Editorial
Uno de los que cree teorizar sobre la transición boliviana, vocero oficioso del gobierno, dijo en palabras poco audibles que el motín policial no era parte de la trama golpista. Y en un semanario que dirige resume una "teoría" sobre el golpe en Bolivia, para lo que se apoya en otros teóricos del golpe y en experiencias golpistas distantes de nuestra realidad (como en una de Ucrania, ex república socialista, en la que se restaura el capitalismo); realidades que sirven como referentes laterales, nada más. Nosotros afirmamos en este espacio, la semana anterior, que no descartamos que algunos sueñen con un golpe y que hayan tratado de cabalgar en la revuelta policial. Añadimos ahora que los yanquis, con sus organismos de inteligencia, cuando menos monitorearon ese motín y a golpistas probables quizá les hicieron llegar aliento.
Ahora sostenemos que lo mejor que le podría ocurrir al gobierno, y al presidente Morales en particular, es que intenten un golpe en su contra porque de él emergería al menos con más fuerza o recuperaría la que pierde cada día. Por ello, gobernantes han fabricado el golpe.
Anotamos, asimismo, que para nosotros no hubo plan ni escenario golpista. Además, si hubo aprestos golpistas ya fueron conjurados, según los gobernantes y sus voceros oficiosos; destacan que ésa fue obra de los movimientos sociales que marcharon en el país y por la inteligente conducción presidencial que no cayeron en la provocación golpista.
Si fuera cierto que hubo golpistas, que fracasaron en su intento o que no pudieron aprovechar del escenario golpista, no basta que los gobernantes nos avisen que los movimientos sociales conjuraron el golpe. Es urgente que investiguen para descubrir y no para encubrir, procesar y sancionar a los golpistas. Sobre todo deben tomar medidas que superen las causas reales, no imaginarios, que habrían generado el intento golpista.
Un sentido elemental de conservación suya y de la democracia debía llevar al gobierno, asimismo, a resolver contradicciones (aunque éstas no sean creativas) para evitar el estallido del golpe porque quizá no ha sido desmontado totalmente.
Para nosotros, sin embargo, no hubo ningún plan o escenario golpista, junto o como parte del motín policial, por las razones que anotamos:
—El gobierno de Evo Morales es de los medianos propietarios, en alianza con empresarios criollos y al servicio de patrones transnacionales, por lo que la derecha y sus aliados que podrían tener incluso en el gobierno y en los organismos represivos del viejo Estado, coexisten con el régimen político actual.
—Los banqueros ganan doble y triple (según el Vicepresidente), por lo que se sienten como el pez en el agua, por lo que no tienen por qué conspirar, sin descartar que algunos lo hagan. Pero la clase social a la que pertenecen con su poder económico casi intacto (y creciente en casos como el citado), se advierte que están dispuestos a cohabitar con el gobierno.
—Entre tanto exista y funcione ese consejo económico y social, en el que se mueven a sus anchas los empresarios y en el que esperan aprobar un proyecto de ley de inversiones, según sus intereses capitalistas e imperialistas, con certeza que no conspirarán como clase social, con poder económico e influencia política concedidos por el principal gobernante, lo que no niega que algunos lo hagan porque no pisan tierra firme.
—Si los latifundistas, sobre todo del oriente boliviano, tienen garantizadas sus tierras (muchas mal habidas) por un régimen que tolera incluso el restablecimiento del mercado capitalista de tierras y que se hace de la vista gorda ante latifundios que no cumplen ninguna función social ni económica, agradecerán una alianza de facto, concertada o encubierta con los gobernantes. Ciertos latifundistas, que olvidan que están protegidos sus intereses, acaso conspiren, como lo hicieron antes y lo podrían hacer otro momento.
—Si los empresarios transnacionales operan con todas las gangas reconocidas por la vieja ley minera neoliberal y no sienten amenazados sus intereses egoístas, con seguridad de que no apoyarán golpes de estado. Concretamente, la empresa Silver, con capitales canadienses, tiene el consentimiento presidencial, además, del contrato de concesión para exploración y posible explotación de minerales, especialmente, indio en Mallku Khota, aunque es intranquilizada en este momento por el secuestro de dos de sus ingenieros, pero con apoyo gubernamental podría superar riesgos y continuar su labor por lo que no debe tener apremio alguno como para respaldar salidas golpistas en Bolivia. La empresa San Cristóbal, la más dinámica en materia minera y con tecnología de punta, explota los recursos mineros bolivianos en paz, con ganancias que no consiguen en otros países, a pesar de que degrada el ambiente, como denuncian comunarios del lugar.
—Si acaso a los militares no les fallan sobresueldos y otros premios, más crecidos con Evo que con gobiernos neoliberales, difícil que se enrolen en una aventura golpista. Aunque los miembros de la institución militar tienen tradición golpista y entre los que se encuentran en servicio activo, hay los que han sido formados según el perfil del oficial latinoamericano entrenado en la Escuela de las Américas que sigue funcionando, cuya réplica en Bolivia es la Escuela de Cóndores de Sanandita (Tarija). La afirmación del Presidente de que el Ejército actual es anticolonial y antiimperialista desde la Batalla de Aroma (en la guerra de independencia de España) o que un ex Comandante del Colegio Militar Gualberto Villarroel haya definido como antiimperialista al Ejército, con la pretensión frustrada de continuar al mando de ese instituto castrense, no son una constatación de que las Fuerzas Armadas bolivianas han cambiado su vieja naturaleza. Si por esa antigua filiación algún uniformado se incorporó al grupo golpista denunciado, por gobernantes y algunos de sus corifeos, deben ser puestos en evidencia, procesados y sancionados, incluso para acabar con el mal ejemplo entre los militares.
—Los policías, ante la sociedad boliviana, tienen mala fama por lo que difícilmente conducirían un golpe, aunque sí dirigieron un motín. Pero admitamos que la mala fama podría ser buena para golpear a un presidente. Sin embargo, ninguna adhesión significativa recibió la revuelta policial. Además, el motín pudo ser aplastado con la capacidad operativa que tiene el gobierno, según el Vicepresidente. De ello se deduce que los gobernantes administraron, según sus requerimientos políticos, la crisis policial. Los golpistas, por tanto, tuvieron un escaso espacio para maniobras dentro del motín.
—Las capas medias arruinadas en este período de cambios serían las más susceptibles de ser ganadas para un golpe. Pero, de acuerdo a lo que declaran los grupos focales de esos inmensos grupos sociales, a E. Morales quieren cocinarlo en su salsa, en elecciones, en las que todavía se siente invencible. Postulan que el Presidente gobierne el tiempo para el que fue elegido. Que pague con su desgaste su gestión errática, es lo que prefieren las capas medias, nada insurrectas en este último tiempo.
—Suponer que hay golpistas entre los marchistas que defienden el TIPNIS es una ceguera política sin atenuantes. Voceros oficiosos dicen que son pocos los indígenas involucrados en esos afanas golpistas. Los compatriotas de la IX marcha responden a los que ven golpistas entre ellos con la reafirmación de que esos pueblos tienen una vocación y un comportamiento democrático demostrado en diversas acciones, con lo que esperan demostrar que nada tienen de golpistas.
—Son cada vez menos, pero existen, los que afirman que antes no hubo en Bolivia una revolución más profunda que la actual; la que hay que defender y profundizar o reconducirla, agregan otros. Eso que algunos llaman revolución, para nosotros son reformas que corren el riesgo de perder su contenido avanzado debido a los desatinos del gobierno.
—En Bolivia no hubo golpe alguno sin la simpatía, al menos, de los yanquis. El de García Meza-Arce Gómez no recibió apoyo de la administración de Estados Unidos, pero tampoco se demostró plena de que la CIA, entre otras, no haya metido las manos o no haya participado indirectamente en el narco-golpe de estado de julio de 1980 en nuestro país.
El supuesto golpe de estado ha reavivado el apoyo al Presidente dentro y fuera del país. Escaso apoyo, sin embargo, con limitado fervor y agresivo el de los ponchos rojos, como si tuvieran por vocación infundir miedo a la gente en vez de atraerla para reconstruir la unidad del pueblo, tan venida a menos en este segundo mandato presidencial en marcha.
Del supuesto golpe de estado se lee que poco han ganado los gobernantes; incluso, en sectores concretos de la población boliviana, es más lo que perdieron los políticos cuya chatura empequeñece tanto a los cambios, como al gobierno.
Nada más oportuno el dicho popular para el momento actual boliviano: en la boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso.
El escenario o los afanes golpistas, fabricados por los gobernantes, es otra de las mentiras de éstos y de consejeros-analistas, que podría integrar una antología de la estupidez política, al menos si los gobernantes se comportan contemplativos en vez de hacerles mascar "el polvo de la derrota" a los golpistas.
Los gobernantes y sus repetidores no podrán decir que el golpismo que fabricaron fue fácil derrotar porque no existió, con posibilidades de imponerse, como todo golpe: a la fuerza.
Una cuestión elemental que además callan esos voceros es que la correlación de fuerzas sociales y políticas imposibilitan un golpe de estado en Bolivia de este tiempo.
Esos voceros tampoco dicen que si el gobierno aplica medidas que afectan al pueblo y benefician a sectores de éste, y a empresarios criollos y extranjeros, el pueblo empobrecido apoyará cada vez menos a Evo Morales, como dicen le ocurrió al ex presidente Lugo de Paraguay por lo que allí, básicamente, triunfaron los golpistas.