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Sobre la prensa cubana, una opinión

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Felipe de J. Pérez Cruz

En Cuba, hoy transcurren simultáneamente disímiles procesos políticos. El VI Congreso del Partido Comunista (PCC), continúa en el qué hacer por cada sector y colectivo para cumplir los lineamientos aprobados. El reciente VIII Pleno del Comité Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), se pronunció por "vencer la mediocridad, la práctica aburrida y tediosa que nada aporta, y lograr un periodismo agudo, ameno, investigador, analítico y crítico" (1).

 

El Pleno convocó a los periodistas a participar en una discusión profunda de los problemas y responsabilidades del sector, durante el proceso previo a la Conferencia Nacional del Partido, convocada para el 28 de enero del próximo año. Considero que esta es una excelente propuesta, si además se acompaña de una fluida interacción con lo que piensa y demanda la sociedad.

La prensa cubana

Nuestra prensa tiene el mérito de ser veraz, de no mentir jamás. Es una prensa noble, en un concierto periodístico internacional donde más allá de contadas excepciones, la falsedad y la manipulación parecen ser la norma. Este es un privilegio del que disfrutamos. Y no es regalo ni casualidad: se debe a la labor, la entrega y ética de los y las profesionales, trabajadores y trabajadoras del sector.

Los hombres y mujeres de los medios periodísticos, mantuvieron la vitalidad de los principales órganos del país en los más difíciles y complejos momentos de la crisis económica, cuando faltaba el papel, la tecnología sufría de la falta de piezas de repuesto e inversión, y los déficits de petróleo nos dejaban sólo con los "alumbrones". Entonces la prensa revolucionaria fue acicate y llamado a la unidad y resistencia. Un periodismo que emuló con las corresponsalías de guerra, pues se hizo desde el surco y la trinchera. Al reducirse los espacios, el papel y las tiradas de diarios y revistas, buena parte del sector se incorporó a las labores en la agricultura, la producción y la defensa.

La Revolución siempre ha dado una atención especial al mundo de la información, sus profesionales, trabajadores y trabajadoras. Nunca dejó de formarse a la nueva generación de periodistas y comunicadores en las siete facultades universitarias que lo hacen de occidente a oriente, y en cuanto el país comenzó a salir de la profundidad de la crisis, se realizaron inversiones sostenidas para dotarlos de una base tecnológica con capacidad de respuesta. Los programas de la informatización de la sociedad cubana priorizaron el sector, a las redacciones y en lo individual a sus periodistas. Es sustantivamente superior la dotación de base informática y conectividad que poseen, en comparación con los especialistas de otras ramas de la educación, la ciencia y la economía.

La ecuación resultante de un sector de profesionales y trabajadores con tradición revolucionaria, sostenida capacitación, a prueba de vencer dificultades tecnológicas gigantescas, donde han arribado nuevas generaciones que en principio deben estar mejor preparadas que las que le antecedieron, y además privilegiados en los últimos años con sólidas inversiones, debiera ser altamente positiva. Sin embargo, la realidad es que si bien nuestra prensa mantiene sus innegables valores revolucionarios, cada día se hace más masiva la insatisfacción del pueblo y de la dirección partidista, con lo que recibe de la mayoría de los órganos de prensa y periodistas. Coincido con la visión autocrítica de Tubal Páez, presidente de la UPEC cuando afirma que a nuestros materiales periodísticos por lo general les suele faltar elegancia, ingenio, encanto, gracia, chispa, humor, así como también ideas que fascinen, atraigan y enganchen (2).

Los reclamos de perfeccionamiento

Los reclamos por transformaciones en la prensa para que esté más cercana a la realidad, sea más analítica, más propositiva y refleje de manera objetiva y equilibrada lo que realmente ocurre en el país, no son nuevos. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz insistió en la necesidad de una prensa martiana y leninista, en diversos momentos, en reuniones con los periodistas, en congresos y balances partidistas.

Ahora la demanda sobre la calidad y eficacia de la prensa se han puesto al orden del día, con los planteamientos del compañero General de Ejército Raúl Castro Ruz, primer secretario del PCC y presidente de nuestro país. Al presentar el Informe Central al IV Congreso del Partido, efectuado del 16 al 19 de abril pasado, Raúl convocó a los medios de prensa a dejar atrás, definitivamente, el hábito del triunfalismo y la estridencia al abordar la actualidad nacional. El Primer Secretario del Partido instó a los periodistas a generar materiales que, por su contenido y estilo, capturen la atención y estimulen la discusión.

A nadie le caben dudas de cómo la prensa revolucionaria está llamada a cumplir un papel decisivo con el esclarecimiento y difusión objetiva, constante y crítica de la construcción socialista. La prensa resulta imprescindible para desarrollar la cultura política socialista, la cultura de la exigencia, el debate y el diálogo de saberes. Es por sobre todas sus misiones, un educador colectivo y tal función hay que afrontarla sin didactismos estériles, respetando la inteligencia del ser social superior forjado por la Revolución.

El inventario de dificultades objetivas y sobre todo subjetivas está bastante adelantado. Es inconcebible que la mayoría de las veces, los y las periodistas tengan dificultades para el acceso oportuno a la información, enfrentándose a funcionarios infranqueables, que violan el derecho del pueblo a estar informado, y bloquean el libre ejercicio y la misión social del periodismo revolucionario. Para no pocos compañeros y compañeras del sector, la falta de comunicación e información explica la difusión, en ocasiones, de materiales aburridos, improvisados y superficiales.

De nada vale repetir los discursos de Fidel y de Raúl sobre este y otros temas, y que los cuadros responsables directos tengan una actuación que niegue o frene en la práctica la voluntad y orientación de la dirección política del país, su esencia democrática y la responsabilidad que ello encierra. En criterio de Tubal Páez, influyen de forma negativa viejos estilos y métodos que la política debe erradicar, y que hasta cierto punto desestimulan muy buenos deseos profesionales (3).

Los problemas mencionados pesan sobre el sector y sus resultados, pero la cuestión en mi opinión no se reduce a un asunto de cuadros con estilos desacertados, funcionarios que se niegan y burócratas que bloquean o entorpecen.

Considero que resulta muy fácil hallar un culpable en la visibilidad y posibilidad que tiene un directivo. Nuestra democracia socialista está pensada, diseñada y refrendada constitucionalmente para que los dirigidos decidan: un jefe puede hacer o deshacer en la medida que sus subordinados administrativos y/o políticos y sus organizaciones revolucionarias de base lo permitan.

Sabemos que los voluntarismos y los estilos autoritarios de dirección tienen su correlato con la filosofía de no buscarse problemas y acomodarse a lo fácil, males estos que en los últimos años han contaminado zonas de nuestro mundo laboral e intelectual. Y si la prensa sufre de aburrimiento, es porque una parte de las y los profesionales y trabajadores que tienen que transformarla, se han conformado y acomodado con esquemas del peor inmovilismo. "Al buen periodista —precisa Tubal Páez— nada ni nadie lo puede obligar a ser aburrido, adulón, mediocre, superficial o descuidado en lo que hace, a menos que realmente sea una persona así" (4).

No deben seguir incumpliéndose los acuerdos adoptados por el PCC sobre la política informativa, y esto no lo pueden resolver Raúl y los compañeros de los órganos centrales del Partido. Se trata de una lucha política e ideológica en el seno de los colectivos de prensa, en cada uno de los diarios, revistas y noticieros. Este es campo de pelea revolucionaria, de exigencia y educación de los consejos de dirección, núcleos y Comités del Partido y la UJC, del sindicato y las asociaciones de base de la UPEC.

Mirar hacia dentro

Aprecio que frente a los mismos obstáculos, los órganos y sus profesionales tienen distintos resultados. En general no se hacen evidentes los matices de "mirar hacia dentro" del sector y su explicación.

He constatado cómo sectores de la opinión pública —en la capital y otras provincias— identifican por excepción a periódicos, revistas y noticieros que sí satisfacen sus expectativas. Tenemos en los órganos nacionales y territoriales compañeros y compañeras que son identificados por la población por su sólida labor. Los hay de muchísima experiencia, pero no faltan los buenos ejemplos de las nuevas y novísimas promociones recién salidas de las aulas universitarias.

La opinión pública establece una diferencia entre el dinamismo y calidad de la prensa radial, con la que nos aportan otros medios. Hay canales de televisión con propuestas informativas de notable calidad, y una excelente utilización del talento local. El periodismo digital avanza con apreciables altibajos. Están los periódicos y noticiarios que logran multiplicar, con los códigos y ritmos de la Web, su oferta mientras, con similares potencialidades tecnológicas y profesionales, aprecio que la mayoría mantiene una presencia pálida y residual. Se conoce el impacto de varios blog personales de compañeros y compañeras de la prensa, pero muchos otros languidecen en el ciberespacio por falta de actualización y propuesta. Afortunadamente otros sectores de la sociedad cubana y en particular la juventud universitaria, marca la vanguardia de un pujante movimiento de blogueros revolucionarios.

Las apelaciones y críticas globales no hacen justicia a los y las que a pesar de los obstáculos, marchan a la vanguardia. Precisar con conocimiento y argumentos lo que bien se realiza, promueve la disciplina de la calidad y espolea la vergüenza de las y los revolucionarios.

Frente a los resultados polares que nos llegan, precisaríamos conocer qué piensan y hacen los que están directamente implicados. Las declaraciones que cito del compañero Tubal Páez fueron publicadas profusamente en la prensa cubana. Sin dudas expresan una seria posición autocrítica que incita al debate controversial. Esperé durante varios días leer los comentarios y posicionamientos que al respecto harían los compañeros y compañeras de la prensa, pero hasta el momento de redactar estas opiniones mi expectativa no fue satisfecha. ¿Habrá que esperar a lo que se diga y acuerde en las asambleas de la organización? ¿Por qué no pronunciarse en la propia prensa, ante puntos tan decisivo como los que plantea el presidente de la UPEC?

Se ha insistido en la necesidad de elevar la profesionalidad y los conocimientos de nuestros periodistas, pero tal formulación no satisface toda la amplitud de las interrogantes que, para los que estamos fuera del gremio, se abren desde las insuficiencias de la realización periodística, el manejo de información, el dominio de uno u otros géneros periodísticos, y la imprescindible labor del periodismo especializado.

Pienso que el desbalance que muchos apreciamos entre la cantidad y calidad de la información internacional frente a la nacional, no sólo se explica por la existencia de determinada política de prioridad informativa. También falta la mirada desde el conocimiento y el estudio de la realidad cubana y, sobre todo, hay estilos de trabajo periodístico tan o más burocráticos que los mismos burócratas. No pocos son los ejemplos de facilismo y peor esquematismo.

La cobertura de las actividades generalmente se concentra en las presidencias, se toma lo que dijo el cuadro que tuvo a su cargo la apertura o las conclusiones, se hacen las fotos o la filmación de presidencia y algunas foto más o paneo de fondo, y ahí termina el oficio y la estancia del o la periodista, que generalmente presurosos parten hacia otro escenario "noticioso". Lo que realmente sucede, los protagonistas de masa, lo que dicen y hacen la noticia no son importantes.

Los y las periodistas de inauguración y conclusiones, que siguen a los jefes y no a las personas que hacen la historia, todo lo resuelven desde un lead ampliado con la cita de lo que dijo el responsable. Ante sus ojos se está dando la maravilla de la noticia en sus protagonistas y no la ven. Como "no poseen tiempo" para quedarse y participar del acontecimiento, nos enajenan de lo más valioso, que es el pulsar de los sujetos concretos del acontecimiento, de sus sentimientos, ideas y aportaciones. Tan superficial mirada impide ejercer un periodismo de opinión, que sopese lo ocurrido y aporte una toma de partido. Esta débil praxis tiene también sus ineludibles consecuencias de empobrecimiento profesional —quiéranlo o no— hacia quienes practican tales estilos de esquematización del universo periodístico.

Sé de coberturas noticiosas, donde él o la periodista ha llegado sin siquiera tener una idea remota de qué pasa en el lugar. El argumento de que desde su redacción le enviaron sin saber qué iban a cubrir, no sólo habla de la irresponsabilidad de esa redacción: tiene además como contraparte, el hecho ético individual, de la exigencia y respeto de que cada profesional debe hacerse a sí mismo.

El y la periodista que husmea la realidad, que descubre y propone temas, que investiga y con su adarga al brazo, emula en batallas contra gigantes, resulta una especie rara, casi en extinsión: ¿Será esta ausencia sólo culpa del plan de trabajo, abarrotado de tareas ya concebidas y detalladas? ¿Tiene que ver esto definitivamente con una u otra línea editorial?

El periodismo especializado no trasciende suficientemente. Nos preguntamos por qué los periodistas deportivos ejercen la crítica —tanto de mérito como de errores e inconformidades— sobre el trabajo del INDER y de los jefes y jefas del organismo, del director o directora de un sectorial provincial, un equipo de beisbol, sobre el rendimiento de uno u otro colectivo de dirección técnica y, sin embargo, rara vez este mismo ejercicio se realiza en la salud pública, la educación, en el mundo de la economía y la producción material con un organismo, con un ministro o ministra, el director o la directora de un hospital, escuela o fábrica.

El periodismo deportivo no está exento de retos de perfectibilidad, pero lo primero que salta a la vista es la alta profesionalidad de la mayoría de los compañeros y compañeras que lo ejercen, de los consagrados y hasta de los más noveles. Saben lo que dicen y pueden discutir con los directivos y especialistas del deporte de lo que discrepan. ¿Tiene sus colegas que atienden otros sectores y ramas esta preparación y disposición al debate que tanto agradecemos?

Sin dudas, el reclamado nexo y el intercambio frecuente con los cuadros y especialistas responsabilizados con unas y otras problemáticas, resulta imprescindible. Pero más lo será, el estudio individual, la autopreparación, la lectura sistemática de unos y otros temas. La cultura general integral del periodista, independientemente de lo que cubra, es un requisito a desarrollar constantemente y los principales responsables de concretarlo son los propios compañeros y compañeras que ejercen la profesión.

Casi lo mismo

Estoy convencido de que si mañana se resuelven los problemas de control burocrático, y fluye el acceso y comunicación con los jefes de organismos, cuadros y funcionarios, aún estaremos muy lejos de la prensa revolucionaria que necesitamos. Sería una propuesta mejor informada desde las instituciones estatales y gubernamentales, pero faltaría la decisiva visión y la contradictoria riqueza de la sociedad civil.

La insistencia de Raúl y la dirección del Partido en el proceso del VI Congreso, de considerar el valor y la certeza potencial de todas y cada una de las opiniones vertidas, ratifica una voluntad de democratismo socialista, inédita en la práctica de los Partidos Comunistas que llegaron al poder en Europa y Asia en el pasado siglo, cuya tradición estuvo centrada en la sobrevaloración esquemática del criterio colectivo —eminentemente estatal y partidista— sobre la opinión individual. ¿Cómo podemos expresar y desarrollar el derecho conquistado, nuestra libertad como sujetos en y de la Revolución, si no asumimos ese camino participativo trazado por el VI Congreso? Tan decisiva y profunda praxis partidista, es una invitación para la reflexión y el cambio de mentalidad. Resulta una clave esencial para el debate teórico y la perspectiva del cómo hacer de nuestro periodismo:

¿Cuándo la prensa va a reparar en la necesidad de privilegiar con su trabajo la inteligencia, la experiencia y los datos empíricos de nuestros más humildes y sabios ciudadanos y ciudadanas? ¿Quién puede afirmar que en Cuba todos y todas estamos de acuerdo o nos conformamos con las respuestas o enfoques de los directivos y responsables de una u otra instancia o agencia estatal o gubernamental? ¿Cuándo van a aflorar los disensos y debates dentro de la propia afinidad y certeza revolucionaria?

¿No le interesan a la prensa los datos precisos que poseen nuestros obreros, tecnólogos y economistas sobre las problemáticas de la producción y la economía, los datos y la estadística que produce la ciencia y no necesariamente está incorporada a la estadística oficial, los estudios cualitativos, la evaluaciones prospectivas sobre las hermosas realidades que tenemos, y también los lunares y excresencias que padecemos?

¿Cuándo nuestros periodistas van a facilitar —y mejor liderar— un grupo de debates y críticas que transcurren en el seno de la sociedad sin que tengamos los suficientes espacios para informar, precisar, aclarar, coincidir y rectificar? ¿Por qué perder la prensa como ágora para auto educarnos en la moralidad y la civilidad socialista del decir y compartir lo que pensamos?

Frente a la indolencia y la callada por respuesta, soy de los que prefiere compartir una apreciación, convencer, o ser convencido del juicio erróneo o la apreciación inexacta. Sé que este sentir es compartido por muchísimos compañeros y compañeras y sin dudas late en el éxito de participación y aceptación que ha tenido la Sección Cartas a la Dirección, del periódico Granma.

Peligros reales.

La prensa cubana no sólo tiene ante sí tareas constructivas y educativas. Nuestra sociedad diariamente, a casi toda hora, es bombardeada por la gigantesca maquinaria de la propaganda capitalista mundial. En los resquicios de nuestras insuficiencias, en la constante tergiversación de la realidad del país, se arman campañas directamente dirigidas a subvertirnos política, ideológica y culturalmente. Se pretende además desprestigiar la obra revolucionaria, fracturar la solidaridad internacional y aislarnos.

Los peligros que afrontamos en la lucha ideológica, política y cultural, son reales y el menospreciarlos sería una imperdonable irresponsabilidad. Hoy y por mucho tiempo, la noble misión del periodismo, será parte sustantiva —no puede eludirse— del pulseo ideológico entre los servicios enemigos que pretenden imponer una agenda de mentiras, y nuestra prensa revolucionaria. Nos imponen la guerra mediática, la agresión psicológica y su trabajo sucio. Y la Revolución no puede pecar de ingenua, frente a enemigos tan poderosos como desalmados.

Entiendo las fundadas medidas de protección que deben tomarse, y comprendo la justa preocupación de muchos compañeros y compañeras. Sin embargo, las necesidades de la defensa de la vida espiritual de los cubanos y cubanas, no explica cerrarnos a los cambios necesarios, impone precisamente su realización como parte sustantiva de la estrategia de victoria. Hay que explicar, dar seguridad, y demostrar las fortalezas que poseemos, y en ellas las oportunidades para ganar la apuesta de la Revolución en la prensa y en todos los terrenos.

La realidad de plaza sitiada conduce a la psicología de "plaza sitiada", y ésta es precisamente una aprensión que pretenden convertir en ventaja los más inteligentes arquitectos de la agresión anticubana, aquellos que hablan de combinar la continuidad de la presión económico, militar —hard power— con los métodos del tendido de puentes, de la subversión y penetración ideológico cultural —"soft power"—.

Transitamos, si sobre la prensa se trata, un camino que resulta inédito en la construcción socialista. Las experiencias históricas en este sentido, en los países que han ensayado procesos revolucionarios socialistas, sólo han marcado con exactitud los extremos: el control burocrático de la prensa o la apertura liberaloide, esencialmente antisocialista y contrarrevolucionaria.

De inmediato salta la penosa experiencia de la llamada glasnost —transparencia— en el contexto del proceso de traiciones en que devino la rectificación o perestroika soviética. Este es un referente que nos precisa la capacidad de desmontaje ideológico cultural que poseen las agencias de subversión —la CIA y sus émulas dentro de la llamada comunidad de inteligencia de los Estados Unidos y la OTAN—, su método para coordinar y multiplicar la gigantesca maquinaria propagandística del imperialismo transnacional.

Apreciar los resultados de la irresponsabilidad y el aventurerismo político de la dirección soviética de finales del Siglo XX, no basta. El problema principal, de utilidad práctica, está en develar de dónde devino la eficacia del imperio en los años ochenta, después de fracasos continuados en siete décadas de cerco y agresión.

Mientras más se estudia el proceso contrarrevolucionario que llevó a la desaparición de la URSS y el campo socialista, más nos convencemos de que su triunfo no estuvo en el desmonte y la descalificación de la historia, la política y la socialidad socialista, en sí mismos, sino en cómo la maquinaria de diversión ideológica imperialista coordinó su ataque en las debilidades objetivas —subjetivizadas a nivel de conciencia y psicología social masiva—, realmente existentes en el Partido y el sistema burocrático, en los privilegios de la élite gobernante, y en las demandas insatisfechas. Incluida la prensa rimbombante y apologética que caracterizaba la propuesta comunicacional del autocalificado "socialismo real".

Vistas debilidades y amenazas, hay que precisar nuestras diferencias y en tanto, las fortalezas y oportunidades que poseemos. A diferencia de la experiencia soviética, el recorrido de la Revolución Cubana en el último decenio del pasado siglo y su arribo a la presente centuria, cualifican una situación objetiva y un escenario político moral muy distinto.

Las realidades cubanas

Cuba supo a tiempo —incluso antes que la propia perestroika se bosquejara como promesa posible en el escenario soviético—, iniciar su rectificación de errores y tendencias negativas, para ir a la crítica y solución de los más graves problemas, ante todo ideológicos, que estaban incubándose tras la copia mimética del modelo ya en deterioro de la URSS. Como sabemos, no todo quedó resuelto, nos faltó tiempo para madurar en transformaciones decisivas muchas de las objeciones que teníamos, pero el principio esencial del cambio necesario y posible dentro del socialismo quedó decididamente establecido.

Los impactos y consecuencias de la crisis económica y el incremento de la política de bloqueo y subversión del gobierno de los Estados Unidos, re-potenciaron problemáticas superadas y crearon nuevos conflictos, y aún así logramos salvar la Revolución. La línea trazada en 1991 en el IV Congreso del Partido, ratificada en el V Congreso de la organización en 1997, permitió preservar el socialismo y sus principales conquistas, hecho que fue posible por el apoyo masivo de todas y todos los patriotas, de la inmensa mayoría de la población.

El cuadro de batallas de clase en la Cuba de hoy es el más complejo que ha tenido que enfrentar el proceso revolucionario en su medio siglo de realizaciones. Las debilidades se interconectan con lo viejo no superado, y también "lo nuevo" y no necesariamente progresivo que se ha incorporado desde los deterioros sufridos y el crecimiento de las relaciones de mercado. Incluye tanto expresiones organizacionales y políticas del modelo soviético que urgen de negaciones dialécticas, como manifestaciones de la socialidad, moralidad y corrupción burguesas, consustanciales al modo de producción capitalista, con cuya existencia jamás nos conformaremos.

Los que se abroquelan en posiciones de cerco —y peor los que se acobardan y llenan de pesimismos—, no comprenden que en la propia lectura serena de la complejidad de la coyuntura, comienzan la defensa y la ofensiva de la ideología y la política revolucionaria. Y los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados en el VI Congreso así lo confirman.

En la Revolución de madurez que ahora tenemos, hay fortalezas suficientes para, sin ceder terreno a la ideología burguesa y al imperialismo, profundizar en las rectificaciones y avances que precisan la economía, la sociedad, y la prensa que es el objeto de nuestra atención. La Revolución ha multiplicado la eticidad y el espíritu revolucionario de la nación en conocimientos y cultura. Y los cubanos y cubanas de hoy han dado —y ofrecen a diario— pruebas de sus saberes cultivados por la política revolucionaria. Esta realidad constituye y cualifica el ser social revolucionario y es el más sólido baluarte del socialismo.

La lucha por la hegemonía ideológico cultural —bien lo definió Antonio Gramsci— es una relación pedagógica entre los contendientes clasistas, y este desafío lo podemos asumir plenamente. Poseemos en tal dirección experiencia e ideas claras. Fidel hace ya medio siglo precisó de manera inequívoca la amplitud y los límites de la lucha ideológica en Cuba: "Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada" (5).

Dentro de la Revolución no todos y todas reaccionamos y pensamos con la certeza que se precisa en cada situación. Los que no coincidamos con determinadas políticas, los confundidos por hipercriticismos y revolucionarismos de ultraizquierda, los pesimistas, los engañados por la propaganda enemiga, deben ser siempre sujetos de respeto, atención, persuasión y educación. Los directivos y funcionarios enfermos de voluntarismos, centralismos estériles y autoritarismos, los burócratas que entorpecen —no podemos olvidarlo— son también nuestros compañeros y compañeras. Aún hay mucho mal de intolerancia entre nosotros y, en definitiva, la Revolución no la hacemos ángeles, sino hombres y mujeres en medio de visiones diferentes, intereses, contradicciones, errores, aciertos, medioerrores y medioaciertos.

Lo que está contra la Revolución, por muy oculto que se tenga, aflora más temprano que tarde. La naturaleza antisocial de la corrupción administrativa no resiste debate. El ladrón escudado en las estructuras de dirección y en la burocracia, no pasa de ser un delincuente. El salto a la contrarrevolución no posee sustentación ética, carece del más mínimo asidero histórico o cultural. La reducida fauna de apátridas, anexionistas y mercenarios que tiene en nómina el imperio, confirma, en su naturaleza nauseabunda, la realidad que afirmo: Estamos pues ante un campo de batalla que bien conocemos: contra el individualismo, el egoísmo y la traición. Campo que siempre ha estado en disputa, y donde en cada momento hemos logrado vencer.

La prensa tiene mucho que aportar para generar nuevos espacios de construcción pedagógica revolucionaria, de combate ideológico, contrapropaganda y denuncia de las campañas y operaciones anticubanas. Soy de los que confía plenamente en la capacidad de los y las profesionales, trabajadores y trabajadoras de los medios informativos, para ser y hacer lo que la necesidad de la lucha revolucionaria en Cuba demanda. Sería injusto no destacar a quienes se empeñan en hacerlo desde hace mucho tiempo, y a los que rompen las inercias y barreras, y ya se incorporan.

Notas:

(1) Resolución final del VIII Pleno del Comité Nacional de la UPEC, Cubaperiodistas.cu, Lunes, 23 de mayo de 2011 http://www.cubaperiodistas.cu/noticias/mayo11/23/03.htm

(2) Miguel Torres Barbá: Frente al espejo: la prensa apuesta por ser más atractiva, AIN, Viernes, 13 de Mayo de 2011. http://www.tribuna.co.cu/etiquetas/2011/mayo/12/frente.html

(3) Iden. Ante.

(4) Iden. Ante.

(5) Fidel Castro Ruz: Palabras a los Intelectuales, 30 de junio de 1961 http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1961/esp/f300661e.html .

* Felipe de J. Pérez Cruz es presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba en La Habana.

Tomado de Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=129877

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