Roberto Ibarguen Chávez
—Si sube el precio de la carne de vaca, ¡importamos carne!.
—Si sube el precio de la papa, ¡importamos papa!.
—Si sube el precio del azúcar, ¡importamos azúcar!.
Dijo la señora Ministra, a coro con los parlamentarios del oficialismo.
Los parlamentarios y los líderes de opinión de la oposición no se quedan atrás, afirman a voz en cuello:
—Los cocaleros son la nueva oligarquía, y ganan montones de plata.
Está claro que tanto los oficialistas como los de la oposición tienen sus motivos para hacerlo. Los primeros porque consideran que ni el doble aguinaldo ni el teleférico o el satélite Tupak Katari, podrán equilibrar la pérdida de votos en las próximas elecciones, frente a lo que implicaría el incremento de los precios de los alimentos. Y los segundos porque creen que golpeando a los cocaleros están golpeando a uno de los principales pilares del gobierno actual.
Ambos, oficialismo y oposición, tienen razón. Nadie niega que, dentro de la población campesina o que vive en el área rural, existan grupos reducidos ya sea de agroindustriales, de productores y comercializadores ilegales o grupos que se metieron a la actividad política y la función pública, quienes en muchos casos especulan con la producción, rompen los marcos legales y normativos y logran significativas fortunas; lo preocupante es que los políticos cuidando sus intereses o tratando de atacar al otro, generalizan sus afirmaciones y se están llevando entre las patas a los grandes grupos de estos sectores de población que no se encuentran fuera de la ley, ni son ricos, ni especuladores, y a quienes se los tendría que valorar más, mucho más:
—Porque por todos es sabido, que si se pueden mantener los salarios bajos y las ganancias bajas, principalmente de la población urbana de Bolivia, esto es posible gracias a que los precios de los productos agropecuarios son bajos, y lo son, porque el campesino subvenciona esta producción principalmente reduciendo al mínimo el costo de su fuerza de trabajo.
—También porque es sabido que la población que hoy se dedica a la producción de coca es mayoritariamente una población migrante que bajó, del altiplano y los valles al trópico, porque los problemas de minifundio o los desastres naturales, limitaron de manera dramática sus posibilidades de subsistencia, y lo hicieron sin ninguna carga al erario público.
Por lo que no puede dejar de causar, por lo menos sorpresa, es que hoy por hoy, oficialismo, oposición e inclusive la población de las áreas urbanas, ante cualquier alteración de los precios de los alimentos o información sobre desvíos de la producción de la coca, estigmaticen a la población del área rural.
Pero sin duda lo que más extraña, es que el gobierno que nació de las entrañas de los cocaleros y llegó al Palacio sobre las espaldas de los campesinos tenga tan poco criterio para manejar problemas vinculados a la actividad agropecuaria; y todo lo pretenda resolver importando productos sin darse cuenta de que una solución de esa naturaleza llevaría a que se estanque la producción en el campo, se genere un significativo nivel de migración o la concentración de la producción en el monocultivo que es el sector rural privilegiado del gobierno (llámese estos cocaleros o agroindustriales). Y no es que estemos de acuerdo con el incremento de los alimentos, sin mayor sentido o explicación, como no lo estamos bajo los mismos parámetros con el incremento de precios de otros productos, la energía, el transporte, etc . Con lo que no estamos de acuerdo es que se trate de paliar una crisis, como la que se tiene en estos momentos por la escasez de carne, que tiene origen en los desastres naturales y en la mala atención de estos problemas, por parte del gobierno de turno, ofreciendo importar vacas preñadas para entregar a los productores del área rural, las que bajo las condiciones que tienen los productores campesinos lo menos que harán será abortar; mejor será que la señora Ministra ofrezca, como dicen en el oriente, pajaritos preñados.