Ricardo Aguilar Agramont
La Razón/La Paz
00:00 / 04 de noviembre de 2012
Son las doce menos cinco del 1 de noviembre de 2012. Suenan pinquillos y profundos jach’asikus. Los pobladores de un pueblo del altiplano tienen todo listo para recibir a sus seres queridos ya idos. Las escaleras están dispuestas y se ve al primer espíritu bajando... sin embargo, para sorpresa de los comunarios, todos les son unos perfectos desconocidos con extrañas y dispares vestiduras.
Primero baja el espectro de, nada más y nada menos, que Túpac Katari, seguido por los de Andrés Ibáñez, Simón Bolívar, Alcides Arguedas, Mariano Melgarejo y, rompiendo el común denominador, el de Carol Wojtyla (éste último tiene signos de “tortura” a todas luces propios del cuarto círculo del infierno, pues es todo músculos. En ese círculo los condenados-Sísifos deben cargar pesos de oro por toda la eternidad por haber sido avaros en vida).
Los comunarios están contrariados, mucho más al ver que ese Arguedas no tiene la menor delicadeza y da fin con todas las t’antawawas que eran para sus familiares, Bolívar le reprocha: “Eh, ¡Arguedas!, que mostrar un poco de temperancia no os valdrá poca fama. Oye mi consejo, pues no por hastiarme de hogazas es que soy el espectro del padre de la Patria”.
“No te pases, che, Vade Retro Satana —replica Túpac Katari haciendo alarde de latinista: el aburrimiento de la eternidad tiene como consecuencia el poliglotismo— que aquí el único espectro del padre de la pluripatria soy yo”.
En medio de la discusión, Andrés Ibáñez —para quien la separación entre infierno, purgatorio y cielo no basta, y agita a los condenados del segundo, que es donde él está, a formar un purgatorio federal en respuesta al centralismo que ha implantado Dios— advierte pasquines que vilipendian de manera insolente e inadmisible a Nuestro Señor Yisuschraist.
Wojtyla profiere unos vocablos en polaco que nadie comprende, pero que, sin embargo, expresan que si bien acabó en el inframundo, eso no quita que en vida haya sido un sumo pontífice, por lo que se encargará, personalmente, de anotar las ofensas para que las instancias correspondientes investiguen y prohíban injuriar a tan alta deidad.
¿Y Melgarejo...? “Bien, gracias, ¿y usted?”, contesta con una dicción impecable; es que el General es todo un dandy...
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