Editorial
El Presidente, el día de fundación de Bolivia, ha propuesto acabar con la pobreza extrema en nuestro país hasta 2025. Tal propuesta la podría compartir incluso el Banco Mundial porque, entre otros organismos internacionales, la ONU aprobó para los países del llamado Tercer Mundo un programa de contenido semejante: metas del milenio (2000) que no se pudieron alcanzar porque las formas de producir y distribuir bienes y servicios, en tales países, lo impidieron. En nuestro caso, el Presidente, no dijo cómo conseguir esa meta, al cumplirse los 200 años de la constitución del Estado boliviano. Es que esa propuesta debió ser complementada con un señalamiento claro del camino a recorrer para su materialización, lo que no se hizo.
Esa propuesta interpela a la mayoría de los bolivianos e incluso convoca implícitamente a una convergencia destinada a trabajar para que la meta sea conseguida. El planeamiento, asimismo, tiene ribetes electorales y sugiere que el gobierno continuará con las reformas (no vemos que haya aquí una revolución democrática y cultural) con el que, sin embargo, difícilmente se las conseguirá hasta los 200 años de la formación de la República de Bolivia.
Morales, al poco tiempo de su primer mandato, dijo que en cinco años Bolivia igualaría a Suiza, uno de los países capitalistas desarrollados de Europa. Ese discurso desconcertó, incluso a no pocos de sus partidarios y resultó nada creíble. Entonces el Presidente vio desportillado su prestigio, luego de que ganó las elecciones con casi el 54% de los votos.
Ahora, es menos rimbombante el planteamiento de acabar con la pobreza extrema en trece años, pero el optimismo sobre la ejecución de ese plan es razonablemente limitado porque, por ejemplo, las metas del milenio no fueron logradas por los países del Tercer Mundo por falta de voluntad política, se dice de manera comedida, no obstante de que en la región la causa principal que impidió lograrlas fueron el modo de producción capitalista, dependiente y atrasado y, con seguridad también, las bloquearon las sobrevivencias del colonialismo y las trabas imperialistas.
Algunos incondicionales del "Jefazo" celebran todavía la plataforma sugerida por el Presidente como si se tratara de la suma de la sabiduría, a pesar de que no pasa de poner a la vista el "olfato político bárbaro" del primer ciudadano de Bolivia.
Combatir la pobreza aquí es una tarea inconclusa y los que estamos en sano juicio no nos oponemos a eso, entre otras cosas, porque son faenas que se inscriben en el deber ser de lo que se acepta como desarrollo humano, metas que en cierto modo no son "ni de izquierda ni de derecha", lo que expresa forma y contenido del programa del Presidente boliviano en un momento de euforia que vive él y sus partidarios al inicio formal de su postulación a la primera magistratura del país, aunque para que se "constitucionalice", otra vez los obedientes legisladores de su tienda política, tendrán que modificar el artículo transitorio de la nueva Constitución Política del Estado (CPE) que prohíbe la segunda reelección sucesiva del Presidente.
La orientación de ese programa, además, no apunta hacia el socialismo comunitario del que hablaron gobernantes, como el Vicepresidente, en tanto que el Presidente, sobre todo en el último tiempo, ni siquiera mencionó el término socialismo. Vale rememorar que el día que se promulgó la nueva CPE el primer mandatario habló del socialismo para Bolivia, de ahí a esta parte como que ha evitado hacerlo. En el discurso suyo en la cumbre de Río + 20 anotó que en Bolivia "El objetivo es vivir bien a través del desarrollo integral y armonía con la Madre Tierra para construir una sociedad justa, equitativa solidaria y sin pobreza". La sociedad sin pobreza de la que discursó Morales en Río, continúa en su mensaje del pasado 6 de agosto. Los áulicos del Presidente dirán que lo dicho por éste, en la ciudad brasileña, señala rasgos del socialismo que se quiere para Bolivia, pero esa sería una interpretación a la que se tiene derecho pero, igualmente, pretende eludir incluso la mención del socialismo como nueva forma de sociedad para Bolivia.
Preocupa tanto o más lo que afirman, en voz baja, innumerables masistas, si éstos merecen todavía ser escuchados: que no importa si es socialismo u otro el proyecto de sociedad que se agite para nuestro país, lo que sí importa y mucho, es "vivir bien" en Bolivia, según ellos.
Sostenemos desde este medio virtual que, entre nosotros, como confirman analistas políticos, criollos y extranjeros, el programa es casi papel mojado que sirve parcialmente en la propaganda electoral porque aquí se ofrece una cosas y casi siempre se hace otra, y las excusas para explicar las omisiones son variadas y aunque no se las acepte se toma nota de ellas. Un ejemplo notorio es el del MNR, dos veces que gobernó en distintos períodos lo hizo con programas ajenos de los que se apropió. Un colega periodista, en un ensayo, demuestra esa apropiación de los líderes movimientistas. Luego de adueñarse de la victoria de obreros y campesinos, en 1952, ese partido hizo suyo el elegante resumen programático de Tristán Morof: "Tierras al pueblo y minas al Estado" y del programa de similar contenido, pero desarrollado, de los líderes universitarios bolivianos que plantearon la lucha por la autonomía universitaria, en 1928, con José Antonio Arze, entre los dirigentes destacados. Está más cerca el ejemplo de apropiación de otro programa, por el mismo y a la vez otro MNR, el que se resume en el DS 21060: cuando un economista de la derecha reclamó la autoría de esa política neoliberal, Víctor Paz Estenssoro, respondió: es de ustedes ese programa, pero nosotros tuvimos el coraje de aplicarlo. Un testimonio de cambio de contenido programático, aunque parcial, ocurrió luego de que el mismísimo MNR ganó las elecciones con el "Programa de Todos", el que durante su aplicación sufrió una modificación significativa: en vez de la relación 51 por ciento de las acciones en las empresas privatizadas para los bolivianos (capitalizadas en lenguaje gubernamental de ese momento) y 49 por ciento para los empresarios privados, criollos y sobre todo transnacionales; en la aplicación de ese Programa se invirtió esa relación: 51 por ciento para los empresarios y 49 por ciento para los bolivianos.
Lo cierto es que el programa —acabar con la pobreza extrema en Bolivia hasta 2025— tiene importancia para ganar elecciones, cuando la oferta pretende una convergencia entre todos, mejor dicho, con una "resucitada" (rediviva) alianza de clases de los movimientistas. En el caso actual, el principal postulante a la reelección presidencial, persigue afanosamente conciliar intereses para una "nueva mayoría" adecuada a este tiempo.
Elecciones que Evo Morales y los suyos creen que las ganarán en 2014, luego de que sea habilitado por algún tribunal o después de que sea modificada la CPE en el artículo transitorio pertinente. Elecciones que en vez de ganarlas, el principal aspirante, las compraría, como se sostiene que hizo, este año, el Presidente electo de México del PRI, partido que durante más de 60 años propagó un discurso progresista (nacionalista revolucionario), pero que otra cosa hizo dentro; asimismo, hacia fuera se comportó solidario con la Revolución Cubana, pero en México en llamas descrito por Juan Rulfo, reprimió sin miramientos a los revolucionarios.
Ahora, según el programa que ofrece el Presidente para su reelección y de acuerdo a lo que hace (¿y hará?) queda claramente a la vista que continuarán las reformas que fueron avanzadas, pero que corren el riesgo de agotarse en un cauce que es distinto al de una revolución verdadera.