Entrevista al sociólogo Emilio Tenti Fanfani
Por Marina Gabriela Pérez Damil, Resumen Latinoamericano / 06 de Septiembre 2015
Emilio Tenti, egresado de la Universidad Nacional de Cuyo en Ciencias Sociales y Políticas, reflexiona sobre el carácter de la educación en las actuales sociedades del conocimiento. Tomando como ejemplo la reforma educativa que impulsa en México el Presidente Peña Nieto, Tenti desentraña el objetivo que persiguen las reformas neoliberales, en las que identifica la actuación de una lógica política.
Emilio es hijo de padre obrero y madre empleada doméstica, y pese de haber partido de una posición social desfavorecida, su trayectoria académica le permitió ser una de las principales referencias en los organismos internacionales en el tema de la educación. El intelectual influenciado por la teoría sociológica del francés Pierre Bourdieu, tras su paso como investigador y docente en diferentes instituciones académicas de Colombia, Francia y México (Universidad Pedagógica Nacional) analiza la situación de la educación actual en el país, el rol del sindicalismo docente, y los desafíos de la lucha por el capital cultural dentro del sistema capitalista.
—¿Qué opinas de la reforma educativa impulsada por Peña Nieto?
Una reforma educativa que ponga en el centro de su política la evaluación a mí me sorprende. Es una reforma típicamente empresarial. Es más, está inspirada en las presiones de un grupo que se llama “Mexicanos Primero”, que es una fundación empresarial donde juega un papel muy importante el monopolio Televisa.
Hay un supuesto básico que se basa en que los chicos no están capacitados por culpa de la calidad profesional de los docentes. Lo que busca es tomarles un examen y demostrar públicamente que un porcentaje elevado de ellos no poseen las competencias básica para desempeñar ese oficio. En verdad, lo que se busca es no tanto fortalecer su rol profesional cuanto minimizar su poder como fuerza colectiva. Esto se debe a que el sindicato docente en México alcanzó un nivel de poder impresionante, prácticamente en muchos Estados controlan el Ministerio de Educación. No hay sindicato docente que en América Latina que tenga tanto poder como tiene el SNTE.
—¿Por qué crees que logró alcanzar ese poder?
Porque el sindicato docente (al igual que otros) hace años que formalizó una alianza política con el PRI. A lo largo del tiempo controlaron el sistema de formación docente, el ingreso y el avance en la carrera docente, los nombramientos de directores, supervisores, personal de las secretarías de educación etc. Junto con ese poder político también concentraron un significativo control de recursos económicos. En este sentido el Estado gira directamente al sindicato la cuota sindical, además de controlar subsidios y otros beneficios. Eso creó un aparato fuertemente controlado por un líder indiscutido. Los tiempos cambian y la otrora presidenta del sindicato, la maestra Elba Esther Gordillo está ahora presa y acusada de corrupción y malversación de fondos públicos. Este hecho político, producido por el gobierno actual marca el inicio de una nueva relación entre el sindicato y el Estado, que por cierto provoca tensiones y conflictos.
En los últimos tiempos la derecha hizo toda una gran campaña pública poniendo al sindicato y a los maestros como chivos expiatorios de la mala calidad de la educación. Emprendió una política antisindical que acaba con ciertos derechos fundamentales como la estabilidad laboral y otros derechos adquiridos. Los sectores progresistas se ven chantajeados, entre la espada y la pared. De un lado la pared es el corporativismo sindical, y del otro es ir en contra de la idea misma de acción colectiva. Yo creo en el sindicalismo, la única manera que tienen de hacerse oír los asalariados es a través de los sindicatos. Un obrero, o un docente solo no tienen el mismo poder que un empresario. Obviamente que en este mundo con la derecha, se intentan de borrar los actores colectivos. Para mí no hay que tirar el niño con el agua sucia, está la burocracia, la corrupción pero yo tengo que defender el principio de la acción colectiva, aunque esto implique una batalla ideológica.
—En relación a la reforma educativa, ¿Qué peso tiene?
Ellos hicieron una reforma constitucional y arrancaron con todo. El PRI llevó a cabo una alianza con los tres grandes partidos (incluido el PRD) y termina enviando a prisión a la maestra Elba Esther Gordillo, máxima dirigente del sindicato de los docentes. Además detrás de todo esto hay un programa neoliberal salvaje. Poner la evaluación como capítulo central de la reforma educativa no tiene ni pies ni cabeza. Yo creo que el sistema escolar es un sistema intensivo de fuerza de trabajo, es importante el maestro y el trabajo colectivo de los docentes. Si se quiere el nivel profesional de los docentes: ¿Por qué no se comenzó con una vigorosa política de mejoramiento sustancial de la formación inicial y permanente de los profesores? ¿Por qué comenzar por la evaluación? Quizás sea para poner a buena parte de los enseñantes en el banquillo de los acusados y desprestigiarlos ante la opinión pública.
—¿Crees que atrás de esto se encubre un ajuste, un intento de reducir el presupuesto para la educación pública?
No creo, me parece que más bien hay que hablar de un ajuste político. Dan argumentos que parecen bastante legales: el Estado tiene que recuperar el control de la educación, no puede quedar en manos de esta corporación. Cuando dicen liquidamos el “IEEPO” (Instituto estatal de educación pública en Oaxaca) y creamos un ministerio, quieren decir que va a ser la política la que dirija el sistema escolar y no los sindicatos.
En síntesis, fue también una forma de poner en línea al Estado y a los servicios públicos con la lógica del mercado. Hay que evaluar para que el ciudadano —que ahora es un consumidor de educación-— pueda elegir un servicio en función a la calidad de las instituciones. De esta manera premian y castigan, esa es la lógica del mercado. Cada uno elige, y al elegir, la gente participa como consumidor. Esa es la forma en que entiende el liberalismo, la participación. El principio que funciona en la producción de bienes materiales lo quieren transferir a los servicios públicos.
—¿Qué alternativas existen?
La otra alternativa consiste en afirmar que el conocimiento y la cultura son derechos, no pueden convertirse en mercancías que se compran y venden en el mercado, cuyo acceso dependerá de la capacidad adquisitiva de las personas. México pareciera ir por el camino que en Chile inauguró la dictadura pinochetista. Resulta sorprendente que lo haga en un momento en que la mayoría de los chilenos están luchando por el restablecimiento del carácter público de la educación luego de que Pinochet instaurara la lógica del mercado en la “provisión” del servicio educativo, que la democracia chilena todavía no ha podido desmontar del todo.
El caso de México es un ejemplo para Argentina. Los sindicatos docentes no deben perder la alianza con la sociedad, porque eso después lo utiliza la derecha. Los dirigentes sindicales tienen que tener cuidado de que sus intereses legítimos y corporativos (de salario, de condiciones de trabajo etc.) no se contrapongan con el interés de la ciudadanía por un sistema educativo que garantice efectivamente el derecho a la educación de las nuevas generaciones.
—¿Cómo pensás que continúa el intento por aplicar la reforma?
Lo que pasó ahora es que hicieron la evaluación para determinar el acceso al trabajo y hay mucha gente que no superó el nivel mínimo. Entonces con los que lo superaban no tenían para cubrir el cupo docente. Lo que hizo el Estado fue nombrar y contratar gente que no se había presentado a concurso, en lugar de tomar a los que se habían presentado al examen. Podrían haber establecido criterios según la demanda de docentes, y después capacitar a los que no obtenían buenos resultados, pero no.
La palabra clave de la educación ahora es evaluación. Esto sucede cuando se pasa de una economía de mercado a una sociedad de mercado, en la que todo se mercantiliza, las relaciones, el amor, etc. Está pasando con la cultura lo que pasó con la tierra, que se convirtió en una mercancía que se compra y se vende. Lo mismo está pasando con la matemática, con la física, con la química. Es muy grave.
El otro día vi una nota que hicieron para el diario Perfil a los asesores educativos de los tres candidatos presidenciales con más chances en la Argentina. Lo que planteaban es que la educación, la delincuencia, la corrupción, todo se resuelve con educación. Esto es una exageración que está ocultando detrás un desinterés. Es mentira, la educación no puede todo. Le estamos pidiendo demasiado a la escuela. Se le pide que eduque, que forme ciudadanos, que forme para el trabajo, combata la discriminación de género, todo se le pide a la escuela. Este es uno de los mitos que intentamos desmontar Alejandro Grimson y yo en un libro que escribimos juntos y que se llama “Mitomanías de la educación argentina”, publicado por Siglo XXI Editores de Argentina.
¿Qué beneficios le puede traer una educación de calidad a una sociedad como la mexicana en una coyuntura en la que el narcopoder adquiere cada vez más relevancia?
Yo creo que ahí está la cuestión del conocimiento. Fue un gran acierto del sociólogo Pierre Bourdieu plantear que además del capital económico hay otras cosas que son valiosas, y que la gente persigue, como por ejemplo, el capital cultural, el social, el político, etc. Hoy en día en la sociedad del conocimiento no se puede prescindir del capital cultural. Esta lógica de que el conocimiento se convierte en un ingrediente muy fuerte para el desarrollo del sistema productivo, hace que las clases dominantes, para reproducir el capital económico, necesitan del capital cultural. Entonces hoy en día todos los hijos de las burguesías occidentales van a la universidad. Este es uno de los factores explicativos de la masificación de los estudios universitarios. Las clases altas que podían prescindir del título universitario porque tenían capital económico por la herencia, hoy también necesitan de cultura. Es una batalla muy importante la que se está dando, es política pura. La lucha por el conocimiento es equivalente a la lucha por la tierra en el capitalismo agrario. Más allá de eso no digo que no exista el capital económico, todo lo contrario. El capital económico, los bienes, los inmuebles, las acciones son importantes.
—¿Qué determina el acceso al capital cultural según esta concepción?
El acceso al capital cultural va a determinar, en parte, la posición que van a tener los grupos en la sociedad, el perfil de la sociedad futura, si las personas van a formar parte de las clases dominantes o dominadas. La pelea por la tierra es política y la pelea por el conocimiento también es política. Los datos de los últimos 50-70 años, muestran que la escuela se ha democratizado pero las desigualdades son iguales o superiores en relación al acceso a la propiedad o al ingreso. Las desigualdades son crecientes.
La masificación de la escolaridad, por sí misma, no va a producir una sociedad más justa. Pero la escuela, si es capaz de desarrollar conocimientos poderosos en las nuevas generaciones, sin diferencias significativas, puede contribuir en la construcción de una sociedad más justa y con menos niveles de dominación. Es una batalla importante la que hay que dar. Al igual que con los otros capitales, nadie va a redistribuir lo que tiene por su propia voluntad. El conocimiento al igual que los otros capitales, será más distribuido o concentrado de acuerdo con las relaciones de fuerza de los actores sociales. Nadie cede poder gratuitamente. El conocimiento, como el poder, se conquista. Por la tierra hubo que luchar, los sin tierra tuvieron que organizarse para conseguirla. Yo no les creo a todos estos que dicen “educación” para todos. Si la educación es un capital va a tener que ser una conquista, que se consigue con la lucha.
—¿Cómo se da esto por ejemplo en el caso Mexicano?
Yo siempre digo que en México la voluntad de escolarizar es impresionante. Hay demanda de escuela, las clases subordinadas de las ciudades y de las áreas rurales luchan por la educación de sus hijos. Muchos de ellos pagan por la escolarización. Ante esta demanda, las clases gobernantes han expandido la oferta escolar, pero al mismo tiempo ofrecen una educación que tiende a ser pobre para los pobres y rica para los ricos. En la escuela se puede simular, más que en el sistema de salud. En la educación se puede “hacer como si”, es decir, como si enseñáramos matemáticas o lengua, ciencias sociales o naturales, pero sin que la mayoría de los niños aprendan conocimientos significativos. Se pueden obtener títulos y diplomas, pero no competencias y “saber hacer” efectivo. A nivel social todavía no hay una conciencia cabal de que la escolarización es una cosa y el aprendizaje otra. Para eso sirve la evaluación de los aprendizajes efectivamente desarrollados por los niños.
Así como estos estudios de la distribución de la riqueza demuestran que hay una concentración del capital económico, una lectura progresista de la evaluación debería demostrar que hay una concentración del capital cultural en poca gente, que son los hijos de los ricos. Esta asociación entre nivel socioeconómico y aprendizaje es universal, es fuertísima. A nivel popular todavía nos seguimos engañando con la escolarización.
Última pregunta, ¿A qué país pondrías de ejemplo de calidad educativa a nivel Latinoamérica?
El clásico es Cuba. Con las evaluaciones que hace por ejemplo la UNESCO, Cuba se les escapa del cuadro estadístico. Obviamente que no se puede hacer una revolución de esas características si no hay un cambio social en general. En el fondo, en todos esos países que tienen buenos niveles de aprendizaje, es porque hay un proyecto social de desarrollo de una sociedad justa. En ese marco general se construyen sistemas escolares justos. No es casualidad o mera coincidencia que en Cuba exista no solo una escuela eficaz, sino también un sistema de salud de calidad y con cobertura universal, que el derecho a la alimentación está garantizado para todos.