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No me evadas, léeme

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Escrito por Coco Manto (Periodista)

Se ha vuelto moda que orilla con el lugar común, compilar en el mundo las frases poco o nada formales de personalidades de la política, la cultura, el deporte, el cine, la farándula, etcétera. Con el único atractivo de saber quien las emite, las frases pasan del lucro editorial al manejo mediático reversible en ganancias para los libreros y recalan en la coronación municipal —frente de laurel cara de Hardy— del que las acomodó en un librito.

En cualquier sitio de la Internet puede uno toparse con las gracejadas de Ronald Reagan, Carlos Menem, Felipe González, Vicente Fox y otros personajes dizque instruidos o señeros politólogos como George Bush Jr, autor de la burrada: “Una mayoría de nuestras importaciones proviene del exterior”.

Para entregar un libro como Evadas no se necesita saber redactar ni desplegar talento; basta con abaratar el esfuerzo, sin uso alguno de la gracia de crear, entresacando de los discursos los sintagmas de Evo que hicieron saltar la atención pública, por su tozudez, para entregarlas al morbo y/o la especulación opositora.

Frente a la fatuidad de Evadas hay trabajos memorables de recopilación humorística e investigación histórica. En los años cincuenta del siglo pasado, por ejemplo, el escritor chapaco O’Connor D’Arlach entregó el libro Dichos y hechos del general Melgarejo que, además de delinear la gracia fatal del tirano tarateño, describe la vida de la república colonialista en la segunda mitad del siglo 18.

Don Antonio Paredes Candia sorprendió en 1985 con sus Penúltimas Anécdotas Bolivianas, proeza bibliográfica del gran cronista que se consagró a recuperar y seleccionar de archivos y fuentes testimoniales las más floridas frases de gente invaluable, como el Libertador Bolívar, Juana Azurduy, los presidentes Belzu, Frías, Paz Estenssoro, el charanguista Mauro Núñez o el futbolista Víctor Agustín Ugarte, entre un centenar de personalidades desde 1825.

En ese libro está, por ejemplo, la picaresca de los poetas Ortiz Pacheco, Ramallo y Ameller reunidos en la plaza principal de Sucre. Uno de ellos no puede evitar un cuesco y, sonrojado, se disculpa: “Palabra suelta no tiene vuelta”. El otro lanza uno más sonoro y comenta: “Palabras sacan palabras”. Don Nicolasito Ortiz hace su esfuerzo y no logra sino un chasquido, pero dice: “A palabras necias, oídos sordos”.

El Malaco Huayrajaitta, célebre humorista de mi cantón, me escuchó referir esa anécdota y dijo que ese torneo debería titularse: “Pedo la palabra”.

Igual, y sin la tanta faramalla de Evadas, en los sesenta del siglo pasado los radialistas paceños habrían podido publicar tres libros con las cojudeces verbales del “Gordo” Mendoza y de otros sin que faltasen las barrientadas de mi general favorito. Una frase made in Barrientos fue la que le espetó a su asesor Diez de Medina: “Maestro, aquí todos hablan sólo del ‘huevo de Colón’, ¿es que no tenía dos?”

Más arriba de las Evadas que en un librito juntó Alfredo Rodríguez, y que ya amenaza con mandar a traducirlo al alemán y el inglés (?), está el sabio y original trabajo de campo del “Chaza” Monroy, que recolectó, yendo y viniendo a patatín por los entreveros de nuestra fabla cotidiana, al menos 300 expresiones dislocadas que el gran artista englobó en sus recitales y libros de “Metafísica popular”.

El rescate de las frases coloridas de nuestro mestizaje que logró el “Papirri” debería merecer, sino un reconocimiento, al menos un comentario de la HABLE (iniciales que regalo a la Honorable Academia Boliviana de la Lengua Española) ¿O no? Hable el lector.   

Finalmente, en la atmósfera festiva y sin la mala leche política de Evadas deberían también compilarse los dislates de los cambistas Percy Fernández y Rubén Costas, o las del Bombón y el Goni, sin que falte aquella terrible respuesta dada a la prensa mundial por el general Iriarte Paz, presidente del Tribunal Militar que, en 1967, estaba juzgando en Camiri al filósofo francés Regis Debray.

—¿No sabe usted, general, si se condenará a la pena capital al guerrillero Debray.

—Eso no lo sé, señor, porque yo no soy el Homo Sapiens.

Para entregar un libro como Evadas no se necesita saber redactar ni desplegar talento; basta con abaratar el esfuerzo, sin uso alguno de la gracia de crear, entresacando de los discursos los sintagmas de Evo.

David Acebey

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Santa Cruz de la Sierra

Bolivia

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