El aniversario número 83 del nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna, en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928 constituye una oportunidad para acudir a sus enseñanzas.
Y un buen referente es su pequeño-magistral escrito titulado "El cuadro, columna vertebral de la revolución", publicado en la Revista Cuba Socialista, en septiembre de 1962. Allí, el Che Guevara se pregunta: "¿qué es un cuadro?", es decir un dirigente revolucionario, sea político o administrativo, y responde: "Debemos decir que un cuadro es un individuo que ha alcanzado el suficiente desarrollo político como para poder interpretar las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas suyas y transmitirlas como orientación a la masa, percibiendo además las manifestaciones que ésta haga de sus deseos y sus motivaciones más íntimas".
Acto seguido, el Che acota: "[Un cuadro] Es un individuo de disciplina ideológica y administrativa, que conoce y practica el centralismo democrático y sabe valorar las contradicciones existentes en el método para aprovechar al máximo sus múltiples facetas; que sabe practicar en la producción el principio de la discusión colectiva y decisión y responsabilidad únicas, cuya fidelidad está probada [...]".
Casi de inmediato, el Che subraya que el cuadro "está dispuesto siempre a afrontar cualquier debate y a responder hasta con su vida de la buena marcha de la Revolución. Es, además, un individuo con capacidad de análisis propio, lo que le permite tomar las decisiones necesarias y practicar la iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina".
Tal vez más natural resulte que en la concepción guevariana el cuadro, aparentemente rodeado de virtudes difíciles de alcanzar, esté sin embargo presente en el pueblo —sea de Cuba o de cualquier latitud— y se encuentre día a día. Lo esencial es aprovechar todas las oportunidades que hay para desarrollarlo al máximo, para educarlo, para sacar de cada personalidad el mayor provecho y convertirla en el valor más útil para la nación.
Nunca debemos olvidar que el propio Guevara en el título en cuestión recordaba cómo al triunfo de la Revolución Cubana, a partir de 1959, se cometieron muchos errores en la parte administrativa del Ejecutivo, enormes fallas de los nuevos administradores de empresas, que tenían responsabilidades demasiado grandes en sus manos, sin que de ello escapara el escenario político.
También en su carta devenida ensayo con el título "El socialismo y el hombre en Cuba", publicada en el semanario Marcha, Montevideo, el 12 de marzo de 1965, en un texto, originalmente dirigido a Carlos Quijano (abogado, político, ensayista y periodista uruguayo, fundador y director del mencionado semanario), el Che señala: "El Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar [...]".
La Revolución Cubana exhibe su histórica capacidad de corregir el rumbo cuando las condiciones así lo han demandado, algo comprobable si se examina —por ejemplo— lo que a mediados de los ochentas del pasado siglo fue denominado como "Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas" y las medidas que actualmente tienen lugar con la realización del VI congreso del PCC.
Asimismo, resulta de marcada actualidad la definición que nos proporciona el Che acerca del individuo como actor del extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de la comunidad, en su cualidad de no hecho, de producto no acabado. Ello explica su alerta en el sentido de la necesidad que tiene la sociedad en formación de competir muy duro con el pasado.
Igualmente resulta actual su advertencia sobre el carácter joven del socialismo y la consiguiente posibilidad de cometer errores. "Los revolucionarios carecemos, muchas veces —dice—, de los conocimientos y la audacia intelectual necesarias para encarar la tarea del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó [...]".
De aquí que él subraye el trascendental papel de la Juventud Comunista y su Partido en la edificación de la sociedad socialista. "Particularmente importante es la primera —apunta—, por ser la arcilla maleable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores" —algo válido para cualquiera sociedad inspirada en similares principios.
Con el Che Guevara es comprensible que desarrollar cuadros sea una tarea inaplazable; al tiempo que íntimamente ligado a ello se revele la capacidad de sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo las verdades y consignas de la Revolución. Así, es comprensible que el Che sea paradigma de un legítimo cuadro.