Yuri Aguilar Dávalos
Actualizado el 2003-10-10
La situación actual es tema que surge en cualquier conversación cotidiana, incluso entre quienes tratan de eludir el acontecer político y social.
Por ahora nadie puede sustraerse, al menos la mayoría, porque muy pocos pueden transitar con normalidad o porque en cualquier momento uno puede convertirse en víctima de un proyectil "perdido" disparado por algún nervioso e irresponsable (aunque impune) miembro de las fuerzas del orden.
¿Hacia dónde van los gobernantes? ¿Estarán seguros que para demostrar su poder no importan las víctimas que caigan?
Un texto milenario de la antigua China, el Tao Te King, dice "Cuando la gente ya no teme tu poder es señal de que está llegando un gran poder. No interfieras a la ligera en sus hogares, ni les impongas pesadas cargas. Sólo si dejas de abatirlos, dejarán de estar abatidos por tu causa. Por ello, el Sabio se conoce a sí mismo, pero no se vanagloria; se ama a sí mismo, pero no se alaba. Prefiere lo que está dentro a lo que está fuera."
Conforme van pasando los días, aunque los voceros del régimen digan lo contrario, la situación (política) se va deteriorando. Y no es que ya no hayan posibilidades de revertir el proceso, de recobrar la confianza, aunque hayan temas insalvables, como el del gas. Nunca es tarde para reconocer errores; hacerlo no disminuye a los honestos, más bien los engrandece.
Pero, parece que la arrogancia, en la mayoría de los gobernantes, es más fuerte que mil razones. Y son los gobernantes los que más sabiduría debían demostrar antes que comportarse con prepotencia o hacer alarde de fuerza queriendo "sentar precedente" o hacer prevalecer el consabido "principio de autoridad".
Tampoco las descalificaciones son el mejor camino para aminorar la tensión. La anterior semana uno de los ministros calificó de "mezcla explosiva" a los componentes de la Dirección Nacional por la Defensa del Gas; y recién nomás otro ministro llamó "insanos mentales" a los dirigentes de las organizaciones sociales que encabezan las protestas contra el gobierno.
Así, con muertes, insultos, sordera crónica, autoritarismo y vejámenes, como el inferido a los mineros de Huanuni que les obligaron a bajarse los pantalones, el gobierno va al despeñadero, y no por acción de los que protestan, sino por acción propia.
Peor no lo podían hacer.
http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2002073134
*Esta nota, originalmente, fue publicada en Bolpress, en octubre del 2003, publicación virtual de la que ambas hemos tomado para reproducirlas Aquí.