Cuba
El principal punto de fricción que tiene Estados Unidos con América Latina es el embargo a Cuba
La Razón (Edición Impresa) / Carlos Soria Galvarro
01:16 / 24 de febrero de 2014
Se ha reabierto en Estados Unidos el debate sobre las relaciones con Cuba y el fin del bloqueo, y por primera vez existe ahora la posibilidad de que se produzcan grandes cambios en la materia.
La encuesta del Adrienne Arsht Latin American Center-Atlantic Council revela que la mayoría de los estadounidenses (56%) se inclina por normalizar los vínculos con la isla; en el caso de la población hispana, la cifra es aún más alta (62%). Y lo más sorprendente es que casi dos tercios (63%) de los habitantes del estado de Florida, que se suponía eran partidarios de continuar con el embargo, resulta que ahora se pronuncian por el fin del bloqueo.
Ha corrido demasiada agua bajo los puentes. Se han producido tantos cambios en el mundo que cuesta imaginar lo que pasaba hace más de medio siglo, así como cuesta entender lo que sucede hoy. Solo dos referencias: en la década de los 60 el principal argumento para justificar el bloqueo era la acusación de que Cuba se había aliado al bloque soviético, “amenaza extracontinental” se decía. Hoy tal bloque no existe y de- sapareció la propia Unión Soviética.
Estados Unidos había logrado aislar a Cuba incluso de sus hermanos latinoamericanos. Hoy, a pesar de su inmenso poder, quien corre el riesgo de aislamiento es Estados Unidos. El principal punto de fricción que tiene con América Latina es el embargo a Cuba. “La presencia de Cuba en la próxima Cumbre de las Américas, que se celebrará en Panamá el año que viene, ha sido impuesta casi como condición necesaria para la asistencia de los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA)… aún a costa de la ausencia de Estados Unidos.” alertan los propios autores de la encuesta.
Todos saben que demócratas y republicanos mantuvieron el bloqueo por mezquinos cálculos electorales, pues necesitaban el voto hispano, especialmente en Florida. La encuesta establece que ese factor se atenuó al mínimo. Como dice un comentarista del Nuevo Herald, diario en español de Miami, estamos a las puertas del fin del embargo.
Tratándose de una maraña de leyes dictadas para remacharlo, quizá no sea posible cortarlo de un solo tajo, pero si Obama es inteligente, y dicen que lo es, hallará la manera de seguir flexibilizándolo hasta extinguirlo.
Y si así fuera muchas cosas cambiarán, tanto en Estados Unidos como en Cuba. Se activará el comercio mutuamente ventajoso, tal vez sea un “borrón y cuenta nueva” en cuestiones financieras, pues será difícil para los estadounidenses afectados por la revolución cobrar indemnizaciones frente a los miles y miles de millones de pérdidas que ocasionó a Cuba el bloqueo; el incremento de los viajes en uno y otro sentido restablecerán viejas relaciones familiares y ayudarán a cicatrizar heridas.
Por cierto, “normalización” de relaciones no significará el fin de la injerencia estadounidense, eso lo sabemos todos al sur del río Bravo, pero podría ser una confrontación menos agresiva. Tendrían que darse las condiciones para acabar con el síndrome de “fortaleza sitiada”, daño colateral que se infringió al proceso cubano.
Hace 55 años Cuba encarnaba los más nobles ideales de libertad y justicia de los pueblos y la juventud de América Latina. El costo moral y humano de mantener enhiesta su bandera de dignidad frente al imperio ha sido demasiado grande. Podría llegarle la hora de su reivindicación.