Editorial
Los gobernantes imponen la censura, se autocensuran, dicen medias verdades, manipulan y mienten, matan a la verdad o al menos lo intentan.
Sin embargo, en esta nota editorial nos referimos, básicamente, a dos de esas técnicas desinformadoras (mentirosas) y subinformadoras: una media verdad y una mentira. A sólo horas de la entrega del aeropuerto remodelado de Oruro que se llama Juan Mendoza, en homenaje al primer aviador del país y oriundo de la tierra de Pagador, el Gobernador Tito, del MAS, propuso que esa terminal aérea, inconclusa, tome el nombre del presidente Juan Evo Morales Ayma. De inmediato, como una muestra de obediencia, la mayoría masista de la Asamblea Legislativa Departamental de Oruro, mediante la Ley 045, bautizó con el nombre del primer mandatario del país al aeropuerto citado, en reemplazo del de Juan Mendoza.
Uno de los asambleístas de la ciudad minera y del carnaval, ex dirigente sindical de la minería privada, Froilán Fulgera, trató de explicar que la parte vieja de esa terminal aérea conservaba el viejo nombre y que la parte nueva de la obra se denomina Evo Morales. Con ese decir entregó una explicación inaceptable por incoherente.
Para quienes leen la realidad con responsabilidad, la decisión de cambiar el nombre del aeropuerto de Oruro y ponerle el del Presidente boliviano es una medida política para halagar al primer ciudadano del país. Esa medida contradice la norma que dispone que a ningún lugar se debe bautizar con el nombre de una persona que vive.
O sea que ese cambio de nombre del aeropuerto orureño incurrió en una violación de norma expresa, lo que los asambleístas departamentales no debieron olvidar. Esa resolución, es autoritaria porque viola una ley y la oposición ciudadana a esa decisión demuestra que carece de toda legitimidad, es decir, la mayoría de los orureños, residentes en la capital departamental y en otras ciudades de Bolivia, la rechazan con paros, huelgas de hambre, crucifixiones y, como se anunció, con un paro indefinido que empezará el próximo lunes 18, por decisión de la Central Obrera Departamental y otras organizaciones cívicas y sociales.
Gobernantes, legisladores y portavoces del gobierno (incluidos los infaltables voceros oficiosos), en distintos tonos, aseguran que el Presidente no pidió que se ponga su nombre al aeropuerto orureño y que por tanto no es de su responsabilidad la decisión adoptada por los asambleístas departamentales, que pertenecen al MAS o que apoyan las gestiones de este partido. Además, señalan, también desde el diario gubernamental Cambio, que la oposición retoma la iniciativa política con el movimiento que impulsa la mayoría de los orureños, que las protestas en todas sus formas son medidas políticas, que infiltrados han roto los cristales del edificio de la Gobernación de Oruro...
No obstante, gentes sensata que todavía apoyan a Evo Morales sugieren, en voz baja, que éste agradezca que sus partidarios hayan resuelto bautizar con su nombre el aeropuerto Juan Mendoza, pero que les pida anular la ley departamental 045 y que ratifiquen, por tanto, el nombre que defiende la mayoría de los orureños para su terminal aérea. Sin embargo, el silencio es la respuesta del Presidente. Nosotros no descartamos, asimismo, que él o alguien en su nombre les aconsejen a los pocos que defienden el nuevo nombre del aeropuerto orureño que “aguanten”, con la esperanza de que se cansen los opositores a que esa obra lleve el nombre de Evo Morales.
Aunque lo nieguen los oficialistas han movilizado, lo más probable es que con paga mediante, a los campesinos y provincianos (al parecer 400), varios de los que son autoridades municipales, para que en la capital de Oruro manifiesten su apoyo al cambio de nombre del aeropuerto. De acuerdo a periodistas de la red radial Erbol varios de esos campesinos, en las calles orureñas, no sabían por qué fueron convocados y por qué formaban esas filas que, con menos fervor del esperado, coreaban el nombre del Presidente.
A propósito del Presidente, entrevistados que rechazan el cambio del nombre del aeropuerto han dicho que nada tienen en contra el primer ciudadano del país, pero que exigen que esa terminal mantenga el nombre del primer aviador boliviano y orureño, como “respeto a la historia”.
La actual confrontación en Oruro, por el nombre del aeropuerto, pudo haberse evitado y todavía podría encontrar una mejor salida si se hace lo más sencillo: mantener el nombre de Juan Mendoza para ese aeropuerto lo que, además, es la exigencia legal y legítima de la mayoría de los orureños. Pero, en este caso, los gobernantes otra vez no dan en el blanco, es decir, les falla la puntería y alientan o consienten el abuso de poder de asambleístas de miras estrechas.
El comportamiento de los oficialistas orureños que cambiaron el nombre de ese aeropuerto y la tozudez suya al mantener su decisión desafortunada, para decir lo menos, es un ejemplo de lo que no deben hacer los gobernantes, con mayor razón si se consideran de naturaleza democrática y popular.
La radicalidad de los orureños se expresa, también, en que rechazan un referendo o una consulta (que sería posterior) al Tribunal Constitucional Plurinacional para redefinir el nombre del aeropuerto Juan Mendoza el que, según ellos, nunca debió moverse.
A propósito de lo democrático y lo popular: ¿Será democrático y popular que el segundo mandatario defina, al Presidente, como padre de los bolivianos? Leamos lo que acaba de afirmar Álvaro García Linera, según el diario del gobierno, Cambio de este sábado 16:
“Los bolivianos ahora tenemos un padre en el presidente Morales, quien nos protege cuando la desgracia golpea a nuestras familias, en especial al humilde y al pobre, el Presidente está a su lado para defenderlo, protegerlo y alentarlo”.
Algunos “extremistas”, en sus apreciaciones y decisiones, quizá estén dispuestos a cometer “parricidio” para acabar con ese padre postizo.
A propósito de esa ligereza importa mucho que los trabajadores del campo y de las ciudades reivindiquen que el Presidente sea asumido como un compañero de lucha y en ningún caso como a un padre.
Ese paternalismo gubernamental y estatal, sin embargo, cuando procede de un Vicepresidente debe ponernos en guardia. Ese es el paternalismo que tratan de mostrar un Presidente que resuelve todos los problemas (como un padre generoso), tanto que la consigna de que “la emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos”, llena de gloria y de contenido programático, parece haber caído en desuso. Sin embargo, es el paternalismo estatal y gubernamental que referimos es el que plantea dudas porque para que triunfe una revolución socialista los trabajadores y el pueblo tienen que estar dispuestos, en la realidad y no en las palabras, a morir por la revolución y luego de la victoria debe seguir el heroísmo suyo en la construcción de la nueva sociedad sin explotadores y explotados.
Si el referido paternalismo se impone y permanece, como sucede ahora en el país, incluso las reformas actuales podrían ser más lastimadas y perderían su contenido avanzado. Y la verdadera revolución democrática, popular, antiimperialista y revolucionaría se alejaría mucho más.
Las mentiras, como la de los gobernantes que aseguran que Evo Morales nunca pidió que el aeropuerto lleve su nombre, así como la oferta del paternalismo gubernamental y estatal del Presidente, deben ser rechazados por el pueblo porque éste, en su lucha de veras redentora, necesita compañeros que no fallen, antes que papás con pies de barro.
Como van las cosas, el accionar de la mayoría de los orureños determinará que el aeropuerto de Oruro seguirá con el nombre de Juan Mendoza, por lo que el primer mandatario tendrá que renunciar al papel de padre de los bolivianos el que, además, nunca le concedimos.
Más aún: Presidente retire su nombre del aeropuerto de Oruro y renuncie al rol de papá de los bolivianos porque muchos de nosotros nos negamos a reconocerlo como padre porque usted no es.