen cubano. Sin embargo, por un mínimo de seriedad política debemos hacer un análisis más preciso, puesto que no hay comparación entre los dos primeros casos —fruto de procesos políticos frustrados y frustrantes— y la Revolución Cubana, que se ha dado el lujo de cumplir 60 años con muy buena salud, a pesar del implacable cerco que le impusieron los Estados Unidos.
Más allá de las críticas, que también se le puede hacer al régimen cubano (por ejemplo por su exceso de estatismo), lo que es evidente es que la revolución que dirigió Fidel ha sido probablemente la más profunda y duradera de la historia universal. De hecho, cuando se desintegró la Unión Soviética y cayó el muro de Berlín, mucha gente estaba convencida de que la Revolución Cubana también había llegado a su fin, sin pensar seriamente en lo que ocurría —y ocurre— ahí adentro; y si ahora aparecen síntomas de un comienzo de cambio del sistema, se trata de un cambio planificado, ordenado y pacífico.
1. Para empezar, la Revolución Cubana fue absolutamente nacional —cubana— en su gestación y en su implementación, no fue una copia de otros procesos ni fue impuesta desde afuera. El socialismo cubano ha sido diferente de los socialismos clásicos (pensemos sólo en las poderosas cooperativas agrícolas —por tanto no estatales—, cosa que no se había dado en ningún otro modelo socialista).
2. En segundo lugar, la Revolución Cubana nunca estuvo sola e internamente el Estado no tuvo que ejercer la violencia contra la población, sino sólo contra determinados sujetos, que al final prefirieron irse a Miami. De hecho, la Revolución de 1959 no planteó para nada el socialismo como sistema, sino que llegó a asumirlo como reacción a las agresiones norteamericanas (la decisiva fue la invasión a Playa Girón).
3. A esto se añade —y es la tercera diferencia— el hecho de que su peligrosa cercanía geográfica respeto del imperio norteamericano en el fondo ayudó a consolidar la convicción revolucionaria, tan sólidamente que pudo resistir y superar la crisis mundial del socialismo.
4. La cuarta diferencia es que en la Revolución Cubana los esfuerzos del pueblo, los sacrificios del pueblo, el trabajo del pueblo, no se pierden en la subsistencia anquilosada de una burocracia ociosa, sino que revierten en constantes progresos del bienestar social y de la producción. Comparada con los demás países de América Latina, Cuba es la más avanzada en seguridad social, en índices de mortalidad, longevidad y educación e, incluso, en avances tecnológicos.
¿Qué otro país conocen ustedes donde la salud gratuita es no sólo un derecho de todos, sino que además tiene un nivel internacionalmente reconocido? ¿Qué otro país conocen donde no hay una sola familia sin vivienda? ¿Qué otro país conocen donde la educación es absolutamente gratuita, efectivamente universal y además de buena calidad?
5. Otra diferencia: en el Estado cubano la corrupción no es parte del funcionamiento estatal. Por eso cuando se da, la consecuencia es el juicio y el castigo inapelables (aunque se trate de reconocidos personajes, como aquel famoso general Ochoa).
6. La sexta diferencia es que esa Cuba cercada, boicoteada y amenazada no ha dejado nunca de ser internacionalista, no ha dejado de colaborar a otros países, tanto con el envío de brigadas médicas con vocación y excelente nivel, como con campañas de alfabetización.
7. Y la séptima diferencia se llamaba Fidel Castro, un comandante al que no se puede comparar con los burócratas del socialismo europeo, ni con los desorientados actuales presidentes de Venezuela y Nicaragua. Un comandante que mantuvo siempre informado a su pueblo y que nunca dejó de ser crítico respecto de las inconsecuencias y limitaciones de su propia revolución. Un comandante que nunca permitió que se pusiera su nombre a ninguna “obra” o institución… De hecho, Fidel ha sido capaz de irse (primero del gobierno y después de esta vida) sin que su ausencia provoque ninguna crisis, lo que está mostrando que la Revolución Cubana goza, realmente, de muy buena salud.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.