El Presidente, en respuesta a los marchistas del Consejo Indígena del Sur (Conisur) propuso que éstos, con los que protagonizaron la VIII marcha en defensa del TIPINIS, conversen para acordar la anulación de la Ley que prohíbe la construcción de un camino por medio de la reserva natural y territorio indígena y, además, que en ese mismo diálogo determinen la construcción de la vía Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, en su segundo tramo. Dicho de otra forma: Evo Morales pretende que sean los indígenas (cocaleros marchistas incluidos) los que resuelvan el problema que él en especial ha provocado y que tiene que resolver. Es una maniobra (¿envolvente?) que alientan, sugieren, organizan o imponen los gobernantes y que ejecutan operadores a su servicio: que los sectores del pueblo, es decir, que los empobrecidos solucionen líos en los que, hombres y mujeres del Estado plurinacional, no quieren "mezclarse".
Leamos:
La marcha que llegó a La Paz el lunes 30 de enero con la exigencia de anulación de la Ley que defiende al TIPNIS y para demandar la construcción del camino de la discordia, fue pedida por el Presidente por lo que no es una exageración decir que esa caminata fue para él. Además, antes que empezara esa caminata el Alcalde de Villa Tunari dijo que ese municipio respaldaría con todo lo que requieran los marchistas. Ese funcionario público acaba de asegurar que "su" casa municipal y la de San Ignacio de Moxos abrirán el camino si es que no lo hace el gobierno.
El Presidente, con parábolas ("Narración de un hecho fingido...") a veces o desafiante casi siempre pidió la caminata de la que, según él, participaron los "verdaderos" indígenas y ocultó la participación de los cocaleros del Conisur. Los dirigentes de la VIII marcha indígena, por los medios a su alcance, han explicado que excepto los indígenas de Oromomo que mantienen su identidad, los otros originarios se han convertido en peones de los cocaleros y varios de ellos han sido dotados de tierras en propiedad personal por lo que dejaron de vivir en comunidad.
Los marchistas del Conisur perdieron su capacidad de autodeterminación el momento en el que, aleccionados por el primer ciudadano del país y otros funcionarios públicos, a lo llunk'u se incorporaron a la marcha, aunque otros lo hicieron porque creyeron que les iban a pagar Bs 300 por día de caminata y víveres, de acuerdo a la denuncia de los que se retiraron de esa acción cuando se sintieron burlados porque no les llegó la paga. Además, de la marcha participaron niños, mujeres embarazadas (cuatro de ellas dieron a luz durante la caminata), ancianos, tal cual sucedió en la VIII marcha en defensa del TIPNIS. Esta vez los gobernantes dieron "por bien hecho" lo que rechazaron de los caminantes de la mayoría de los indígenas el año pasado.
La VIII marcha fue presentada, por los gobernantes, como una acción política que tenía como objetivo fundamental echar del Palacio Quemado al Presidente, como éste "denunció" el día que informó de sus labores de 2011 ante la Asamblea Legislativa Plurinacional, el último 22 de enero. En cambio, la marcha del Conisur fue y es mostrada como plena de virtudes: reivindicativa, pacífica, en reclamo de legítimos derechos (como el de la consulta).
Quizá lo más importante: los marchistas del Conisur están extraviados porque impulsan y sostienen una medida en contra de sus intereses. Ocurrió en Bolivia y en otros países latinoamericanos y caribeños: sectores del pueblo libraron acciones que favorecieron planes ajenos.
Los 37 corregidores que se entrevistaron con el Presidente en el Palacio de Gobierno, por lo que dijeron, pusieron a la vista que les importa el camino (de la discordia) sin reparar que con esa obra, en pocos años, se destruirían las riquezas naturales del lugar, de las que ellos viven y vivirán mientras exista el bosque. Queda más claro que la depredación les preocupa nada cuando demandan caminos vecinales, es decir, caminos que unan sus comunidades con la vía principal que exigen se construya. Esa petición pone de manifiesto, asimismo, que el camino de la discordia no unirá a la mayoría de las comunidades indígenas del Isiboro Sécure. Por lo que dijo el Presidente en su encuentro con los delegados del Conisur ni él fue avisado de la demanda de los caminos vecinales. Esto no estaba en la "agenda", dijo el Presidente, luego que leyó ese punto del pliego de peticiones de los marchistas, por los que siente pena, por ejemplo, R. Puente.
A propósito de la pena que provocó en algunos aquella marcha, cabe subrayar el comportamiento del pueblo paceño y los que nos incorporamos a este inmenso contingente humano: los paceños del pueblo se vuelven o son sabios cuando se trata de la defensa de sus legítimos intereses y de los de Bolivia. No esperaron a los marchistas, a pesar de que el Ministro de la Presidencia tuvo la osadía de pedir que los paceños reciban a los delegados del Conisur.
Los paceños y no peceños que vieron la marcha se abstuvieron de aplaudir o de insultar a los marchistas. Pocos invitaron refrescos y/o alimentos a los forasteros que entraron a la sede de gobierno. Hubo excepciones: algunos silbaron a los caminantes o los llamaron vendidos al gobierno. Pero nada oculta que los paceños y residentes en La Paz nunca tuvieron en sus planes recibir a tomatazos a los llegados. Este rumor fue otra mentira de los gobernantes.
A propósito de mentiras sólo señalamos las más notorias y dichas hace horas por el Presidente: Que él nada tuvo que ver con la organización de la marcha de los de Conisur y que nunca trabajó con ONG, que él no puede decir qué deben hacer los masistas de la Asamblea Legislativa Plurinacional y que son los "verdaderos" indígenas (y no cocaleros) los que dicen que no volverán a sus casas sin la anulación de la Ley de protección al TIPNIS, que él defiende los intereses de Bolivia y que con el camino quiere el progreso de la gente de la reserva natural y del territorio indígena.
El enfrentamiento, ahora en el plano de las ideas, también tiene lugar entre los indígenas que protagonizaron la VIII marcha indígena y los protegidos por el gobierno: los del Conisur que buscan el camino por medio del TIPNIS de modo que esa obra facilitaría la destrucción de esa riqueza que de veras es de todos los bolivianos y en primer lugar de sus pobladores originarios.
Ese enfrentamiento en el campo de las ideas, sin embargo, puede escalar hacia otro de tipo orgánico y físico, es decir, habrá una mayor división en las organizaciones indígenas y un riesgo altamente probable: lo que en otro tiempo de llamó "cha'mpa guerra", peleas físicas y que no serían ti'nku (encuentro) alguno sino desencuentro. Vale recordar sólo los enfrentamientos, casi siempre sangrientos, entre laimes, kakachacas y jucumanis, para que se haga todo (y todos) lo que esté a nuestro alcance para evitar lo que podría suceder en el TIPNIS y en el país entre hermanos y compañeros.
Sensiblemente el primer ciudadano del país, otra vez induce a un enfrentamiento entre gente del pueblo, cuando propone que deben conversar y ponerse de acuerdo entre los defensores del TIPNIS y los que facilitarían la depredación de las riquezas de la reserva con el camino de la discordia. Lo que decidan ambos bloques hará la ALP, les dice el Presidente en la reunión con los corregidores en el Palacio de Gobierno.
Dicho en otro castellano: con aquella propuesta el Presidente trata de lavarse las manos, como Pilatos, una de las prácticas frecuentes en la conducta de los actuales gobernantes.
A Evo Morales se le debe exigir que se abstenga de proponer, facilitar, inducir, imponer... que los empobrecidos se enfrenten entre ellos, lo que sucede cuando uno de los sectores (como los de Conisur) marcha en contra de sus intereses, de los del pueblo y del país.
Una regla inviolable de los empobrecidos, sobre todo ahora, es que entre ellos no tienen por qué pelearse porque la gente del pueblo, en cambio, debe formar un bloque unido, organizado y consciente para defender los verdaderos intereses regionales, populares y plurinacionales.