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Carta al padre de los rezos de fuego, Luis Espinal

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Por: María Fernanda Rada Prado

"Tememos que se nos vaya la inquietud,

que se nos evapore este poquito de amor.

Tememos acostumbrarnos

a ver el mundo injusto,

como cosa normal"

(Luis Espinal)

Como duele recordarte en estos días cuando la soberbia de algunos poderosos sigue dejando al pueblo cantos dolorosos. ¿Cómo es posible que hagas tanta falta a una generación como la mía que no pudo conocerte? Te conocemos, te sentimos.

 

Aprendimos de vos a disparar con la palabra, a matar con la coherencia, a pensar que la utopía es para hacerla en la tierra, a gastar la vida, a dormir con la conciencia tranquila y a no dejar dormir a los que no nos permiten soñar.

Aprendimos a no callar, pues tú ya nos dijiste que es lo mismo que mentir. Entendimos que nuestra trinchera no tiene frontera, como tú no la tuviste cuando te hiciste boliviano y con la misma fuerza que enfrentaste a Franco, enfrentaste a Banzer, ¡Otro tirano!

Aprendimos a luchar en un mundo que pide aceptar, aprendimos a no acostumbrarnos a ver injusticias, aprendimos que la historia no la escriben los que ganan, que la historia no la hacen los héroes, que el único héroe es colectivo.

Y no eres un héroe, no eres un mártir, no eres el cura al que cantamos en colegio, no eres el monumento al que llevamos flores, o la bandera ambigua que levantamos. Eres la libertad de tus películas, la denuncia de tus artículos, la historia escondida, ocultada, secuestrada, torturada y enterrada.

Eres el lustrabotas que se levanta todos los días para llevarse unos pesos y poder sobrevivir, eres el estudiante que descubre una nueva realidad, eres la empleada que sabe que no nació para servir, eres el minero que entre penumbras sueña con habitar otro lugar, eres mis compañeros que no dicen amén.

Quisiera decirte muchas cosas, contarte con pena que la dictadura se llevó el niño Jesús en forma de puño que hiciste para mi tío, pero que jamás se han llevado nuestros puños y sueños. Que logramos sobrevivir y regresamos cantando "fachos de mierda volvimos". Quisiera contarte que la abuela está mayor pero conserva la misma fuerza y juventud con la que te conoció, que a mamá se le humedecen los ojos cuando recuerda los días clandestinos en que doblaba periódicos a tu lado, y que a papá se le quebró la voz cuando extraditaron a Arce Gómez porque recordó a su profesor del San Calixto, ese jesuita que lo empujó a la realidad de su pueblo, de tu pueblo.

Quiero contarte que conocí tu país, el otro. Ese que se está hundiendo por la crisis de un sistema que ya no puede más. Ese que acoge y discrimina a latinos, africanos y asiáticos. Ese que todavía tiene un rey que es mantenido a costa del hambre de los sin voz que están cansados, podridos e indignados. Esa tierra a la que le impusieron un rey, un caudillo, una religión, una sola lengua y una bandera. Pero los tiranos mueren y Franco no fue la excepción, han recuperado la sonrisa, la palabra y la república a medias. Sigue de pie la puerta de Alcalá, he escuchado a muchos hablar catalán, los jóvenes siguen entonando el no pasarán. Esa tierra tuya conserva sus añores de barricada, compañerismo y libertad, quedan escombros de la revolución que no pudo pasar. Hoy como ayer siguen sonando los cantos de Serrat, Ana Belén, Sabina y Víctor Manuel.

En este lado del río, hemos visto morir a los tiranos en impunidad, pero con la conciencia martillándoles los últimos días. Han muerto con jóvenes, bombos, murgas y platillos en las puertas de los hospitales, no Lucho, no nos han podido callar.

Me duele saber lo que te hicieron, pero me duele más saber que no fuiste el único. Me duele también la demagogia de los que se ponen la camiseta de justicia en la foto internacional y condecoran a asesinos en su tierra. Duele la impunidad, aunque ahora la estoy viendo caer, el olvido de los bondadosos me asusta y el perdón me sabe a poco.

Asfixia haber crecido con la palabra desaparecido, me asusta perder la sensibilidad frente a tantas historias de ausencias e incertidumbre. No sé si algún día podremos encontrarlos ¡fueron tantos!, pero con el tiempo hemos aprendido a resucitar sus sueños.

Por eso te digo mi querido Espinal, ahí, donde estés, o acá que es donde te quedaste: estoy segura de que llegará el día en que dejemos de ser los hijos del pasado para ser los padres y madres del futuro, no somos hijos de la dictadura, somos los constructores de la revolución.

Tú, Benemérito de la utopía, ayúdanos a gastar la vida por los demás, no permitas que nos maten el amor ni la alegría. Que florezcan nuevos Luchos que cuestionen la hipocresía de esa iglesia que niega todas las formas de amor y el derecho de una salud digna para las mujeres que no pueden elegir sobre su cuerpo.

Danos la inquietud frente a los cómodos que administran molinos. Queremos estar de tu lado, cuestionando al poder y los "sabios", queremos cuestionar a Dios y recordar a aquel Jesús con el puño levantado que como vos, fue humano y asesinado por estar al lado de los que no tienen voz.

No permitas que pongamos la otra mejilla ni que olvidemos los reveses que nos han dado, danos palabras, danos memoria, danos voz, danos arte, danos utopía, danos juventud, danos fuerza, danos tozudez, danos coherencia y danos un revés el día que aceptemos las injusticias, o que intentemos limar las aristas de la realidad para tragárnosla sin buscar transformación.

 

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