Arturo D. Villanueva Imaña*
La actual coyuntura, cuyo origen se remonta al menos al año 2011 cuando se hicieron públicos pronunciamientos y análisis demandando la reconducción del proceso, y que por tanto no puede decirse que sean recientes o que hayan surgido al calor de los nuevos entredichos que los medios de comunicación se encargaron de transmitir, en realidad está planteando un asunto de fondo que va más allá de la penosa escaramuza de ataques en la que el gobierno se encuentra empeñado. Se trata del asunto acerca de la conducción del proceso y la orientación que éste ha venido tomando.
Quien escribe a continuación, no es llunk’u ni librepensante, por lo menos tal y como se ha querido hacer entender. Tampoco y de ninguna manera asumo aquella corriente tentación por adoptar una posición que podría ser identificada como intermedia, de equilibrio o amarilla, buscando supuestos puntos de encuentro entre las visiones en disputa que hoy por hoy se expresan por intermedio del denominativo de llunk’us y librepensantes, y que hace algún tiempo se manifestó bajo el denominativo de “desarrollistas vs. pachamamistas”. Entiendo que ello sólo contribuiría a exacerbar las diferencias y, sobre todo, las descalificaciones mutuas, dejando de lado lo fundamental que tiene que ver con la orientación y el contenido del proceso de cambio y transformación democrático cultural.
Por otra parte, tampoco percibo que el mejor camino para resolver el impasse, consista en proponer o alinearme en la construcción de una tercera vía (como la que vana e inútilmente formula el MSM por ejemplo, sin ofrecer realmente nada que cambie la situación, porque no basta con plantear una buena imagen en la gestión pública), por la sencilla razón de que no se trata de disputar el gobierno y ganar las elecciones, y porque ello además de contribuir gratuitamente a una derecha incompetente e inoperante, bien podría ocultar, relegar y distraer el tratamiento de los temas de fondo del proceso, e inclusive favorecer otros intereses subalternos asociados a las pretensiones electoralistas.
En realidad, como seguramente ocurre con una gran parte de ciudadanos de a pie que se sienten interpelados y agobiados, pero sobre todo desafiados (o sencillamente catalogados) de alinearse bajo uno de los denominativos; reclamo y reafirmo mi compromiso con el ideario, los postulados y el mandato popular del proceso de cambio y transformación, que se hallan contenidos en lo esencial y a pesar de los acuerdos negociados por la Asamblea Legislativa bajo la presidencia del Álvaro García Linera, en la Constitución Política del Estado.
Considero que constituye un grave error haber dado cabida y seguir alimentando aquella refriega inútil, intolerante y sectaria que se expresa por medio de descalificaciones, amenazas y acusaciones, porque así como algunos altos miembros del gobierno señalan y alegan innumerables calificativos en contra de los denominados “librepensantes”; al mismo tiempo, esas mismas declaraciones no hacen otra cosa que facilitar argumentos a una derecha ansiosa por desprestigiar y atacar la gestión gubernamental, pero que además contribuye a debilitar y dividir a las propias bases sociales del proceso, que nos vemos forzados innecesariamente a optar por una de las partes, sin que por ello se resuelva el problema de fondo.
Lamento muy de veras que nada menos que el Presidente Evo Morales haya identificado a la gestión gubernamental como un “cernidor”, afirmando que de allí salen todos los que no pueden sostenerse y sólo se quedan aquellos que han logrado mantener su puesto, porque ese criterio puede ser asociado a la idea de que sólo se trata de tener habilidades de equilibrio y permanencia (que es muy propio de aquellas detestables disputas por pegas y cargos), pero que además si bien ello sería deseable si se tratase de que se queden los mejores, en realidad todos sabemos que generalmente se quedan aquellos que ni siquiera son los más aptos o los más fuertes, sino aquellos mediocres que se hacen funcionales y no representan (ni hacen el intento) de hacer la diferencia o aportar. En todo caso, a fin de cuentas, en realidad lo que importa no será este tipo de cernidor (aun en el supuesto o mejor escenario de que efectivamente se quedan los mejores), sino aquel otro cernidor de la historia donde lo que importa es que haya sido el proceso el que se quede y efectivamente haya alcanzado sus objetivos.
También extraño que muy en contra de los principios, valores y fines del Estado, que se encuentran establecidos en la Constitución Política del Estado, donde se señala la responsabilidad y obligación para promover y construir una sociedad plurinacional, respetuosa de las diferencias y constructora de la interculturalidad, el diálogo y la inclusión para alcanzar la unidad, se haya preferido optar por la exclusión, la intolerancia y el sectarismo que no sólo se encuentran en la antípoda de dichos postulados constitucionales, sino que alimentan la separación y división, como ha sucedido ya con el alejamiento de otros sectores sociales como los pueblos indígenas y obreros, que deberían ser aliados estratégicos y constituirse en actores protagónicos del proceso.
Sostengo que el ideario, los postulados y las banderas de lucha por la transformación democrático cultural de nuestra sociedad, nuestra economía y nuestro Estado, que han sido planteadas y emprendidas por el pueblo, aún están pendientes como resultado del paulatino abandono y la cada vez más sistemática distorsión que la gestión gubernamental imprime.
Finalmente, asumiendo que el gobierno y la sociedad civil comprometida tenemos la responsabilidad de proteger, impulsar y profundizar el proceso de transformación y cambio, deseo expresar mi demanda para que el gobierno abra, participe y busque los consensos necesarios en un espacio de diálogo, deliberación y debate amplio, donde se pongan sobre la mesa de discusión los asuntos estratégicos del proceso y que tienen que ver con la construcción del Estado Plurinacional, el paradigma alternativo al capitalismo, el socialismo comunitario para Vivir Bien en armonía con la naturaleza, la liberación nacional, la descolonización interna y externa, la despatriarcalización, así como del modelo de desarrollo económico y productivo.
*Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Bolivia. Junio 19 de 2013.