*Rafael Puente
Ahí lo tienen, el Uruguay, el país chiquito y tranquilo que no se mete con nadie, acaba de tomar la valiente decisión de despenalizar la marihuana. Son pues dos los temas a pensar, el de la marihuana y el de esa valentía.
En cuanto a la planta y su consumo, el Presidente Mojica ha explicado claramente que no se trata de declarar que la marihuana sea inocua, ni menos aún de fomentar su consumo; de lo que se trata es sólo de des-penalizarla, se trata por tanto de dejar de considerar delincuentes a quienes fuman marihuana, e incluso de controlar desde el estado dicha actividad por la vía de que sea el propio estado el proveedor de la yerba para quienes creen necesitarla.
Esto último puede parecer excesivo, pero resulta en todo caso secundario. Lo importante de la reciente disposición uruguaya es lo primero, porque la des-penalización apunta fundamentalmente a arruinarles el negocio a los traficantes, un criterio que debiera ser fundamental en la política anti-drogas de todos los países.
Y si no la asumen es porque, como bien sabemos, son los actuales amos del mundo, los Estados Unidos, los que tienen marcado interés en no perjudicar a los traficantes, que a fin de cuentas generan gran cantidad de millones de dólares a estados como el de Florida. Por eso imponen su cantinela hipócrita de horror a las drogas, en el fondo para imponer que la drogadicción siga siendo negocio.
A estas alturas todos tienen claro —también los actuales dueños del mundo—que la política anti-drogas ha sido perfectamente inútil, que lo único que ha hecho ha sido incrementar la fabricación de droga, la producción de sus insumos, el crecimiento del número de drogadictos —favorecido a su vez por el actual desarrollismo consumista e individualizante—, y finalmente el negocio del narcotráfico (acompañado de interminables gastos policiales y militares y de decenas de miles de muertos cada año, veamos si no el dramático caso de México
El estado holandés fue el primero en hacer público este diagnóstico, y ahora en nuestro continente es Uruguay. ¿No será que nos animemos a seguir su ejemplo? Pensemos además que se trata de una medida cauta, diríamos preliminar, porque la medida decisiva y necesaria será la des-penalización de las drogas en general, y el tratamiento de los drogadictos como enfermos y no como criminales (de paso vaciaríamos las cárceles y ahorraríamos mucho dinero).
Pero ya que no podemos llegar tan lejos, Uruguay nos está dando el ejemplo del primer paso.
Y aquí viene el tema de la valentía. Porque realmente hay que tener mucho coraje —soberanía solemos llamarle en términos constitucionales— para ir en contra de las políticas dictadas por los actuales amos del mundo.
Pero ¿no es precisamente en este campo donde nuestro actual gobierno ha generado un cambio fundamental y duradero? ¿No hemos sido nosotros los primeros —casi los únicos en el continente-(exceptuando naturalmente a Cuba) en impedir que la Embajada Americana impusiera o vetara gobernantes? ¿No ha sido Bolivia uno de los poquísimos países en el mundo que se ha atrevido a expulsar a un embajador norteamericano?
Si hemos sido capaces de eso, ¿qué nos impide ahora ser un poco irreverentes, ser un poco contestatarios del Imperio y proclamar también la des-penalización por lo menos de la marihuana? Siempre nos hemos inspirado en Galeano, ¿no podemos inspirarnos ahora en Mojica?
Y si bien es cierto que Evo está muy ocupado en estos momentos para preocuparse de un tema como éste, para eso tenemos una Asamblea Legislativa. ¡Ánimo, legisladoras y legisladores!, por una vez tomen una iniciativa de alcance nacional. La historia las absolverá…!
*Rafael Puente Calvo, es miembro del Colectivo CUECA de Cochabamba