latinoamérica
COLOMBIA
POSTCONFLICTO /# DiálogosELN
Por: Línea Conflicto, Paz y Postconflicto
25 enero 2019
El pasado 18 de enero, Iván Duque ordenó el levantamiento de la Mesa de Conversaciones con la guerrilla del ELN y anunció una ofensiva militar y sancionatoria. La sociedad colombiana manifestó su indignación y rechazo hacia lo que podría ser el regreso de hechos de violencia indiscriminada como el carro bomba en la Escuela de Cadetes y se pronunció en contra de la guerra. Ahora, el Gobierno debe implementar una estrategia contra el ELN que, más allá del populismo bélico, mejore la situación humanitaria y de seguridad en el país.
El reto no es menor, y puede resultar tan complejo o más que la salida política y negociada, pues la puesta en marcha de una estrategia de confrontación abierta por parte de las Fuerzas Armadas puede dejar más costos humanitarios que resultados, en tanto la táctica de guerra del ELN no es fácil de combatir.
Sin embargo, esto no puede llevar a que se sobredimensione a esta guerrilla. El ambiente de paz que generó la firma del Acuerdo Final conllevó a que se distorsionara la imagen de la capacidad bélica del ELN: los medios de comunicación los han dibujado como una organización fuerte y ahora el Gobierno los presenta como el gran enemigo. Nada de esto es cierto. La confrontación con el ELN no requiere la misma producción de violencia que implicó el debilitamiento de las extintas FARC-EP, y esto se debe a tres elementos:
A esto se debe agregar que la capacidad de la Fuerza Pública es mucho mayor que años atrás, particularmente en la tecnología y la formación con la que cuentan tanto la Policía como el Ejército. Sin duda, esto se traduce en una economía de la violencia, pues las crisis humanitarias que pueden derivar de las confrontaciones en las regiones de presencia elena no se pueden desestimar.
A pesar de las ventajas militares, como se mencionó anteriormente, la táctica de guerra del ELN implica un reto particular al Estado, pues se trata de una clásica guerra de guerrillas. Por un lado, los combatientes el ELN ponen en práctica la idea de combatiente-militante: “militante en el día y combatiente en la noche”. Esto pone en riesgo a la población civil, pues, en efecto, el ELN busca camuflarse entre los campesinos y la Fuerza Pública ha victimizado en anteriores ocasiones a las comunidades, de tal manera que es inadmisible que cometa más violaciones al DIH y a los DDHH. Por otro lado, la guerrilla trata de evitar enfrentamientos abiertos, pues tiene claridad sobre la superioridad militar de la Fuerza Pública; en cambio, enfatiza en golpes cortos pero contundentes (tipo francotirador, artefacto explosivo de mediana y alta capacidad, hostigamiento o emboscada).
Además, el ELN no se organiza en grandes grupos, sino que conforma pequeñas células especializadas, lo que expone menos su fuerza. Identificar la presencia y golpear al ELN le llevará tiempo al Gobierno. Lo que está claro es que no se requiere mayor producción de violencia para diezmarlo. La época de los bombardeos quedó atrás y en cambio se requiere una estrategia basada en la inteligencia militar y capturas.