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La Diva de los grandes amores y luchas

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diva arratia del río

María Luisa Quezada Portugal

Conocí a Diva Arratia del Río junto a muchas mujeres de fuego —como las llamo— entre ellas Mirna del Río(+), Margarita Toro(+), Nila Heredia, Loyola Guzmán, María Martha Gonzáles, Delia Cortez.

Entre ellas, Diva y Mirna me permitieron acercarme a sus ideales a fines de la década de los 90. Al principio, en interminables días de debate y reflexión junto a quienes buscaban ser parte de resistencia organizada a la política neoliberal. Todo esto en la Fundación Che Guevara en La Paz, dirigida por Antonio Peredo (+) —cobijados por ASOFAMD[1]— después de octubre de 1997 cuando se recordó en Vallegrande los 30 años de la caída del guerrillero, del que meses antes hallaron sus restos y de otros combatientes de la Guerrilla de Ñancahuazú.

Diva y Mirna, primas unidas por una lucha de muchos años junto a su pueblo, contra las dictaduras, por la conquista de la democracia, por la justicia social y por todo lo que implique ir en contra de quienes oprimían a su pueblo. Hermanas de sangre que soportaron la persecución, la cárcel, la tortura, el exilio, la enfermedad, el dolor del destierro.

Fueron capaces de llevar dentro del corazón a sus grandes amores y alejarse de ellos para que no sean víctimas de su destino. Capaces también de retornar una y otra vez a la Bolivia de sus sueños y nostalgias —en tiempos que esa valentía se pagaba con la muerte— después de ser exiliadas, desterradas o perseguidas por diferentes gobiernos en una época turbulenta que abarcó desde los años 50 a los 80, etapa final de las dictaduras en el país.

Mujeres guerreras, perseverantes, consecuentes, infatigables, que nunca dejaron de estar juntas. Ni siquiera cuando a Mirna —la enfermedad, producto de la represión, devino en muerte—, pues Diva siempre la tuvo presente hasta el final de sus días. Agitadoras innatas que se destacaron en diferentes trincheras, entre ellas el partido y el magisterio urbano.

La partida de Mirna, me acercó a Diva con su profundo compromiso y entrega a la vida, a su familia, a sus camaradas y compañeros, a su pueblo, a los desvalidos y desprotegidos de Bolivia: mineros, campesinos, indígenas, maestros, estudiantes, mujeres, niños.

Luchadora infatigable, constructora de cambios en esta Bolivia que no da respiro, me permitió en el transcurso de los años, conocer a sus grandes amores presentes en su cotidianidad: sus padres Alfredo (+) y Berthita (+), como le llamaba ella; sus hermanos Alberto (+), Alfredo, René, Miriam y Ruth; su esposo Atilio Carrasco (+); Lionel —su único hijo al que siempre llevó consigo a pesar de la distancia que los separaba— Marcela compañera de aquél y sus nietos Simone y Eitan.

Compartió también el dolor de la pérdida de entrañables camaradas y compañeros de los que Inti (+) y Coco Peredo (+) destacaban en sus pensamientos, pues en su juventud inquieta fueron hermanos afines, compartiendo el mismo pan casero y las travesuras de sus enamorados. Fundadores, junto a ella, de la Juventud Comunista de Bolivia que, en 1967, apostaron al combate armado junto al Che, en la guerrilla.

En la época violenta de los 2000, Diva continuó su trabajo esclarecedor y combativo. Amiga y compañera de los más jóvenes de la “Fun Che” no dudó en ir con ellos a repartir boletines, ni tampoco en ser partícipe de marchas, mítines y movilizaciones contra el gobierno de Sánchez de Lozada, desde febrero hasta octubre de 2003 cuando se aventuró a llevar y traer mensajes cruzando barricadas, sufriendo por los compañeros caídos, haciéndole el quite a las balas en El Alto. Momentos en los que el deterioro de su cuerpo —concibo yo producto de la edad, los vejámenes y la tortura— le empezaba a cobrar la cuenta.

Diva estuvo en ese octubre negro que en época democrática manchó de sangre el país y propició, años después, el ingreso de Evo Morales a la presidencia.

Su alma de comunista y sindicalista hacían que todo 1 de mayo esté presente en las marchas de los trabajadores y cada 17 de julio participara de los actos en contra del último golpe de estado del dictador García Meza, reclamando contra la desaparición forzada de cientos de bolivianos. Incansable defensora de los derechos humanos y de la mujer, cada 8 de marzo y 11 de octubre —día internacional y nacional de la mujer— se daba a la tarea de felicitar a todas y cada una de las mujeres de su alrededor, principalmente, a sus compañeras de UMBO quienes ocupaban un especial lugar en su corazón.

Reivindicó la llegada de Evo Morales, como presidente indígena y las políticas acertadas a favor del pueblo que acompañaron a su gestión de gobierno. Criticó los desaciertos que se fueron presentando, entendiendo que el juego del poder no permitía mayor avance.

Fue parte activa de la búsqueda por el resarcimiento a los afectados y víctimas de las dictaduras[2], derecho que le fue negado, enfrentándose a funcionarios burócratas del Ministerio de Justicia —en la gestión de Evo Morales— faltos de memoria histórica, ajenos al dolor y el despojo del que fueron objeto los perseguidos políticos. Más aún, funcionarios con prácticas corruptas de anteriores gobiernos que no dudaban en pedir dinero por “agilizar el trámite”, lo que Diva denunció en su momento.

A esta camarada y compañera, al igual que muchos, que retornó clandestinamente del exilio para lograr la apertura democrática de la que hoy gozamos —dejando a su tesoro más preciado en México, su hijo— que se enfrentó a las balas de los dictadores con las manos llenas de piedras, organizadora y partícipe de huelgas y bloqueos, para dar curso a su solicitud de resarcimiento[3], se atrevieron, esos burócratas, a pedir el sello de ingreso y salida de migración a esa Bolivia en la que muchos murieron por retornar.

Diva fue, es y será parte de muchas mujeres bolivianas que estremecieron nuestra historia con su lucha tenaz por la revolución, siendo partícipe de la actual evolución —como expresa Lionel— constructora de políticas a favor de los despojados del país, que tuvo el honor y el orgullo de llevar siempre consigo sus grandes amores: Bolivia, la familia y todos a quienes quiso y por los que luchó.

Esta mujer que está presente en nuestros corazones, que recorrió el país y otros con su ideología comprometida, que no dejó de ser cuestionadora y crítica dejando huella en varias generaciones, nos deja como tarea pendiente —entre varias— el vencer a la impunidad, ésa que daña tanto a los pueblos que piden justicia y no la obtienen.


[1] Asociación de Familiares de Detenidos, Desparecidos y Mártires por la Liberación Nacional.

[2] Plataforma deLuchadores Sociales contra la Impunidad por la Justicia y la Memoria Histórica del Pueblo Boliviano

[3] Cabe aclarar que Diva iba a donar este dinero, de haber sido favorecida.

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