Testimonio
Bailar con la Diablada de Medicina es agotador, pero vale la pena
Wendy Pinto
Cuando decidí bailar en la Entrada Folklórica Universitaria no pensé que iba a bailar con la Fraternidad, que resultó ganadora de toda la Entrada en las Bodas de Plata, lo que significó un magnífico recuerdo.
El paso por el palco fue determinante, aunque había poco espacio, nos dimos lugar para realizar la coreografía que tanto habíamos ensayado durante frías noche en la plaza Villarroel. Diablos y diablesas comandados por dos arcángeles (Miguel), nos unimos para bailar quitándonos finalmente las máscaras, revelando nuestra identidad. Acción que causó furor en el público presente, con eso se fue todo el cansancio.
Nos reunimos con mis amigas antes de la Entrada de la UMSA, para evaluar nuestras opciones, yo deseaba bailar diablada, por el significado que tiene en nuestro país y de algún modo enseñar a los extranjeros que la cultura no se roba, se hace.
Caporal, morenada, ti’nku fueron las opciones, no me llamaba la atención ninguna de ellas, más bien cuando sugerí diablada mis amigas quedaron cautivadas por la idea. Fue entonces cuando fuimos en busca de fraternidades con la danza de la lucha entre el bien y mal.
Fuimos a con los Diablos Rojos de Comunicación y aún no estaban ensayando, faltaba un mes para la Entrada Folklórica Universitaria, no podíamos perder tiempo. Averiguamos en la facultad de Tecnología (antes Técnica) con los Diablos de la Tecnológica y tampoco habían empezado sus actividades, si ellos no habían empezado mucho menos los diablos de Geología, razón por la que fuimos a Medicina.
Es sabido que el baile característico de Medicina es la Diablada, porque simboliza el poder que tienen los galenos cuando atienden a un paciente, están entre la barrera de la vida y la muerte. Fuimos a la Facultad, ubicada en Miraflores, había un letrero que decía: ensayos de Diablada en la plaza Villarroel.
Cuando llegamos era evidente que ya tenían mucho tiempo de ensayo, hacían una coreografía con tinte militar, bien hecha y estilizada. Preguntamos todo lo que necesitábamos saber, el costo para participar con ellos era alto Bs550, nada despreciable. Accedimos porque era la Fraternidad más organizada que encontramos.
Ensayamos martes, jueves y sábado durante la noche. El frío era azotador, tanto que después de mi primer ensayo, me enfermé. Quedó en duda mi participación, retorné una semana antes de la pre entrada. La condición era que si me agotaba con facilidad en un ensayo, entonces no bailaría, por el contrario si eso no ocurría estaba más que afirmada mi participación.
Y así fue, no me agoté. Sólo las chicas con mucha energía podían bailar como diablesas, aquellas danzarinas que portan una máscara hasta la mitad del rostro y llevan una cabellera rojo fuego. Nuestro ángel era muy carismático y sencillo, nos enseñó los pasos como: el caballo, que consiste en un trote como el de los caballos.
El médico, encargado de la Fraternidad, dijo que los diablos y diablesas ya estábamos listos para hacer la coreografía del palco. Consistía en unir ambos bloques intercalados entre varones y mujeres, comandados por nuestros guías, los ángeles Miguel. El primer intento, como cualquier otro, salió mal y causó la furia del doctor —quien deseaba que todo saliera perfecto— que reprendió a los ángeles.
Ese sábado fue uno de los más largos que pasé haciendo la misma coreografía para un baile, pero valió la pena. Al atardecer cuando el doctor nos llamó de nuevo, todos estábamos preparados pero nerviosos porque de eso dependía irnos o no a descansar. Empezamos y nadie se equivocó, al finalizar la coreografía nos abrazamos con quienes ni siquiera nos conocíamos, fue divertido.
El día de la pre entrada fuimos ovacionados por el público asistente, recorrimos desde la plaza “Triangular” (la avenida Busch), hasta llegar a la plaza Villarroel. La polera de la Fraternidad era blanca con franjas rojas, utilizamos guantes del mismo color, una pañoleta plateada en una mano y en la otra, cintas del color de la bandera boliviana.
Fue cansador pero al menos ya teníamos idea de lo que iba a ser el día de la entrada. Llegó el viernes —un día antes de la entrada— día en que todos los fraternos debíamos vernos en la calle Los Andes. cerca de la avenida Buenos Aires. El lugar estaba repleto de universitarios que acudían a cada galería con el fin de recoger la ropa de su danza elegida.
Nos encontramos como con cuenta gotas. Cuando ya estábamos todas fuimos a recoger las máscaras a una galería especifíca, revisamos si estaban rotas y si eran nuevas o al menos de primera salida. Cuando tomé la máscara en mis manos, sentí el peso de la misma e imaginé el peso de las máscaras que iban a usar los varones.
Después fuimos a recoger el traje completo. Las botas y la falda fueron hechas a medida, he ahí el costo de los accesorios, nos entregaron la perchera, el cinturón lleno de monedas, la capa y la cabellera roja. Parte de las personas que asistimos a ese encuentro se probaron las prendas que nos entregó la bordadora, sin miedo a ser vistos por los demás.
La cita estaba hecha, teníamos que encontrarnos a las 16:00 en el puente de la Cervecería Boliviana Nacional. Mi amiga y yo nos alistamos en mi casa, pegamos esponjas en la máscara con el fin de que no nos corte la cara debido al peso.
No sabíamos que teníamos que adherir la cabellera roja a la máscara. Grande fue nuestra sorpresa cuando llegamos al lugar, otra de mis amigas estaba ahí con la cabellera cosida a la máscara. Entonces le pedimos a su hermano solucione nuestro problema, y así lo hizo.
Debajo del puente, ese día había un centenar de comerciantes con accesorios de baile, ganchos, cintas, hilo, agujas; asimismo, había maquillistas, peinadoras entre otros comerciantes. Nos facilitó la tarea de encontrar lo que buscábamos: una aguja y un hilo color rojo.
Después del susto nos reunimos con las demás diablesas y esperamos hasta que lleguen los demás miembros de la Fraternidad. Pasó una hora, 17:00 y todavía no avanzábamos. ¿Qué pudo pasar para demorar tanto? Nadie sabía pero la respuesta era que la tardanza se debía a que una fraternidad de chacarera avanzó lentamente con el propósito de “lucirse”, y por si fuera poco un poste de luz se había caído en media avenida.
Ingresamos a las 18:30 cuando la noche empezaba a hacerse evidente. Así que decidimos encender las luces de nuestras máscaras con el propósito de alumbrar el camino. Esta acción causó el aplauso de los presentes, quienes a medida que pasábamos nos animaban y algunos decían “Fuerza diablos”.
La cláusula para ganar el evento era que ningún miembro de la Fraternidad debía sacarse las máscaras, eso incluía a las chinay supay. La verdad el peso era demasiado, pero valió la pena porque la gente se emocionaba al vernos bailar, algunas personas se acercaban y nos pedían sacarse una foto con nosotras, otros nos invitaron refrescos (para el cansancio), otros dulces. El cariño de la gente fue fundamental porque apoyaban la danza y decían: “La diablada es boliviana”.
Cuando llegamos al palco oficial la emoción que sentíamos era grande, los médicos pusieron humo artificial del color de la bandera boliviana e iniciamos la coreografía con bastante energía, tanto que las autoridades presentes en el palco se pusieron de pie y bailaron con nosotros. Los medios de comunicación se acercaban a grabarnos y los flashes de las cámaras eran constantes, y cuando nos quitamos las mascaran cautivamos a las personas ubicadas cerca, las que nos ovacionaron y aplaudieron.
Me hicieron olvidar el cansancio que tenía, el peso de la máscara se hizo ligero. Bailar con tacones no es sencillo, tampoco portando monedas de cobre tan pesadas como las nuestras, mucho menos con una capa de buen peso por el bordado a mano y la capa de plástico que cubría el trabajo de su creador.
Fue divertido y emocionante, fueron emociones encontradas las que viví en las Bodas de Plata de la EFU el 2012. Me alegré de haber escogido esta Fraternidad para bailar porque no me equivoqué, ganamos como Fraternidad en los 25 años de la EFU, es un evento que queda para la historia, para la vida y para la eternidad. ¡Fuerza diablos de Medicina! (AquíCom).