Editorial
Las condecoraciones y los ascensos, como premios en favor de militares detenidos y maltratados en Chile por invadir territorio de ese país debido a un supuesto o real extravío nocturno y cuando al parecer perseguían a contrabandistas, resultan desmedidos, pero explicables porque el Presidente boliviano está interesado en hacer la mejor buena letra con los uniformados, al menos, con dos presumibles propósitos: consolidar el apoyo de las Fuerzas Armadas a su gobierno que pierde respaldo popular y para que el pueblo apoye un comportamiento presuntamente patriótico que asumieron los uniformados y la de un Presidente que reconoce méritos —dudosos méritos decimos nosotros—, en coincidencia con los bolivianos que consideramos que las condecoraciones y los ascensos para aquellos militares son un nuevo exceso presidencial, para decir lo menos.
Además, todo indica que aquella desmesurada premiación se la hace ante un comportamiento similar de los gobernantes chilenos que felicitaron a los policías que detuvieron y castigaron a los militares bolivianos cuando éstos, en territorio chileno, se trasladaban en vehículos con placas chilenas incautados a contrabandistas, a las dos de la mañana y desubicados, y cuando ejecutaban una operación aduanera, la que no está entre las obligaciones de los militares porque para encarar esas tareas están, según la ley, los aduaneros y los policías. Si éstos son insuficientes, sólo entonces, deben coadyuvar los militares a pedido expreso de las fuerzas de seguridad rebasadas o por instrucciones de autoridad competente. Nos referimos a las normas que los 14 uniformados debieron cumplir y la vía a la que debían ajustar su comportamiento.
Así como en otros casos, ante aquella premiación presidencial a los militares apresados (cuyos derechos humanos fueron violados, según se dice desde el gobierno) los bolivianos estamos al menos en dos bloques principales: los que celebran las condecoraciones y los ascensos porque encuentran que aquéllos sirven como una especie de reparación moral ante el ultraje inferido por los policías chilenos contra los uniformados bolivianos, y los otros que tomamos con fundadas reservas lo "obrado" por los 14 militares, pero con la demanda de que se averigüe oficialmente lo que hicieron aquéllos y por qué; afirmamos, además, que esa premiación reservada para los héroes bolivianos de verdad, no la merecen los que sufrieron aquel corto cautiverio en el que, se ha dicho, estuvieron enmanillados (esposados, se decía por los presos políticos de las dictaduras), con cadenas en los pies y encapuchados, como los"peores criminales"...
Aquel incidente internacional quizá se hubiera resuelto sin tantas repercusiones si de parte del gobierno boliviano (y también del chileno) se asumía un comportamiento responsable y si el Presidente del llamado Estado plurinacional, al menos en este caso, se comportaba como estadista dispuesto a servir y a obedecer al pueblo. Preguntamos si el comportamiento de los gobernantes y del primer mandatario, respecto de aquel incidente, habrá sido consultado (antes de los hechos) a los movimientos sociales o siquiera a los dirigentes de éstos. Hasta donde se conoce no hubo tal consulta. Con certeza y lo más importante: dudamos de que aquel gesto presidencial, respecto de los 14 militares represaliados en territorio chileno, interese realmente al pueblo boliviano. Asimismo, agregamos que esos premios en nada ayudan en la gigantesca lucha por una puerta boliviana, con soberanía, hacia el océano Pacífico.
Una política se la evalúa como buena o mala según sus resultados. Quizá se diga que es temprano para sacar conclusiones respecto de lo que se hace —desde el gobierno que cada vez lo vemos más de "propiedad" de Evo Morales—, para superar aquel incidente por operativos aduaneros dudosos y ojalá no se trate, además, de un comportamiento delincuencial, como también se presume. Para descartar, sobre todo este último supuesto, la investigación que se reclama debe emprenderse pero para esclarecer y en ningún caso para encubrir. Más aún, sería una omisión y un error si desde otras instancias (Defensoría del Pueblo, derechos humanos, investigadores, universidades, quizá algunos medios de difusión) no se investiga sobre este caso pero, reiteramos, para descubrir un nuevo conocimiento el que lo más probable es que permanezca oculto o, cuando menos, para ampliar el que se conoce hasta ahora.
Otra vez el Presidente boliviano, ante aquel incidente al que se amplifica por "necesidades de política interna", se ubica por encima de las clases sociales y por encima del pueblo, al que dice que obedece, pero él mismo se encarga de poner en duda su afirmación cuando se la confronta con sus dichos y con sus hechos. Otra vez el Presidente, frente a ese hecho, parece que no hiciera nada serio como para representar los verdaderos intereses regionales, populares y nacionales, los de la mayoría de los bolivianos, es decir, del pueblo. Hablamos de la mayoría porque respecto de la política gubernamental que reivindica el mar para Bolivia, con soberanía, no hay ni puede haber unanimidad, a pesar de que ex presidentes y ex cancilleres bolivianos pretendan hacernos creer (con Evo incluido) que cuando se trata del mar para la patria, nos unimos todos los bolivianos. Es imprescindible subrayar que sobre la demanda de la salida al mar para Bolivia hay consenso (pero no unanimidad) entre los bolivianos, pero hay marcadas diferencias respecto de los caminos destinados a conseguir aquella meta suprema.
Es que cuando se trata de la reivindicación marítima de los bolivianos no tiene que haber espacio para aquello de que el fin justifica los medios. Especialmente en esta materia jamás tenemos que guiarnos por esa máxima a la que se le atribuye la virtud de idea-fuerza. Tampoco debemos consentir aquello de que "gobernar es hacer creer", atribuida a la misma fuente que la prédica anterior.
Algo más: cuando se trata del mar para Bolivia (más aún, con soberanía) debemos poner el acento en que las coincidencias entre los pueblos boliviano y chileno se deben acrecentar. "Paz y mar para Bolivia", decían otrora organizaciones sindicales y políticas de izquierda en Chile. Asimismo se divulga, con alguna frecuencia, de que el presidente Salvador Allende quería aportar para que nuestro país consiga un puerto propio en el océano Pacífico. Ahora organizaciones sindicales, sociales y políticas de aquel vecino apoyan nuestra causa marítima lo que evidencia que el pueblo de Allende y Neruda mantiene invariable su antiguo respaldo.
Ese comportamiento del pueblo chileno es solidaridad e internacionalismo, respecto de lo que debemos hacer todo lo que de nosotros dependa para afirmar y acrecentar. Ese es el apoyo que no debe estropearse con actitudes patrioteras o antipatrióticas que asumen ciertos bolivianos, extraviados en medio de un asunto "complejo" y "difícil", como se dice en esferas oficiales de Chile y Bolivia, pero desde donde se deslizan actitudes y/o conductas que enturbian las aguas en las que tienen que navegar negociaciones bilaterales, trilaterales o multilaterales, con todas las alternativas posibles a discutir, en el cauce de soluciones sin guerra con la que la derecha extrema chilena amenaza, ahora implícitamente, por intermedio del ministro de la Defensa del gobierno de Piñera.
Paz y mar para Bolivia es una consigna que cobra fuerza otra vez en este tiempo. Proclama de la que debemos apropiarnos de manera resuelta porque resume muy bien lo que demandamos del Estado chileno. Y el gobierno boliviano tiene que evitar acciones irresponsables cuando se trata de aquella demanda y debe hacer todo lo que le sea posible para que consigamos paz y mar para Bolivia.