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Réquiem por la Madre Tierra

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tribuna

Rafael Puente

Viernes, 27 de septiembre de 2019

En su última presentación en la Asamblea de Naciones Unidas nuestro Presidente ha retomado a su antiguo discurso en defensa de la Madre Tierra, discurso que en aquel tiempo resultaba gratamente sorprendente, pero que en estos momentos resulta indignante. Tanto más cuanto que en este caso ese discurso pro Madre Tierra tiene como escenario los trágicos incendios que están arrasando la Chiquitanía y otra serie de lugares que han sufrido una quema que dejará dramáticos efectos para mucho tiempo…

Por supuesto cualquier ciudadano, también si es presidente de un Estado, tiene derecho de pedir al mundo entero que colabore para contrarrestar los efectos del fuego arrasador. Pero dicho pedido no deja de sonar a falsedad cuando en el propio país del que ese ciudadano es presidente se está sufriendo una tragedia nunca vista de territorio productivo trágicamente quemado, peor cuando esa quema tiene su origen en decretos y costumbres propiciados por su propio gobierno. Desde hace mucho tiempo se da en Bolivia el drama de que se queman cientos de hectáreas de bosque para hacer plantaciones supuestamente rentables. Y no se puede negar que sean rentables para los que han liquidado bosques (a cuyo crecimiento jamás habían colaborado); pero, si se calculan las pérdidas de la vegetación quemada y se la compara con las ganancias de la posterior producción, el resultado es evidentemente una pérdida. Y así venimos funcionando hace muchos decenios.

Además, se sabe que esas inmensas extensiones carbonizadas pueden resultar fecundas para una o dos cosechas, pero que en poco tiempo pasan a incrementar la creciente masa de tierras improductivas, proceso que se agudiza cuando los cultivos emprendidos a partir de la quema son transgénicos y por tanto particularmente nocivos para las tierras cultivables (y se supone que para los consumidores de esos productos).

Pero, además, esa quema intencionada –e injustificable– puede extenderse mucho más de lo previsto, como ha sido el caso en estos meses y carbonizar extensas regiones que no van a dar ni siquiera esa primera cosecha aparentemente rentable. Si Evo cree de verdad que la Pachamama es nuestra madre, lo que tiene que hacer es impedir su asesinato. Sin embargo, no sólo lo permite (en aras de unos supuestos “derechos humanos” de los que él mismo dijo hace años que eran secundarios respecto de los derechos de la Madre Tierra). Habría sido interesante que en esa Asamblea de Naciones Unidas un delegado de cualquier país le hubiera preguntado al Presidente de Bolivia cuáles son las medidas que ha tomado su gobierno para defender de manera efectiva a la naturaleza. Ahí se habría podido comprobar que ninguna. Que es todo puro discurso, ya que la Madre Tierra es la que sale perdiendo con las políticas gubernamentales…

Así se explica que en este momento casi ningún hijo de campesino quiera ser campesino, como se explica que casi todos los campesinos de Bolivia pierden dinero en cada cosecha, como se explica que la “soberanía alimentaria” (que Evo prometió en su campaña electoral de 2005) no sólo no existe, sino que cada año está más lejos de la meta anunciada.

Por favor, Presidente, tenga la discreción de no tocar estos temas en sus discursos internacionales, ya que sólo pueden servir para deteriorar cada vez más su imagen. Y compadézcase de su Madre, nuestra madre de todos, a la que llamábamos Pachamama y para la que al paso que vamos sólo vamos a poder entonar un réquiem… ¡Cómo me gustaría estar equivocado!

 *Miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (Cueca) de Cochabamba. 

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