Teque, teque, teque… el cansino arrullo del motor de la barcaza complota con el sol beniano para adormilar a los pasajeros. Dos días de viaje sin escalas por el río ha dejado exhaustos a los viajeros.
Sobre el pontón hay una sola señal de actividad. Los menudos pasos de Christian (5 años), hijo del capitán de la embarcación, no tienen tregua. Traslada de un sitio a otro, buscando el la sombra más fresca para un desvalido pollo ciego. Le consigue agua, arroz cocido, lo acuna de tanto en tanto…
Me cuento entre aquellos miembros del pasaje que pensaron que el animal era muy poca presa para tantos comensales. Nos equivocamos, el pollo no formaba parte del menú, era el compañero de Christian, su dócil mascota, camarada de fluviales travesías.
Lo comprendimos cuando al final la noche y el cansancio vencieron a Christian que se acurrucó en un rincón abrazando a su emplumada mascota. Christian y el pollo ciego se durmieron en seguida acunados por el teque, teque, teque.
Por Arturo Choque Montaño - 22/07/2012
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