Editorial de Le Monde Diplomatique No. 216
Serge Halimi
Director de 'Le Monde diplomatique'.
Cualquiera puede decir y escribir cualquier cosa. En particular, sobre Estados Unidos. En menos de seis meses, este país acaba de pasar del estatuto de Fénix resurgido (reactivación económica, independencia energética, dominación de las multinacionales de la informática, resurrección de la industria automovilística) al de imperio en decadencia, debilitado por el comportamiento veleidoso de su presidente (1).
Actualmente, disertar sobre el tema de la “impotencia estadounidense” (2) se ha vuelto una pequeña industria. En efecto, en el caso de Siria, el presidente Barack Obama habría dañado la confianza de su país al no lanzar, tal como lo esperaban apasionadamente París y algunos geniales estrategas (véase el artículo de Olivier Zajec, páginas 14 y 15), una nueva operación militar contra un Estado árabe (3). El término elegido por todos los loros es el de “credibilidad”.
Veamos entonces... La guerra de Vietnam fue decidida por John Kennedy y Lyndon Johnson con el pretexto de impedir la caída de un “dominó” más en la escarcela comunista, soviética o china. Para Estados Unidos, se trataba entonces de una cuestión de credibilidad. Tres millones de indochinos murieron. En 1979, cuatro años después de la derrota de Washington, Pekín y Hanói se enfrentaban militarmente...
Urdida por George W. Bush, la guerra de Irak debía castigar a un régimen acusado de pertenecer, como Irán y Corea del Norte, al “eje del mal”. Para Estados Unidos, se trataba entonces de una cuestión de credibilidad. Hoy Irak está destruido y el poder instalado en Bagdad por los soldados estadounidenses nunca estuvo tan cerca de Teherán.
“No estoy en contra de todas las guerras, pero me opongo a una guerra estúpida”, explicaba en octubre de 2002 un joven senador llamado Barack Obama, hostil a la aventura iraquí de su país. Electo presidente, intensificó sin embargo una “guerra estúpida” en Afganistán antes de tener que batirse en retirada.
En el caso de Siria, los belicistas le pidieron que se controlara. Debía al mismo tiempo violar el Derecho Internacional recurriendo a la fuerza sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU; ignorar la opinión del Congreso; luego, una vez que la Casa Blanca la solicitara, pasarla por alto en caso de que le fuera adversa; finalmente, lanzar una operación con el apoyo de un número de aliados infinitamente más reducido que la “coalición de voluntarios” de Bush en 2003. Es más, el presidente de Estados Unidos estaba obligado a emprender esta aventura contra la voluntad de la mayoría de sus conciudadanos, algunos de los cuales temen que el ejército estadounidense se convierta en Siria en la “aviación de Al Qaeda” (4).
Obama dudó. Y parece haber concluido que su credibilidad sobreviviría sin esfuerzo a la negativa de emprender una nueva “guerra estúpida” en Oriente Próximo.
(1) En “Estados Unidos atrapado por el policentrismo” (El Atlas de Le Monde diplomatique - Nuevas potencias emergentes, 2012), Benoît Bréville analiza el carácter repetitivo del tema de la decadencia estadounidense.
(2) Dominique Moïsi, “L'étrange faiblesse de l'Amerique face à Vladimir Poutine”, Les Echos, París, 16 de septiembre de 2013. Moïsi había apoyado la guerra de Irak. Un año más tarde lo lamentó.
(3). Véase también Mathias Reymond, “Conflit en Syrie: les éditocrates s’habillent en kaki”, Acrimed, 23 de septiembre de 2013 (www.acrimed.org).
(4) Según la expresión del ex diputado de izquierdas de Ohio, Dennis Kucinich.