Editorial de Aquí 280
Un boliviano que trabajó hasta jubilarse en las Naciones Unidas, dijo que para reponer la vegetación y los animales silvestres en los Yungas de La Paz se necesitarían 600 años, mucho dinero y que toda la gente que vive en esa región salga de allí. Sería imposible hacer todo eso, agregó, pero el propósito suyo fue dar cuenta de que ese ejercicio hicieron en la ONU y que la difusión de esos elementos esenciales que contiene esa sugerencia ayudaría a entender que regenerar las riquezas naturales, como las señaladas, es imposible ahora, a pesar de la revolución científico-técnica, que no se detiene, y no obstante las necesidades actuales.
Hace aproximadamente 30 años, entre otros Xabier Albó, uno de los estudiosos del tema, afirmó en un trabajo suyo que los colonizadores —ése su nombre apropiado ayer y hoy— chaqueaban y sembraban, en los suelos que tenía floresta. Esa afirmación de Albó, entre otras, fue tomada con recelo y puesta en duda por los responsables de la depredación.
En Alto Beni y Palos Blancos —excepto Sapecho y los predios próximos de la Cooperativa de chocolates El Ceibo— se establecieron colonizadores que derribaron los árboles para convertir esos suelos en agrícolas.
Los indígenas mosetenes, en el norte paceño, fueron sacados de parte de su territorio, por colonizadores que lo primero que hicieron, en las tierras que arrebataron, fue talar árboles y convertirlos en madera, la que vendieron en el mercado paceño. Además, hubo mosetenes que siguieron aquel ejemplo depredador, pero a un ritmo mucho menor.
Los desocupados de tiempos de la UDP “marcharon” rumbo a La Asunta a plantar coca. Muchos de esos improvisados “agricultores” más tardaron en ir que en volver.
Lo concreto, sin embargo, es que los que plantaron coca en La Asunta y sus alrededores, acabaron con el bosque para imponer los cultivos de coca.
Cuando se dispuso, mediante ley, la regularización de vehículos sin placa o truchos, el Alcalde de La Asunta, declaró que 1.500 autos funcionaban en ese municipio sin registro, es decir, sin placas de control. Ese dato refiere la prosperidad económica de esa región, la que no fue tradicional de cocales.
En la llamada zona de colonización en Beni (Yucumo), los inmigrantes llegados allí y que fueron muy bien acogidos, además de acabar con los bosques y con los animales silvestres, debido a la caza irracional, a sus labores agrícolas, también improvisadas, acompañaron la crianza de ganado vacuno.
Esos nuevos ganaderos están, ahora, entre pequeños y medianos, a pesar de que allí llegaron con la “ropa en el cuerpo”, vale decir, “yescas”.
Innumerables de esos colonizadores de Yucumo, convertidos en “benianos”, fueron los que bloquearon el paso de los integrantes de la Octava marcha indígena en defensa del TIPINIS y los que reclamaron más tierras al presidente Morales, preferentemente, en aquella reserva nacional y territorio indígena, como declararon en esa oportunidad.
Los cocaleros del Chapare empezaron su acumulación con el desmonte, en los años 50.
En 1993, estudiantes de Comunicación de la UMSA vieron árboles secos que se pudrían porque, debido a las lluvias y al barro, no pudieron sacarlas a tiempo para hacerlas tablones de madera en Cochabamba.
Esas troncas abandonadas quizá habrían generado ingresos menores que los que reportaba la coca.
Una trabajadora de Entel informó, a la delegación de la UMSA, que más de una vez vio carros cargados con una tronca de mara porque no había espacio para otra en un carro acondicionado para ese tipo de carga.
Esa misma empleada de aquella empresa estatal de telecomunicaciones añadió, que constató que corrientes de agua cristalina eran hábitat de peces dorados, los que desaparecieron junto con esas corrientes de agua.
La riqueza piscícola de los ríos del Chapare también se pierde por la contaminación y porque los precursores, después de que son usados en la elaboración de cocaína, eran y son echadas a esos ríos.
Una ONG estableció que el ácido sulfúrico, esparcido, degradaba los suelos en una extensión considerable.
A los llegados al Chapare les llamaron “collas con papeles”, porque éstos como título de propiedad y en pocos casos mostraban, a lugareños analfabetos, documentos del Instituto Nacional de Colonización, extendidos por autoridades del MNR.
Esos collas con papeles, según diversos testimonios, “cazaban” a indígenas yuracarés, chimanes, trinitario-ignacianos o yuquis, para hacerlos trabajar a cambio de alcohol.
Entonces, había selva virgen en varios lugares del Chapare. Sirve un ejemplo demostrativo: A orillas de un río, próximo a Eterasama (Eteramasama, el nombre completo), cerca de la frontera entre Cochabamba y Beni, sin delimitación, un tigre se comió a un colla con papeles o colonizador. Sus vecinos y amigos, nada pudieron hacer para salvar al infortunado.
Sin embargo, el mayor ultraje de los colonizadores del Chapare, ahora cocaleros sin dejar de ser colonizadores, fue y es haberlos despojado a los dueños originarios de ese territorio, tanto que yuracarés, chimanes y trinitario-ignacianos huyeron hacia el actual TIPNIS y/o más al norte.
Quedaron allí, como sobrevivientes. los yuquis, tan empobrecidos ahora, seguro más que antes que vivieron de la caza, de la pesca y de los frutos que no necesitaban plantar.
Además, los yuquis que sobreviven allí se enfermaron con tuberculosis y fueron víctimas de inundaciones, y en esa ocasión casi no recibieron apoyo ni de los usurpadores chapareños ni de las autoridades.
Varios de los nombres del Chapare fueron puestos por los yuracarés o provienen de esa lengua: Ivirgarzama, Ivirga, Eteramasama, Chimoré, Ichilo, etc.
La coca que se produce en el Chapare no es un arbusto original del lugar. Los cultivos de esa región, que era uno de los más lluviosos, han sido llevados a esa zona.
La coca que se produce en Los Yungas de Mandiola, próxima al viejo camino Cochabamba-Santa Cruz, sí que es un cultivo tradicional.
Un ejemplo más o menos nuevo de despojo, saqueo y conversión de tierras forestales en suelos de cultivo, es el Polígono 7, el que antes de la primera marcha indígena de 1990, “Por el territorio y la dignidad”, fue parte del TIPNIS, y allí tuvo su territorio el pueblo indígena trinitario, en Santísima Trinidad.
Entre otras cosas, los trinitarios han sido convertidos, por los descendientes de los collas con papeles, en semiproletarios o proletarios, lo que algunos que interpretan textos de manera discutible, para decir lo menos, creen avanzado, como señal de un capitalismo o sociedad postmoderna.
Como estamos a un mes de las elecciones, conviene recordar un dato: Hace un tiempo, en el Polígono 7 (ex TIPNIS), los electores eran 6.000; en el TIPNlS, los electores eran 600.
Cada vez más campesinos del valle cochabambino van a plantar y recoger coca (más de dos veces al año), y retornan a sus chacras originales, temporalmente.
En el Chapare, asimismo, crece el número de proletarios y semiproletarios agrícolas.
El dirigente de la marcha del pueblo chiquitano, que recorre la región del mismo nombre hacia Santa Cruz y quizá hasta La Paz, y que demanda la abrogación de las normas aprobadas por el Presidente, que autorizan el chaqueo y la ampliación de la frontera agrícola (desmontes), ha denunciado que en la Chiquitanía hay 1.400 nuevas comunidades de inmigrantes-colonizadores, varios de los cuales proceden del Chapare; esas comunidades de colonizadores casi duplican las de los pueblos chiquitanos que, a la vez, son las que han creado un mercado de tierras.
Los gobernantes, Morales especialmente, prefieren dotar esas tierras, gratis, a esas personas llegadas de fuera, en vez de darnos en primer lugar a nosotros que somos del lugar y que necesitamos esas tierras, para nuestros hijos y nietos, remarcó.
Con los nuevos colonizadores, Evo Morales, quiere ganar elecciones, agregó el principal líder de aquella marcha que, hasta el cierre de esta edición, estaba en San Miguel de Velasco.
Los colonizadores —parece inapropiado llamarlos interculturales—empezaron esa nueva vida económica y tienen como práctica, propia o heredada, la depredación de bosques.
El Presidente y sus seguidores del Chapare tienen como sello imborrable, de su actividad, el saqueo de los bosques, allí donde se asientan.
Los colonizadores, además, son voraces: Permanentemente quieren más tierras, incluso para venderlas después de recibirlas a título gratuito.
La planta en la que se fabrica abono, con el gas natural, como materia prima, en Bulo Bulo, se instaló en un inmueble vendido por colonizadores a un precio muy crecido, tanto que éste fue observado por el cocalero presidente Morales, pero se pagó el que, con certeza, no fue ni siquiera un justiprecio.
La renta de la tierra y la compraventa de ese factor de la producción agropecuaria, es un negocio de los cocaleros, colonizadores y campesinos que salen de emprobrecidos y se transforman en una adinerada clase social y/o en capas sociales que disfrutan de los regalos, a manos llenas, del presidente Morales, con plata de los bolivianos.