La cita en Cochabamba de una parte de los movimientos sociales discutirá temas políticos, económicos y sociales, según la convocatoria, para profundizar los cambios en Bolivia. Sin embargo, desde distintos flancos se reprueba esa cumbre porque a ella sólo asistirán los que se sienten parte decisiva en el gobierno, los que apoyan incondicionalmente sobre todo al Presidente y algunos de los que —dicen— lo hacen en forma "crítica" y "propositiva".
Nosotros creemos que es imprescindible que los citados y otros adherentes se reúnan con más frecuencia para aprobar y evaluar lo que llaman una nueva agenda, para los próximos tres años, de acuerdo al Ministro de la Presidencia. Este funcionario ha dicho, además, que lo que se acuerde en Cochabamba (en diciembre y en enero) será una referencia, es decir, no todo lo acordado será de aplicación obligatoria por los gobernantes. Una confesión como ésa resulta útil porque ahora sabemos a qué atenernos.
Incluso las más radicalizadas propuestas podrían aprobarse en la cita cochabambina, pero es dudoso que se materialicen porque, especialmente en el último tiempo los gobernantes y, en particular el Presidente, dicen una cosas y hacen otra. Más aún, el primer mandatario propone la aprobación de la ley que determina que ningún camino atravesará el TIPNIS, incluso la promulga (publicación solemne de una ley para que se ejecute), pero desde hace semanas está empeñado en una campaña destinada a conseguir la modificación de esa ley y en la realización de una consulta para la construcción de la vía de la discordia, la que no sería previa ni de buena fe, de acuerdo a todo lo ocurrido desde el inicio de la VIII marcha de los indígenas.
Los gobernantes y su base social necesitan reunirse con periodicidad al menos trimestral. Y sería preferible que esos encuentros se realicen con el aporte de los militantes, simpatizantes y amigos del MAS. Sin embargo, en Cochabamba se pagarán los gastos de aquélla con dinero de los bolivianos, tal como confesó una Ministra, la que trató de justificarlos.
En la reunión esperan aprobar una agenda (programa en el viejo lenguaje de los revolucionarios) a la medida de las exigencias del principal gobernante. La agenda quizá sea rica en metas para defender, consolidar y profundizar los cambios (para reconducir el proceso, según otros). Si así fuera se daría una señal de que se operarían cambios positivos dentro de los cambios: políticas varias para avanzar. Eso se espera todavía en el pueblo, aunque los más lúcidos de este contingente humano ya no tienen la seguridad de que así ocurra realmente.
Cualquiera que sea la forma y sobre todo el contenido de la agenda que será aprobada en días más y en enero de 2012, los que todavía aguardamos una nueva alianza del Presidente con el pueblo, en base a un programa avanzado y para corregir errores (del gobierno y de los movimientos sociales) nos animamos a sugerir que la agenda de masistas y promasistas sirva para articular otra con el aporte de los agrupamientos sociales y políticos que no participarán de los encuentros en Cochabamba.
Es que los gobernantes no debieran pretender que en la cumbre se apruebe una agenda que no la comparten otros grupos sociales, como los indígenas de las tierras bajas que se congregarán en otra cumbre en Santa Cruz.
Los discordes, con sus propuestas, deben organizar otra cumbre (y desde fuera) en la que se busque la unidad sobre la base de tareas esenciales en los ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales y de las relaciones internacionales. En esa otra cita se debe trabajar, con el empeño que sea necesario, un programa democrático, popular, antiimperialista y revolucionario el único que, creemos, puede asegurar buenos resultados en la defensa, consolidación y profundización de los cambios, es decir, para que de veras se camine hacia la revolución. Ésta deberá avanzar, ciertamente, en la misma medida en la que se construye el Estado plurinacional, del que conocemos un discurso que tiene que ser complementado y sobre todo materializado.
Para los habitantes del Palacio Quemado acaso no son fallas visibles la exclusión de la cumbre de los políticos distantes del gobierno (opositores o no), la de los sectores del pueblo que marcan sus discrepancias con los gobernantes, las capas medias especialmente críticas respecto de los cambios y de los gobernantes. Esos hechos impiden que la cita de los días próximos sea tan abarcadora como se sueña en las alturas del poder.
Los gobernantes deben aceptar que una cumbre con todos, en la que sólo haya unanimidad, es imposible. Al fin de cuentas el ejercicio de la política por gente del pueblo, más allá o a distancia del gobierno y con un evidente contenido democrático, popular, antiimperialista y revolucionario, se abre paso como una necesidad, ante la constatación de que los gobernantes y en particular el Presidente dejan de representar y defender los intereses de todo el pueblo y que, en cambio, representan y defienden los intereses de los pequeños y medianos propietarios del campo, de cocaleros y de colonizadores; así como de los cooperativistas mineros, lo que implica una desatención de intereses vitales de los asalariados del subsuelo.
Ahora, la renovada opción del Presidente es por cocaleros y colonizadores, lo que se demuestra con la campaña que impulsa para que el camino Villa Tunari-San Ignacio de Moxos parta en dos el TIPNIS, en contra de lo ganado por los indígenas en su VIII marcha, la que contó y cuenta con el apoyo de la mayoría del pueblo boliviano. Camino exigido por cocaleros, colonizadores, ganaderos, madereros y empresarios transnacionales asentados en Brasil.
Reiteramos que lo que quieren cocaleros y colonizadores es más tierra en propiedad personal para plantar más coca y para la agricultura, aunque los inmigrantes en el Beni, preferentemente, se ocupan de la ganadería, del comercio y de la agricultura en menor escala.
El Presidente, además, ha beneficiado a los cooperativistas mineros con una ley que los libera del pago del impuesto al valor agregado (IVA); medida que también satisface a los empresarios que comercializan minerales en el país. Con esa liberación de impuestos, asimismo, se quiebra el principio de la universalidad del pago de aquel tributo.
En cambio y a pesar de la represión a la VIII marcha indígena y no obstante de las maniobras presidenciales que pretenden liquidar el principal logro de la caminata, los indígenas de las tierras bajas han invitado al Presidente a lo que también ellos denominan reunión cumbre. Esa amplitud destacable se espera que sea cumplimentada por el primer mandatario boliviano.
Precisamente porque los gobernantes ni defienden ni representan los intereses de todo el pueblo, el mejor camino para alcanzar el acuerdo programático (la agenda) que sugerimos: cumbre primero de los masistas y luego de estos con todo el pueblo el que pesamos, facilitaría al menos una convergencia como punto de partida para la nueva alianza que planteamos.
Los ejemplos nuestros y de tantos otros procesos renovadores y/o revolucionarios nos deben convencer, antes que a nadie a los gobernantes y al Presidente, de que requerimos con urgencia la unidad para superar la división reinante, necesitamos la organización del pueblo porque la actual, básicamente, alcanza sólo para enfrentar elecciones, así como falta una mayor conciencia de los más sencillos porque la que se tiene debe ser confirmada y ampliada de manera creciente.
Las reuniones separadas que serán desarrolladas, más allá de nuestros deseos, plantean otra que tendría que ser para la convergencia, para la unidad superior (decía Marcelo Quiroga Santa Cruz) del pueblo en base a un programa (una agenda), el que sólo así sería para defender, consolidar y profundizar el proceso de cambios.
El Presidente tendría que ser el principal constructor de la unidad del pueblo, el que se juegue entero por su organización, el que se empeñe por agigantar la conciencia de los empobrecidos.
Si el Presidente se comporta respecto del pueblo, como lo hace ante los indígenas del TIPNIS, habrá que poner las barbas en remojo. Pero, aunque es tarde todavía hay algún tiempo para que el primer ciudadano del país retome la senda liberadora.