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Mandela, una vida a favor de la igualdad entre los hombres

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“Siempre he atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que las personas puedan vivir juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que he vivido. Es un ideal por el que espero vivir, y si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”. Nelson Mandela, 1961

Julio Martínez Molina

Veintisiete años, durísimos, en las más penosas condiciones, vivió Nelson Mandela en prisión. No obstante, jamás retrocedió en sus convicciones, en su férrea decisión de liberar del yugo racista a su pueblo.

Desde la cárcel, se convirtió en una leyenda, en un icono de las fuerzas progresistas mundiales. Tal aureola no le convenía al gobierno sudafricano, que en 1984 le ofreció liberarlo a cambio de que se recluyera en uno de los bantustanes (reservas tribales) creados por los descendientes de los boers (blancos de orígen neerlandés), como supuestas entidades "independientes" de Pretoria.

El presidente Pieter Botha le propuso excarcelarlo si renunciaba a la lucha armada, a la que Mandela llevó a sus partidarios, tras convencerse de que era la única manera de provocar cambios en el contexto africano, pues con la vía pacífica al estilo de Gandhi, adoptada por él y los suyos en los inicios, muy poco pudo hacerse.

Su respuesta, tajante, fue la siguiente: "Los prisioneros no pueden asumir contratos. Solo pueden negociar los hombres libres".

A la sazón, Zinzi Mandela leyó una carta enviada por su padre desde la cárcel, ante la multitud convocada en un estadio de Soweto. La misiva decía: "Yo no puedo y no quiero llegar a ningún compromiso con el gobierno, mientras ni yo, ni ustedes, el pueblo, no vivamos en libertad. La libertad de ustedes y la mía no puede separarse".

La estatura humana de Mandela era tal, que hasta sus adversarios la reconocían. El mismísimo Botha, que le prolongó su presidio por no aceptar sus indecorosas ofertas, expresó una vez:

"Mi primer encuentro con Mandela en libertad fue impresionante y nunca olvidaré sus palabras. En ellas no había amargura o sed de venganza, ni una sombra de odio. En ningún momento, durante su alocución, intentó explotar o mencionar el hecho de que había estado 27 años en la cárcel".

Ante el peso de la opinión pública mundial contra el injustificado encierro de un prisionero político más tiempo del que nadie hubiera podido imaginar, y la presión determinante de la victoria cubano-angolana en el cono sur africano, a la larga el presidente de Sudáfrica, Frederick de Klerk, no tuvo más remedio que sentar las bases para la eliminación del régimen segregacionista y liberar al connotado reo de la prisión de máxima seguridad de Robben Island.

Mandela abandonó el devastador presidio, en 1990, aún con energías, ánimos y arrestos para continuar la lucha.

Un año después visitó Cuba, donde reconoció el aporte decisivo de los cubanos en África. Dos más tarde, le concedieron el Premio Nobel de la Paz. En poco más de 40 años, ha recibido cerca de 120 lauros y condecoraciones.

Nelson Mandela se convirtió en el primer mandatario sudafricano elegido por la vía democrática bajo sufragio universal. Poseedor del cariño y la admiración de su pueblo, es conocido allí como Madiba, título honorario adoptado por ancianos de la tribu de su familia, y también como mkhulu (abuelo).

Se retiró de su cargo de presidente en 1999 y de la vida pública en el 2004, aunque solo de manera parcial, pues era inevitable que la agenda de un hombre como él siempre estuviese cargada; pese a su vejez, él deseaba asistir a todos los actos que le fuera posible.

Mandela ha estado activo hasta el final, fiel a sus ideales, consecuente, por siempre, ahora y en la eternidad.

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