Así lo nombraron los propios franceses, a los que derrotó en toda la línea. Centenario y lúcido —este 24 de agosto cumple 101 años—, tiene el merecido reconocimiento del pueblo y los líderes vietnamitas, y sus hazañas se cuentan como leyendas
por: María Victoria Valdés Rodda (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. )
(04 de agosto de 2011)
Rodeado de familiares y amigos cuando celebró sus cien años
El paisaje, de un verde intenso y con terrazas superpuestas para el cultivo de arroz, se le antoja magnífico. Pero sus preocupaciones militares lo conminan a dejar a un lado el halo romántico de la visión de la patria. De no actuar mesuradamente, la extensión de la ocupación francesa en suelo vietnamita sería un hecho de difícil superación y a él le habían dado la misión de cambiar la historia.
Maduro a sus 44 años, el general Vo Nguyen Giap sabía que el terreno de operaciones, ese mismo panorama natural que tanto le gustaba admirar, le permitiría acometer, la decisiva gran batalla de la Guerra de Indochina para bochorno de las potencias coloniales de Occidente. Lo sucedido en Dien Bien Phu en 1954 demostró que arrojo e inteligencia son dos importantes cualidades frente a los poderosos invasores.
Ahora, con cien años sobre sus sienes, a Giap le gusta conversar con los jóvenes. Metralla y valor, actualidad y noticias son temas todos merecedores de su análisis y seguimiento, por aquello de que uno no puede dormirse en glorias pasadas. Se le han rendido homenajes en todas las latitudes como ícono de David frente a Goliat. En cada país visitado se le acoge como hombre trascendental y muchos son los jefes de Estado que le han rendido tributo.
De Cuba guarda gratos recuerdos. Entrevistado sobre su paso por la Isla, el héroe vietnamita recordó con gratitud su encuentro con Fidel Castro, el afecto del pueblo antillano y la bella playa de Varadero, a la que le gustaría volver.
Una existencia plena
La aldea que tanto le gustaba contemplar a Giap fue escenario de una gran batalla
El 24 de agosto de 2010 Giap fue convocado a una nueva misión de vida: ¡Cumplir cien años! El presidente de la República, Nguyen Minh Triet, a propósito del acontecimiento nacional le transmitió al general retirado su profundo respeto y sentimientos, por ser “excelente discípulo del presidente Ho Chi Minh y eminente comandante en jefe”. Sus deseos de buena salud y longevidad resumieron el sentir de la sociedad en pleno, la cual venera en los mayores la savia tradicional para las generaciones nuevas.
También Nguyen Tan Dung, primer ministro vietnamita, afirmó en casa del cumpleañero que el Gobierno “aprecia siempre en alto grado las grandes contribuciones del centenario militar en la empresa de liberación nacional y en la actual causa de construcción y defensa nacional”. El intercambio devino escenario de reafirmación revolucionaria, donde se renovó el compromiso de que el Partido y el pueblo continuarán estrechando la unidad por edificar un país próspero y justo.
No por ser efeméride reiterada, Dien Bien Phu deja de tener importancia. Tras 57 años, esa lección de estrategia seguirá siendo recordada con la referencia actual de un Giap lúcido y feliz. Y esto último es esencial porque, desde la victoria vietnamita contra Francia, desde el triunfo del socialismo en esa nación del sudeste asiático, se remontó el camino de la prosperidad económica y la justicia social. Todo marcha cuesta arriba, con un crecimiento de seis por ciento en el primer semestre de 2011. Aunque todavía subdesarrollado y con mucho por hacer, Vietnam reafirma la validez del sacrificio por un ideal. Dien Bien Phu y Giap no envejecerán nunca.
Algo de la legendaria batalla
La estrategia acertada del general vietnamita permitió vencer a 15 mil franceses
El 20 de noviembre de 1953 París decide lanzar nueve mil paracaidistas sobre una zona rural descubierta con el objetivo de edificar aeropuertos, fortificaciones y caminos. Bajo el rótulo de Operación Castor, el estado mayor francés se siente alentado por el grueso de la partida, que en marzo de 1954 llegó a ser de 15 mil efectivos. Entretanto, los vietnamitas asisten desde la lejanía al despliegue de fuerzas enemigas. Calcular, planificar y esperar eran las órdenes de Hanoi.
Giap tuvo entonces respiro de sobra para dedicarse a algo que tanto le gustaba: contemplar el paisaje vietnamita. La aldea de acogida tenía la necesaria quietud para esa actividad en apariencia ociosa. De la hierba al cielo, de este a las aguas y de allí a los pájaros. A pesar de la euforia de los franceses, que se creían predestinados a ganar, el general veía doblemente a través de unos ojos enamorados del país. Concibió así la sorpresa: una embestida de la artillería sobre las tropas enemigas. Los proyectiles cayeron en el suelo ya roturado por el invasor, el cual trató infructuosamente de defenderse por aire. Es cuando, en una maniobra magistral, se decide combinar el fuego cruzado para sorpresa de los franceses, quienes no previeron la simultaneidad del ataque. El cerco venía de cualquier lado, desde las pistas de aterrizaje o desde la distancia, acorralando soldados y aviones con una serie de ataques sistemáticos contra puntos fortificados.
Cinco días duró la contienda. El rendimiento, el 8 de mayo de 1954, cubrió de vergüenza a un ejército históricamente mejor equipado. Giap consiguió convertir la contemplación del paisaje en sabiduría militar. Entre sus logros sobresale la habilidad de mover desmontadas por la selva cientos de pesadas piezas de artillería con las que troncharía la “inexpugnabilidad” francesa. Táctica que emplearía posteriormente contra el invasor yanqui. Con estos utilizó el desgaste (1964-1975), hasta conseguir otro hito militar con el abandono de la enorme base norteamericana de Da Nang y el retiro de las tropas, primer paso para la unificación del país.
La victoria asiática en Dien Bien Phu allanó el camino al acuerdo en Ginebra (1954) para la solución de las hostilidades militares y la retirada de Francia de Indochina, sobre la base del respeto a los principios de independencia, unidad e integridad territorial de un Vietnam democrático, objetivo abortado en la realidad por el sabotaje de un gobierno títere en el sur del país, aupado por el imperialismo francés y en particular por el estadounidense.
Curso de revolucionario
En Dien Bien Phu, donde nace el concepto de guerra de todo el pueblo, los vietnamitas esperaron durante un año para asaltar las fortificadas trincheras enemigas
Vo Nguyen Giap fue uno de tantos hijos de campesinos que devino personalidad gracias al socialismo. Para su encumbramiento no solo la época vivida y las circunstancias lo ayudaron. Hubo mucho de sacrificio personal. En 1926 es miembro de organizaciones estudiantiles clandestinas de lucha. En 1933 se afilia al Partido Comunista de Indochina (PCI) y muy pronto se acerca al círculo de influencias de Ho Chi Minh, de quien fue amigo personal.
Con el presupuesto de que las ideas se propagan a través de la palabra, Giap publica en 1939 su libro La cuestión campesina, en el cual evalúa las condiciones nacionales para la revolución al tiempo de verter un destacado análisis sociológico de las contradicciones de clase. Al ser ilegalizado el PCI, se le intentó doblegar a través de la intimidación, con la ejecución de su cuñada y el encarcelamiento de su primera esposa, muerta a causa de largos años de crueles torturas. No contentas, las autoridades francesas de ocupación asesinan también a su hijo recién nacido, a su padre, a dos hermanas y a otros familiares.
Pero nada pudo amilanarlo. En 1941 está en la guerrilla como miembro del Frente de Liberación de Vietnam. Con el traslado a las montañas vive la experiencia del combatiente rebelde y ya adiestrado como tal, logra capturar un importante puesto francés. A la cabeza de 10 mil soldados, le presenta pelea lo mismo a Francia como al fascismo japonés. Estos méritos le valieron, cuando el triunfo revolucionario, el cargo de comandante en jefe del Ejército Popular. Más tarde sería investido como ministro de defensa de Vietnam del Norte.
Giap emerge al mundo militar como un gran guerrero. Sus adversarios se manifestaban nerviosos con la recepción de despachos cifrados. En código, los franceses hallaron una única posible manera de nombrarlo. Paradójicamente, igual que a su coterráneo más famoso, lo apodaron el Napoleón rojo.