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Rodney Arismendi
I. La vigencia del marxismo-leninismo
Confirmación histórica del marxismo-leninismo
No ha sido un hecho casual que en este Centenario de Marx haya transcurrido en Berlín socialista la importante Conferencia en su homenaje. Sólo en la Alemania socialista podía realizarse tal Conferencia. Alrededor de esa mesa, sin cabecera, estaba el espejo de la época. Los representantes de los partidos del mundo socialista que tras la huella de Lenin cambiaron la historia, la expresión política de la disgregación del mundo colonial y de las luchas liberadoras nacionales, los representantes de la Europa avanzada, los exponentes de las fuerzas revolucionarias más amplias de América Latina, desde la gloriosa Cuba, la nueva Nicaragua, la pequeña y triunfal isla de Granada, los combatientes armados de América Central, de El Salvador y Guatemala, los partidos que luchan en condiciones legales o transitan en los subterráneos de la clandestinidad. Pero incluso otras fuerzas, socialistas, democráticas, patrióticas. Casi todas ellas aliadas de los comunistas en la transformación de América. Destaco en especial la presencia de una notable columna de partidos socialistas de América Latina. Más allí también estaban, tímidamente, como un hecho nuevo de la política mundial, algunos importantes partidos socialdemócratas de Europa, quizá como preanuncio de las posibilidades de unidad y coincidencia de sectores políticos muy amplios en la crucial tarea de salvar la humanidad de la hecatombe nuclear.
Esta Conferencia adquirió un indudable alcance histórico. El genio de Marx llena nuestra época, anda en nuestra historia contemporánea, pero esta Conferencia, en Berlín, más allá de que Marx y Engels hayan nacido en tierra alemana, solo podría pensarse en una Alemania desnazificada. Reconstruida material y moralmente, y alineada en las primeras filas del mundo de la paz, la democracia, la independencia nacional y el socialismo.
La Conferencia fue afirmación de la vigencia de Marx y del marxismo, de su teoría y su método, confirmados en el plano teórico general porque han sido verificadas por miles de millones de hombres de las revoluciones de nuestro tiempo. Allí se exhibía la amplitud de Marx en tanto eje de la cultura moderna, en tanto abanderado de toda la ciencia. Sobre todo allí caminaba, del brazo de Engels y hablando con Lenin, el revolucionario Carlos Marx. El de Manifiesto de 1848, el de El Capital, monumento de la ciencia, del cual dijera Marx en carta a Becker que era el más grande proyectil tirado a la cabeza de la burguesía
Diciéndolo sin un ápice de sectarismo, Marx es amplio universal porque es comunista. No se puede ser comunista sin la amplitud de visión científica, sin la amplitud de vivir con el pueblo, con las masas y con la clase obrera. Sin el democratismo profundo e informal, sin la capacidad de diálogo con todas las fuerzas políticas, como hacía Marx en la Primera Internacional. Y sin, al mismo tiempo, tener una firmeza asentada en principios. Es decir, ser comunista. ¡Ser marxista! ¡Ser leninista!
Esta afirmación hay que proclamarla orgullosamente cuando hay quienes trafican acerca de una presunta crisis del marxismo.
Es verdad, que en distintas etapas ciertas conclusiones a que llegaron sectores del movimiento o el movimiento mismo entraron en crisis. El revisionismo y la ortodoxia entraron en crisis en la hora de la guerra y la revolución. También en nuestra historia gloriosa que ha cambiado al mundo, los comunistas cometimos errores. Cometimos errores por insuficiencias en la comprensión del marxismo y el leninismo, o por no haber asimilado —como decía Lenin— la verdadera experiencia de la Revolución Rusa.
Especialmente, incurrimos en errores dogmáticos y sectarios. También, en ciertos casos, en nuestro movimiento se han producido divisiones, incluso han ocurrido grandes tragedias. Pero ¿está en crisis la teoría social que Marx pretendía fuera capaz de transformar el mundo? ¿Es que no fue capaz de hacerlo? El marxismo es vivo y creador, florece en todas las mutaciones de nuestro tiempo, conduce a la lucha en todos los continentes. Asiste al parto de todas las revoluciones. Por ello está vivo y actuante. Si Marx hubiera elaborado un sistema perfecto, y el curso de la historia hubiera transitado por otros caminos, como río de la vida que rompe las cristalizaciones dogmáticas, el marxismo estaría en crisis.
La teoría de Marx, continuada por Lenin, abarca las dimensiones de nuestra época. Preside la planificación socialista. Asiste metodológicamente al científico de todas las ramas. Da altura política a la lucha de clase del proletariado, o llama a la emancipación en los tambores de las tribus africanas, en el comienzo de renacimiento de las milenarias civilizaciones asiáticas, o en los mil rostros de la segunda independencia de América Latina.
En todas las latitudes Marx encabeza el cambio mundial. Con él anda Lenin, el continuador, el genio político que restauró y desarrolló el marxismo, y pensó y transformó en praxis la revolución socialista internacional. En esta relación teórica y práctica, de ciencia y vida, la historia anudó lazos definitivos e irrompibles entre Marx, Engels y Lenin. Cuando se dice que hoy no puede haber marxismo sin leninismo, no se plantea una falsa polémica. No es una afirmación sectaria ni un resabio nostálgico de antiguos militantes de la Internacional Comunista. Comprender hoy el marxismo es asimilar teórica y metodológicamente todo lo esencial y permanente del pensamiento de Marx y Engels, a lo que se suma la experiencia de más de un siglo de compleja y borrascosa lucha de la clase obrera y los pueblos. En esta historia, centralizada por el protagonismo del proletariado, se destaca copo una cordillera vertebral la obra y la acción de Lenin. Por su desarrollo teórico del marxismo en el período del imperialismo y las revoluciones socialistas, y por la victoria de octubre de 1917, pórtico de nuestra época.
Lenin defendió y restauró las tesis fundamentales de Marx, lo que el mismo Lenin llamara piedras angulares del marxismo. Lenin confirma a Marx, pero lo hace de la única manera en que se puede ser marxista, es decir ajeno a toda dogmatización, consciente de que nuestra teoría no es un dogma, sino un guía para la acción. Lenin concreta el marxismo, atento a las nuevas realidades, en su esencia, como una teoría viva, crítica y revolucionaria. Cambia así las direcciones de la historia.
Lenin realiza la revolución en Rusia, cuando —como se sabe— Marx y Engels pensaron que esta comenzaría en Europa, en los países capitalistas más desarrollados y casi simultáneamente. Sin embargo, la Revolución Rusa fue en sí misma la más clamorosa comprobación de la teoría y el método de Marx. Dijo bien Rosa Luxemburgo al asistir a la fundación del Partido Comunista de Alemania: ¡estamos otra vez bajo la bandera de Marx!
Lenin entronca directamente con Marx y Engels. Gramsci decía en su elogio a Lenin que este había triunfado sobre las dos grandes revisiones del marxismo, el revisionismo y la ortodoxia
El revisionismo —que es el autor intelectual de muchas modas reformistas, que se pretenden actuales— subdividía las "partes" del marxismo, le acoplaba otras filosofías, otras teorías económicas, se adaptaba en política al capitalismo y sustituía el objetivo de la revolución por la prédica de determinadas reformas.
La ortodoxia, que invocaba a Marx directamente —Lenin decía que Kautsky albergaba en la cabeza un casillero donde tenía clasificadas todas las citas de Marx— se apartaba de la dialéctica y el materialismo histórico, para caer en el determinismo económico; la acción revolucionaria obrera y la función del Partido se reducía al juego mecánico del condicionamiento económico. Desaparecía así toda la dialéctica de estructura y superestructura. La lucha de clase dejaba su papel de motor de la historia. El papel del hombre y del Partido se volvían quantité négligeable, llegaba a la aberrante conclusión que por el atraso de las fuerzas productivas no podía haber revolución en el mundo colonial, semicolonial, dependiente, sin que antes hubiera revoluciones socialistas en Europa. La inversión imperialista se volvía así fuente de progreso, incluso los ejércitos imperialistas eran ungidos como civilizadores de África, Asia y América Latina.
Lenin devuelve al marxismo su contenido dialéctico, el papel transformador del hombre, el carácter crítico y revolucionario de la teoría, el elevado papel de la política concretada en lucha por la hegemonía de la clase obrera en todas las revoluciones y la combinación de hegemonía y sistemas de alianzas bajo la dirección del Partido en la época del imperialismo. Estudiando la singularidad del desarrollo capitalista tardío de Rusia, Lenin elabora la teoría de la revolución en ese país. Acuña después la teoría de la revolución socialista internacional, a partir del estudio de la fase imperialista del capitalismo, como combinación del socialismo y toda la lucha antiimperialista mundial. Todos los cauces de la lucha revolucionaria en el mundo, democráticos, agrarios, anticolonialistas, confluyen y se integran en la revolución socialista. Es lo que pasó a partir de la revolución en Rusia. Son sesenta y tantos años de experiencia revolucionaria, de edificación socialista, de revoluciones del mundo colonial y dependiente, de eslabonamiento de la brega democrática y antimonopolista con el combate histórico de la clase obrera. El leninismo es así, parte, en un solo cuerpo orgánico, del marxismo. Allí se destaca la firmeza de principios, pero Marx y Lenin no enseñan fórmulas, no preparan recetas, ni estatuyen dogmas. Se trata de abarcar la revolución de nuestro tiempo en su variedad infinita, mucho más en una época en que el socialismo se inserta, como factor determinante de las tendencias fundamentales del proceso histórico.
Vivimos en un mundo complejo, un mundo presidido por el cambio socialista, de liquidación del mundo colonial, de revoluciones en las más variadas formas, a veces hasta disfrazadas con máscaras religiosas. Al mismo tiempo, asistimos a la más grande revolución científica y técnica. Pero en este mundo, donde el hombre ha invadido el Cosmos y desintegrado el átomo, la mayoría de la humanidad carece de pan, de techo, de asistencia médica y promoción cultural. Y el imperialismo amenaza transformar el desarrollo de las fuerzas productivas, y el apogeo de la ciencia y la técnica, en la hecatombe nuclear. Nunca como hoy resulta tan evidente el papel humanista y político, de expansión democrática, pacifista, progresista, del socialismo real. Así ocurre frente a la amenaza de la guerra, frente al atraso y el subdesarrollo, como en su calidad de espejo, sostén e inspirador del múltiple proceso en que se inscriben los mejores afanes de la humanidad. En esta hora, tremenda, podemos decir, compañeros: la historia en sus cambios y en su complejidad, pero también en sus tendencias materiales e ideales, verifica a Marx y comprueba a Lenin. Marx y Lenin, comunistas, son a la vez punto de referencia de todos los mejores postulados y sueños de la humanidad.
II. Los desafíos de la época a la teoría y la acción revolucionaria
Permítaseme que yo, modesto militante revolucionario de un pequeño país, diga que ante los comunistas, como científicos y como revolucionarios, aparecen, acuciantes, muy grandes desafíos. Desafíos de la investigación, de la generalización científica, desafío de una praxis revolucionaria mundial, a veces insólita y siempre variadísima. Frente al mundo de hoy no hay recetas. Poseemos una teoría y un método y más de sesenta años de experiencia revolucionaria muy rica. Con ello debemos trabajar con iniciativa creadora. No podemos quejamos como Wagner en el drama de Goethe. ¿Qué decía este personaje? Si todo fuera leer página tras página...
En verdad, en esta hora de triunfos debemos comprobar ante una realidad que la misma revolución socialista ha promovido, que todavía nuestro trabajo teórico retarda. La teoría, siempre, según Lenin, retarda algo de la práctica. Pero yo me permitiré señalar algunos aspectos que, entre otros, son verdaderos retos a una mayor y más audaz elaboración teórica de nuestro movimiento.
Vías de desarrollo de la revolución contemporánea
Primero.- la novedad siempre creciente de los desarrollos múltiples en el mundo de hoy, comprueba, en lo esencial, las teorías de Marx y Lenin, y el esfuerzo de los partidos comunistas, que por varias décadas han sido los únicos promotores de este amanecer maravilloso. Pese al enorme mérito de nuestra labor teórica y científica, la vida nos reclama una profundización y generalización teórica más vasta y audaz del multicolor curso de la revolución contemporánea: de sus vías de desarrollo, de la emergencia de imprevistas situaciones, de las funciones de las clases sociales, del papel de la intelectualidad, de las nuevas formas en que se mueve el mundo donde se ensancha cada vez más la zona de posibles aliados de la revolución. Vale estudiar la variedad de formas sociales entrelazadas, por ejemplo, la distancia y contradicción entre nuevas estructuras estatales y políticas de dirección socialista y el atraso económico milenario o la pervivencia de arcaicas relaciones sociales y familiares. Parece necesario un estudio más concreto de la praxis de la vía no capitalista de desarrollo pensada por Lenin, mucho más frente a un imperialismo que combina agresividad y violencia con pérfidos modos de penetración económica y financiera. En este friso gigantesco del cambio mundial se destaca —me parece— la singular problemática de América Latina, capitalista y dependiente —no "capitalista dependiente", como dicen algunos inventando un nuevo modo de producción— en la que se enlazan muy peculiarmente y en un solo proceso histórico, como lo prueba ya la praxis revolucionaria cursos variados de las revoluciones democráticas y antiimperialista con la revolución socialista. Desde luego, en este caso, la principal exigencia teórica nos apremia a los latinoamericanos.
Formas actuales de desarrollo del capitalismo
Segundo: Parece indispensable un estudio más sistemático de las formas actuales de desarrollo del capitalismo, particularmente en la fase del capitalismo monopolista del Estado. Marx nos legó un estudio acabado de la formación económica-social capitalista. Expuso sus leyes de desenvolvimiento, el secreto de la acumulación en función del trabajo no pagado del obrero, la concentración y centralización del capital en manos privadas, mientras se acrecienta sin cesar el carácter social de la producción, etc. Demostró la historicidad de ese régimen, su condena inexorable y su sustitución por el socialismo a través de la revolución proletaria. El estudio de Marx, en Crítica de la Economía Política, en El Capital, Gründisse, y otros trabajos es el fundamento verificado de toda comprensión científica del funcionamiento del capitalismo y sus leyes de desarrollo. A partir de ahí, Lenin definió científicamente la fase imperialista, las modificaciones monopolistas y las relaciones internacionales que el imperialismo apareja. Sobre esas premisas asentó la teoría del proceso revolucionario mundial. Lenin llegó a estudiar los comienzos del capitalismo monopolista de Estado, como fase del período imperialista. Hoy, el capitalismo monopolista de Estado es fase dominante en los grandes países capitalistas, incluso se organiza en los tres grandes centros del capitalismo mundial. Y procura desarrollarse en variadas formas en un mundo donde el socialismo rige una porción importante del planeta y en donde estalló el sistema colonial.
Las nuevas manifestaciones de la internacionalización del capital y de la trasnacionalización de los monopolios, las formas más novedosas de la penetración y la opresión imperialista, las variaciones en el papel del capital financiero, las peculiares ensambladuras de los monopolios y el Estado, los nuevos rasgos de las crisis económicas dentro de la crisis general del sistema, las repercusiones de la revolución científica y técnica en el marco del capitalismo monopolista del Estado. . . En fin, podríamos seguir. Toda esta nueva problemática, que ya tiene importantes antecedentes de estudio científico en países socialistas y en trabajos marxistas, reclama evidentemente un análisis crítico e investigador de todo nuestro movimiento, ya que de ese examen pueden derivar, incluso, conclusiones de carácter estratégico. Parece que un trabajo de esta índole promueve cuestiones no solo acerca de la base económica, sino muy particularmente respecto a todo el campo de las superestructuras, sobre todo en cuanto a la función del Estado, al carácter actual de su máquina burocrática-militar, así como de los llamados "aparatos ideológicos de dominación", hoy responsables de la manipulación alienante de la opinión.
Problemas estructurales de la clase obrera
Tercero: Estimo obligatorio continuar el estudio de los problemas estructurales de la clase obrera. Es indiscutible que la función histórica que Marx asignó al proletariado ha tenido plena confirmación. Todo lo que se ha escrito acerca de una presunta reducción de su número y papel, en la producción, o de su adaptación al capitalismo, como escribieron algunos teóricos de la escuela de Frankfurt, carece de realidad. A la luz de las cifras, como de toda la investigación sociológica, se verifica que la clase obrera crece numéricamente, afirma su función creadora en la producción y aparece más que nunca como fuerza rectora del cambio revolucionario. Pero la clase obrera actual no es igual a la inglesa del siglo XIX que Engels examinara, siquiera igual a la anterior a la segunda guerra mundial. Se modifica en función de las nuevas formas de explotación y de la tecnificación constante de la producción. Su relación con la máquina, la técnica y la ciencia, es otra, aunque esa nueva relación ilustra, obviamente, lo que Marx previera en Gründisse, el célebre y valioso borrador de 1857-1858. Pero, a la vez, se multiplican en número y variedad los asalariados; junto al proletariado y víctima de la explotación de los monopolios aparecen técnicos, cuadros, científicos, trabajadores y sabios de grandes centros de investigación, a veces adjuntos de los monopolios gigantescos. La misma miseria de la clase obrera toma otras formas, no iguales que la miseria negra superviviente en el llamado tercer mundo. El papel de los científicos, técnicos, intelectuales diversos, ensancha el potencial campo de la revolución, a la vez que se reduce numéricamente el campesinado y la población rural en conjunto, que sin embargo sigue siendo una fuerza motriz de la revolución. Estos fenómenos y otros se señalan problemáticamente en momento en que el reformismo pervive como fuerza de gran influencia en la clase obrera de los países imperialistas de Europa o como tradeunionismo acéfalo en Estados Unidos. En un mundo todo él maduro para el socialismo los factores subjetivos parecen en singular retardo en algunos países capitalistas desarrollados respecto a las tendencias objetivas de la realidad. ¿Es que la revolución socialista es un anacronismo en los países imperialistas? Pensamos que no. Pero es evidente que de esta realidad surge un desafío al pensamiento teórico y a la labor política, a la praxis revolucionaria en conjunto.
La variada explosión protestataria
Cuarto: La crisis histórica del capitalismo, enlazada a la crisis económica, financiera, ecológica, moral, etc., se manifiesta también —en las sociedades capitalistas desarrolladas— como una variada explosión protestataria de amplias masas de población. Insurgen los jóvenes, reclaman derechos movimientos feministas, se perfilan como tendencias los ecologistas; en la literatura y el arte se reflejan y retractan las más complejas negaciones. Como conjunto es una protesta, revestida en algunos casos de formas alienadas, pero es un rechazo de las alienaciones del capitalismo imperialista. Diferente ocurre en América Latina donde estudiantes e intelectuales, la rebelión juvenil y hasta las ricas manifestaciones de la canción y la música popular, se integran o confluyen al gran caudal revolucionario, o andan a sus flancos.
Es evidente que asistimos a un ensanchamiento del campo de fuerzas que repudian o se levantan, más o menos confusamente, contra la civilización capitalista, contra su explotación, su hipocresía, el imperio del consumismo y las manipulaciones ideales y políticas. Hace crisis la situación de la mujer y no basta con señalar las insuficiencias del feminismo; es necesario hacer de los derechos dé la mujer, con formas nuevas, una bandera de la revolución. Hasta la religión aparece con nuevos aderezos, con su viejo núcleo fantasmagórico y alienante, pero también ostentando la impronta de la conmoción social; allí también el diablo de la lucha de clases metió la cola. La revolución de nuestro tiempo es más original y complicada de lo que pensábamos. Sobre todo, es más difícil la ocurrencia de hacer superar al proletariado y demás trabajadores de los países imperialistas, las trabas ideológicas del reformismo. Como de otra manera sucede con las religiones y hasta con el fetichismo en Asia y África. En la historia no obra ningún fatalismo mecánico; hay que hacer la revolución socialista o antiimperialista, con masas que pueden ser creyentes o que hasta hoy están enajenadas ideológicamente.
Filosofía y ciencia
Quinto: Hablando otra vez de la revolución científica y técnica; la ciencia, como decía Marx, es hoy una fuerza productiva directa, pero al mismo tiempo crece como nunca la ciencia teórica, es decir, que no se absorbe totalmente en la definición estricta de fuerza productiva. En este terreno se perfila como más exigente la determinación de las relaciones entre la filosofía y la ciencia. Como plantea Engels en Ludwig Feuerbach, es menester sintetizar los resultados de todas las ciencias en sus aspectos más generales para que cada ciencia empírica se transforme en saber teórico. Yo diría, para que la ciencia y la filosofía no se divorcien, para que no sea verdad la consigna del neopositivismo de que cada ciencia tiene en sí su filosofía, pero tampoco para que volvamos a formas especulativas y que el filósofo, con falsa invocación al materialismo dialéctico, quiera ponerle un corsé al laboratorio y a la investigación.
Si el amanecer del capitalismo trajo el descubrimiento de América y cambió la perspectiva del hombre, la época del tránsito del capitalismo al socialismo viene acompañada de todos los "milagros": se incursiona en el cosmos, se desenvuelve la física de la partícula, nacen nuevas ciencias, la renovación tecnológica es inenarrable, como nunca el hombre aparece en su papel de transformador, de productor. Con las actuales fuerzas de dominación de la naturaleza podríamos resolver los problemas vitales. Pero la ciencia vive en un mundo dividido de la lucha de clases nacional e internacional. En una de sus partes, la ciencia crece en los institutos pagados por las transnacionales, el Pentágono y la CIA. Pero estos piensan solo en la ganancia, en las absorciones imperialistas, en la amenaza nuclear que puede destruir la humanidad.
No hay una ciencia proletaria y otra burguesa, pero hay una ciencia que florece en el socialismo y otra ciencia servilizada por el imperialismo. Lenin nos enseñó a 1 aprender de todos los científicos más allá de su ideología. Y esto es así. Pero asimismo la lucha por la supervivencia de la humanidad, por la paz, es más amplia y capaz de congregar a todas las fuerzas progresistas. Es un gran dilema actual. Este dilema no oculta, sin embarro, que el único rencuentro de la aventura científica con el servicio del hombre lo ofrece el socialismo, es decir, la revolución socialista.
El marxismo como eje de la cultura contemporánea
Sexto: Pienso que también en el terreno cultural surgen nuevos problemas que están retando a la audacia intelectual y la iniciativa de los comunistas.
El marxismo es sin duda el eje espiritual de nuestra época; todo lo mejor en la ciencia, la literatura y el arte, se integra en este eje o gira como una constelación en torno a él. Comprender esto no es creer que la cultura en todas sus manifestaciones se reabsorbe esquemáticamente en el marxismo y el comunismo. Es como una constelación contradictoria —repito la palabra— cuyo eje es el socialismo, pero en torno al cual giran los frutos de las revoluciones nacionales y democráticas, de las investigaciones científicas, de las búsquedas literarias y artísticas, de las inquietudes progresistas de la humanidad.
Alguna vez he dicho que persisten ciertos elementos de aislamiento de la cultura socialista y de la elaboración cultural de los comunistas respecto al conjunto de esta constelación y respecto al complejo de la mejor cultura contemporánea. El marxismo-leninismo se enriquece por su autónoma creatividad, pero también por la interacción dialéctica, crítica, con toda la investigación científica, con todas las manifestaciones auténticas de la cultura moderna. En particular, con la variadísima floración artística y literaria, cultural, incluso con las formas de renacimiento nacional de las antiguas colonias y semicolonias.
Debemos recordar lo que Lenin decía en Qué hacer:
“La conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden, basándose en hechos y acontecimientos políticos concretos y además actuales, a observar a cada una de las otras clases en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y política, si no aprenden a hacer un análisis materialista y una apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y de la vida cultural de todas las clases, sectores y grupos de la población.”
El marxismo fecunda la realidad de la cultura contemporánea, pero ocurre en un proceso múltiple, que exige una relación dialéctica viva, de crítica y asimilación, con todos los mejores frutos de la cultura universal. Esto es muy peculiar en el arte y la literatura. Estos son sin duda un reflejo social, están impregnados de ideología, tienen que ver directa o indirectamente con la lucha de clases, pero a la vez son estrictamente una creación individual.
Siempre fue peligrosa la reducción sociológica —ajena a Marx, Engels y Lenin— del arte y la literatura. Para darnos respuestas específicas en el campo propiamente de la Estética, no basta siquiera la gnoseología del arte. Siempre fue una vulgarización del marxismo la tentativa de derivar de que el capitalismo está históricamente en decadencia, un juicio estético de decadentes para muy grandes cultores del arte y la literatura. Los viejos comunistas recordamos que ya Plejánov en El arte y la vida social consideraba decadentes a los impresionistas, y sin embargo la historia de la pintura siguió adelante. Y grandes renovadores volcaron su empeño en las áreas de la revolución y en la inquebrantable solidaridad con la Unión Soviética. Conviene preguntamos: ¿por qué Picasso? ¿por qué Bertold Brecht? ¿por qué Paul Eluard o Aragón? ¿por qué Neruda? ¿por qué Mayakovski, Siqueiros o Rivera, modificaron las formas y dimensiones de la pintura, de la poesía o del teatro y fueron militantes comunistas? Pueden multiplicarse los ejemplos.
No es correcto que la revolución socialista y el movimiento proletario deban aparecer como antagonizados con las búsquedas artísticas y literarias. Claro está, los comunistas preferimos que los artistas y escritores participen con su obra en la creación heroica de la revolución. Entre otros antecedentes, en la nueva Alemania, se insertan Kokoschka y los expresionistas, aunque ésta se exprese más acabadamente en Nagel o Hans Grundick o en las múltiples búsquedas de la actual floración cultural del socialismo triunfante.
En América Latina, la literatura y el arte —la mejor literatura y el arte— ya no son solo espejos de la revolución, como decía Lenin de Tolstoi, son también factores activos del gran cambio revolucionario al que asistimos. No solo porque los mejores escritores y artistas militan en la izquierda, sino también porque en formas ricas y creadoras dan nacimiento a un nuevo realismo que directa o indirectamente integra la dinámica transformadora del continente. En la Cuba revolucionaria, hombres como Lam, han vivificado las originarias técnicas surrealistas con la expresión del alma de un caribe convulso; se han puesto al servicio de la revolución. No ha sido esta una actitud casual de artistas más o menos geniales. Es el mismo proceso que en su tiempo alineó a los muralistas mexicanos y corresponde al gran ejemplo que da la narrativa actual de América Latina. Europa capitalista —siempre tan eurocentrista— despierta un día enterándose que un nuevo Premio Nobel se asigna a América Latina; se trata de Gabriel García Márquez, amigo de Cuba, solidario con nuestras revoluciones, fundador de un instituto de solidaridad con los perseguidores del fascismo y bestseller en varios continentes. Sin simplismos forzados, ni gruesas acotaciones políticas, García Márquez, como otros componentes de la narrativa latinoamericana, apresan en la forma peculiar de la gran novela y el cuento, el drama de un continente en llamas. Los críticos llaman a esta nueva literatura latinoamericana "realismo mágico" o "realismo maravilloso "; con sus elementos "mágicos" esa literatura es parte sustancial de nuestra revolución
Historiografía del movimiento comunista
Séptimo: Pensamos que es necesario afrontar con mayor audacia la historiografía del movimiento comunista. La historia de nuestro movimiento es una empresa gloriosa. Es la columna vertebral de la grandiosa transformación del hombre y de las cosas; es una historia de mártires, de heroísmos, de forja de cuadros excepcionales y caracteres hermosos y poderosos. Durante esa épica, a veces cometimos errores; aquí sí que digo bien en plural: cometimos errores. Soy comunista desde la adolescencia, por lo tanto cometí errores propios o compartí errores de mi Partido o de todo el movimiento comunista internacional. Pero nuestra historia es gloriosa y básicamente triunfante, no necesitamos por tanto una historiografía maniquea, en blanco y negro, nos alcanza con describir la historia real. Son tantos los méritos históricos de nuestro movimiento que no tememos mirarnos a la cara en el espejo, apuntando incluso nuestros propios errores. Además, si no lo hacemos nosotros falsificarán esa historia nuestros enemigos.
Toda la fama del profesor Carr consiste en su pertinaz presentación de relatos seudo objetivos sobre el comunismo y la Internacional. En el fondo, como es moda incluso en algún sector de nuestro movimiento, presentarán los anales del comunismo como un itinerario de errores y tragedias. Lo hacen así por sistema los publicistas de la socialdemocracia, para limpiar su pasado y no afrontar las obligaciones de su presente. Escriben una historia maniquea al revés. Tergiversan todo: desde la descripción de la Revolución de Octubre hasta la Resistencia europea, desde la construcción del socialismo hasta la presentación de la lucha política actual. Lo malo es que a esa faena de falsificación o de caricatura, contribuyen a veces ciertos presuntos renovadores que sepultan allí su propia identidad de comunistas. Pero tenemos que tener conciencia crítica que a ello, indirectamente, contribuyen también nuestras inhibiciones. Marx decía que las revoluciones contemporáneas se diferenciaban de las del pasado por hacer su permanente autocrítica. Y Lenin señalaba, que si en vez de uno cometemos diez mil errores en el camino histórico de modificar milenios de explotación social, estos errores son explicables. Debemos rechazar la autosatisfacción beata, necesitamos exigirnos a nosotros mismos. Una gran parte del mundo sigue en manos del imperialismo. La guerra amenaza. Los pueblos insurgen contra el imperialismo por múltiples caminos. Solo nosotros podemos congregarlos. Para ello tenemos que superarnos. Tenemos que exigirnos, tenemos que afirmar en la práctica, que la teoría de Marx es por esencia crítica y revolucionaria, como indicaba Lenin.
III. Necesidad de un auténtico debate teórico y político
Permítanme todavía algunas palabras finales. Creo que la hora del movimiento comunista reclama un auténtico debate teórico y político. Tenemos buenas relaciones con todos los partidos, nos apreciamos de una relación fraternal con el Partido Comunista Italiano, al que respetamos y con el que tenemos algunas divergencias teóricas. Queremos la unidad del movimiento comunista. Creemos que se debe utilizar una metodología de debate científico, sin riñas y sin insultos; pero es necesario debatir. Lenin decía que sin debate teórico la misma teoría se vuelve morgue. Existe, por ejemplo, el llamado eurocomunismo, que es una tendencia y una realidad. Debemos explicarnos frente a esa tendencia como ante todas las contradicciones que surgen en la vida.
Habitualmente se dice que las divisiones en nuestro movimiento reflejan, de una peculiar manera, la extensión del movimiento mismo, la variedad de sus historias, de sus vías de desarrollo, etc. Esto en parte es verdad. Pero es media verdad. El mundo de hoy, en sus desafíos, promueve cantidad de problemas a los que hay que dar' les una respuesta crítica y revolucionaria. Pero la verdad siempre es concreta.
Muy sucintamente: ¿cómo apreciamos el fenómeno del eurocomunismo?
Tal cual decía Lenin de los anarquistas, el eurocomunismo nace aparentemente como un castigo por los pecados dogmáticos y sectarios de nuestro movimiento. El eurocomunismo surge reivindicando el original concepto leninista de diversidad de vías al socialismo. Afirma que no hay modelos cristalizados de revolución o sociedad socialista. Que el curso de cada país está signado por su singularidad histórica; ninguna revolución es idéntica a otra. Las características históricas nacionales se integran como dato objetivo en el curso de las revoluciones contemporáneas. El eurocomunismo reclamaba tomarlas en cuenta sobre todo en el plano político. Promovía construir con audacia el sistema de alianzas de la clase obrera, advertir los más variados matices políticos, y elaborar una estrategia para ciertos países capitalistas desarrollados, propia de períodos del lento desarrollo social. En cuanto a las relaciones internacionales reivindicaba la independencia y autonomía de la elaboración de cada partido.
Es decir, en sus comienzos esta tendencia se presenta aparentemente como respuesta a viejos planteamientos dogmáticos, criticados y autocriticados en el XX Congreso del PCUS, y como un esfuerzo hacia la búsqueda y la renovación. Refleja determinados procesos objetivos de Europa, a la vez de refractar una hora política dramática del movimiento comunista internacional.
Desde el punto de vista de las bases objetivas, conviene recordar la realidad de Europa Occidental. Desde el punto de vista político, la derrota del nazismo aparejó la extensión del socialismo a varios países, precipitó la disgregación del sistema colonial y el avance impetuoso que continúa hasta hoy, de las revoluciones democráticas y socialistas en Asia, África y América Latina. En la Europa capitalísticamente más desarrollada, en verdad países imperialistas, la revolución pareció detenerse a pesar del enorme papel de los partidos comunistas en la Resistencia y del gran desarrollo de algunos de ellos. Los procesos políticos se hicieron más complejos y lentos, más morosos y zigzagueantes. Y ello gravitó sin duda, a veces no sin razón, sobre las ideas tácticas que fueron creciendo hasta parecer devorarse la estrategia, para finalmente afectar la propia identificación teórica. Desde el ángulo económico y social, después de las destrucciones de la guerra, Europa Occidental entró en un proceso de reconversión económica, estimulada por las grandes exportaciones de capital de Estados Unidos y por el comienzo de aplicación de la revolución científica y técnica. A pesar de las contradicciones y de las crisis sucesivas, el capitalismo monopolista de Estados se extiende aparentemente todopoderoso, y se produce, pese a todo, nuevos desarrollos capitalistas. Europa Occidental se vuelve uno de los tres grandes centros del capitalismo mundial. Las clases capitalistas se ven obligadas a concesiones a los trabajadores, a la vez de producirse cambios en la estructura de la clase obrera, en la distribución de la población y en el papel de la intelectualidad. Los resultados de la guerra mundial, que en algunos casos equivalieron a un cambio democrático profundo, llevan a formas políticas más amplias que la clase obrera y las masas defienden y buscan ensanchar y profundizar. En el plano político, pero también teórico, se producen búsquedas y debates, pero asimismo madura una tendencia a la adaptación a las nuevas realidades del capitalismo monopolista de Estado. Comienza a vigorizarse una estrategia en la que se opaca la idea de la revolución socialista sustituida por la perspectiva de la posible transformación del capitalismo según un proceso intrínseco de reformas estructurales capaces de abarcar la sociedad toda, en particular el Estado.
Los debates autocríticos abiertos por el XX Congreso del PCUS, muchas veces confusos y mal conducidos, nutren una actitud peyorativa hacia los países socialistas, en aras de un invocado socialismo que será democrático y civilizado. Se trataría de superar no solo la quebrada vía socialdemócrata, sino también la ruta leninista Pon vistas a un nuevo y más auténtico socialismo que -faltaba más- estaba llamado a nacer en la Europa desarrollada.
En los prolegómenos de este proceso, que no estoy presentando en rigurosa cronología, asoma, en forma traumatizante, la segregación china. La bandera de los dirigentes chinos era, entonces ultradogmática, sectaria y con vetas nacionalistas. La otra cara europea enarbola el pavés de la amplitud, de la búsqueda política, de la apropiación de la democracia burguesa y sus instituciones, del vínculo con las masas, del carácter de masas del propio partido. A veces, estos planteamientos eran básicamente certeros en el plano político y se acompañaban de una rica experiencia de trabajo con todo el pueblo y de ejercicio del arte de la política. Pero, a través de todo esto, comienza a derramarse una corriente que va haciendo del movimiento un fin en sí y del avance táctico un sucedáneo del objetivo final. Así se desmontan tesis teóricas identificatorias del marxismo y el leninismo, conceptos revolucionarios fundamentales acerca del poder, del contenido de clase del Estado y de la ineludibilidad de la transformación revolucionaria. La posibilidad de una vía relativamente pacífica se estatuye como certidumbre de un curso obligatorio en todo país capitalista desarrollado y se la presenta en la práctica, como un modelo de la mejor alternativa socialista y democrática. Así, se lo teorice directamente o no, el socialismo en su versión "democrática" solo puede ser fruto de la sucesiva o simultánea aplicación de reformas acompañadas de la captación por dentro, política y moral, de la sociedad burguesa.
De estos juicios derivan enfoques negativos y a veces diatribas para el socialismo real o en camino, como perspectiva en muchos países. Ya no se trata de repugnar modelos o de no tener una actitud acrítica frente a la difícil empresa de edificar el socialismo; ahora se pasa, prácticamente, a oponer las postuladas vías al socialismo de algún país en Europa, a las vías ya transitadas por las revoluciones triunfantes. Se pasa pues a transformar en modelo, la ruta del socialismo proclamada como necesaria en determinado país de Europa. La expresión democracia pasa a manejarse como un concepto abstracto absoluto y no como una forma institucional histórica.
El mismo proceso de reversión se produce con la exigencia de autonomía o independencia de los partidos. Se pasa a creer que un partido es autónomo e independiente si se distancia de los partidos del socialismo real.
De la estrategia de Gramsci, que hablaba de la guerra de posiciones en determinados períodos del desarrollo social, se pasa a erigir la guerra de posiciones en el camino real y único de la transformación social. Y no entro a discutir lo que es la esencia en la teoría de Marx y Lenin, la toma revolucionaria del poder, el gobierno de la clase obrera y sus aliados, se llame o no dictadura del proletariado. El nombre no es lo más importante, aunque sí el contenido, como lo subraya Marx en la carta a Weydemeyer o en la formulación programática de la Crítica del programa de Gotha.
Nos parece evidente la necesidad de un gran debate teórico al estilo de Marx, de Lenin, incluso de Gramsci y la admirable Rosa Luxemburgo.
IV. Marx, Lenin y América Latina
Marx y Lenin ya iniciaron su marcha triunfal en América Latina. En una pequeña isla Con forma de caimán, la revolución comenzó democrática y antiimperialista y se tomó socialista encabezada por Fidel. La Revolución Cubana, con todas sus singularidades, confirmó a Marx y Lenin. Debemos saber que, para los dogmáticos, la Revolución Cubana fue un escándalo teórico como en su tiempo lo fuera la Revolución Rusa y el leninismo; entonces rodaron por el polvo todas las togas de los próceres de la Segunda Internacional. Pero asistimos ya a otras revoluciones siempre renovadoras… ¡Cuánto nos ofrece de creador, a la luz del marxismo y el leninismo, la victoria sandinista en Nicaragua! O la revolución en Granada o los procesos de las luchas armadas en el continente. En mi discurso en la Conferencia, dije que a Marx se lo estaba celebrando con las armas de la crítica, pero también con la crítica de las armas que arden en varios continentes.
América Latina y el Caribe viven el ejemplo de todas las formas de lucha. Legales e ilegales, armadas, parlamentarias, de defensa y desarrollo de las instituciones democráticas, de amplitud política extrema o de difícil y sacrificada clandestinidad.
El mismo proceso revolucionario y democrático alcanza niveles diversos. Cuba marcó la hora fundamental de viraje histórico. Los pueblos del continente están en movimiento. En el sur, los gobiernos de tipo fascista al servicio de Washington, se resquebrajan a los golpes de la lucha interna y de la solidaridad internacional.
En Bolivia triunfó la democracia. Además un muy amplio movimiento de condena al fascismo, de denuncia de la política Reagan abarca a sectores patrióticos, nacional reformistas, socialistas, socialdemócratas y comunistas, religiosos y laicos, determinando muy vastas formas de unidad y convergencia en búsqueda de la autodeterminación económica y política. Allí se enlazan, en amplitud, extensas corrientes patrióticas y democráticas con combativos frentes revolucionarios. Se eleva el papel de los partidos comunistas y las fuerzas revolucionarias antiimperialistas. Nuestra revolución marcha con Marx y Lenin porque va siendo creación heroica como lo reclamaba José Carlos Mariátegui.
Nuestra lucha se libra con un enemigo feroz y pérfido, el imperialismo de Estados Unidos, principal amenaza a la paz y pretendido gendarme mundial. Con una u otra forma, con victorias y derrotas, la lucha de América Latina será dura y difícil, pero ya comenzó a contabilizar sus victorias. Desde el río Grande hasta la Antártida, desde los picos andinos hasta las márgenes del Plata, clarines de amanecer anuncian la segunda guerra de independencia. Allí van los libertadores de América, los de la primera independencia, pero esta vez, con ellos, andan Marx y Lenin, símbolos de la nueva época, de la primavera socialista del mundo.
Discurso pronunciado el 19 de abril de 1983 en la Escuela Superior Karl Marx, de Berlín, RDA, con motivo de la entrega del título Doctor Honoris Causa en Filosofía
(Tomado del del libro Vigencia del marxismo-leninismo 1984 - pag. 53 a 79)