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Bolivia: carreteras y política

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Jorge Gómez Barata

Publicación original en MONCADA

Trato de imaginarme a los campesinos de la comarca donde nací y crecí un tramo: analfabetos, humillados por la pobreza, encorvados, sin una pieza sana en la boca y ancianos a los cuarenta años, protestando porque el gobierno proyecta: ¡Construirles una carretera!

Es francamente difícil asimilar que haya en Bolivia indígenas que comportándose como si fueran activistas Green Peace, en nombre de la ecología, se opongan a la construcción de una vía que es símbolo de progreso. Es obvio que el debate que ha puesto a Evo Morales contra las cuerdas ha sido manipulado. En conjunto el ejercicio es surrealista.

Sobre todo cuando se vinculan a propósitos políticos, las actitudes de pretendida defensa del medio natural no son siempre ni necesariamente expresión de ideas y posiciones de vanguardia. En ocasiones se trata de maniobras para frenar el desarrollo de los países del sur y para desacreditar las políticas de gobiernos avanzados, algunos de los cuales paradójicamente se caracterizan por una predica ecológica que trasciende responsabilidades y capacidades.

No existe ningún elemento de la cultura material que influya más en el progreso que las vías de comunicación, razón por la cual su expansión forma parte esencial de todos los programas de desarrollo. La Carrera de las Indias abierta por Cristóbal Colón, el Estrecho de Magallanes, la Ruta de la Seda, la Vía Apia, el Ferrocarril Transiberiano y el Expreso de Oriente, son algunos ejemplos.

Basta con consultar los mapas de cualquiera de los países desarrollados para percibir el tejido que forman las vías de comunicación. Europa, Estados Unidos, Japón y ahora China, pueden ser recorridos de un extremo a otro por magnificas autopistas y líneas de ferrocarril que atraviesan prados, bosques, praderas y desiertos, cumbres nevadas, valiéndose de pasos, puertos de montaña, túneles, puentes fijos o colgantes, maravillas de la ingeniería que evidencia la capacidad del ingenio y el trabajo humano para vencer obstáculos y promover el progreso.  

Además de ser polos decisivos para el desarrollo, la construcción de las vías de comunicación son las obras de infraestructura que más empleos generan. En los años cincuenta, ante la necesidad de  proporcionar trabajo a millones de hombres desmovilizados e impulsar el desarrollo, el presidente norteamericano Dwight Eisenhower concibió el proyecto de unir a todo el país mediante una red de autopistas interestatales que en total suman 75 376 kilómetros. El costo fue de más de 1 billón de dólares y la construcción demoró 35 años.

De haber prevalecido mentalidades como las de los presuntos campesinos bolivianos, jamás se hubieran construido los canales de Suez y Panamá, no hubiera existido el Euro túnel, que por el fondo del Canal de la Mancha une a Francia con Inglaterra y obviamente, no hubiera sido aprobado el proyecto para la construcción de un paso bajo el estrecho de Bering que conectará a Rusia con Estados Unidos y a Asia con América  vinculando a las mayores economías del mundo, incluyendo a China.

 El túnel por una de las zonas más remotas, aisladas y vírgenes del planeta  a un costo de 65 000 millones de dólares además de para el transporte de carga y pasajeros, servirá para exportar petróleo, gas y electricidad de Rusia a Estados Unidos. Cuando la obra esté terminada: Londres, Moscú, Siberia, Alaska, Beijing y Nueva York formaran parte de una misma ruta. La magnitud de las vías accesorias dejaría sin aliento a los ecologistas bolivianos: 3 500 kilómetros de carreteras y vías férreas del lado ruso y 2 000 en territorio norteamericano.

El conato que ha movilizado a una fracción mínima aunque ruidosa de la nación boliviana, entre otras cosas evidencia el atraso que impide comprender que ninguna estrategia de desarrollo puede avanzar sin incidir sobre el medio natural; demuestra la capacidad de las fuerzas reaccionarias para manipular a una parte de la población, llevándola incluso a actuar contra sus intereses y la debilidad de las instituciones que muchas veces son rehenes de caprichos y actitudes retrogradas.

Ante un lamentable incidente generado por la represión a los opositores a la obra vial, el presidente Evo Morales, uno de los gobernantes que en todo el mundo defiende con más fervor posiciones ecologistas y expresa con mejores argumentos su preocupación por el planeta, ha ordenado la suspensión del proyecto. Por ahora el único mandatario salido de los pueblos originarios del Nuevo Mundo, ponente de una filosofía de gobernar obedeciendo al pueblo, perdió.

La pregunta es: ¿Quién ganó? No creo que haya sido el campesinado, tampoco fue Bolivia ni la Pacha Mama. No hay manera de evadir el hecho de que el progreso implica interactuar con la naturaleza, incidir sobre ella y modificarla. Allá nos vemos.

La Habana, 27 de septiembre de 2011

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