Editorial de Aquí 252
En Bolivia, desde hace 13 años, los cambios reales y supuestos, casi siempre, se dice que se deben al presidente Morales. Éste, algunas veces y sus parciales rarísima vez, hablan del aporte del pueblo, de las masas y/o de los movimientos sociales en esas transformaciones o en las que sólo tienen apariencia de tales.
Entre nosotros, a los caudillos, como Evo Morales, se los define como los que piensan y proponen políticas, alianzas, programas, apoyo externo, todo o casi todo, tanto que al actual Presidente de Bolivia, aunque se lo niega, se le rinde culto a su personalidad, a pesar de que en este caso hay mucho más culto que personalidad.
En Potosí, en una actividad referida a la Campaña de Alfabetización, “Yo sí puedo”, realizada con ayuda de cubanos y venezolanos, el maestro de ceremonias, a Evo Morales, lo proclamó “Comandante”. Entonces Morales dijo que los únicos comandantes en la región eran (o son aún) Fidel y Chávez. Era el tiempo en el que el primer mandatario boliviano repetía que él gobernaría escuchando al pueblo, pero no que éste sería (y es) el protagonista.
En un homenaje a doña Juana Azurduy, ahora generala del Ejército de nuestro país, en El Villar (Chuquisaca), un dirigente sindical campesino afirmó que Evo Morales era el libertador de los pueblos indígenas de América Latina y el mundo. El único funcionario público que defendió esa calificación fue el Ministro de la Presidencia que sigue, ahora, en la misma cartera.
Un gobernador en ejercicio señaló que Evo Morales es como Cristo.
Al presidente Morales se lo presentó como al autor de la demanda del Estado boliviano al Estado de Chile, ante la CIJ, para que este tribunal disponga que personeros del país vecino dialoguen, con autoridades del nuestro sobre la salida al mar con soberanía para Bolivia. Sin embargo, fue un abogado boliviano que hizo una consultoría para la Cancillería de nuestro país, en la cual se lee que el Estado boliviano, apoyado en una norma, podía demandar unilateralmente a Chile, así como sucedió. Evo Morales se “apropió” de esa sugerencia del consultor citado el que, legalmente, estaba imposibilitado de reclamar derechos de autor, según normas, porque éstos eran del Estado boliviano.
Sin embargo, el vicepresidente García le atribuyó la autoría de la demanda, ante la CIJ, al presidente Morales. Un trámite que el Estado boliviano pretendió ganar sin presentar una prueba, hasta donde ha sido posible constatar. Y ningún proceso, ante un tribunal de justicia, se gana sin pruebas.
Otro dato. Murió Hugo Chávez y una politóloga cruceña afirmó que Evo Morales estaba llamado a reemplazar el liderazgo dejado por el líder de la Revolución Bolivariana de Venezuela. Esa politóloga olvidó que los liderazgos no se heredan como un inmueble.
El Presidente boliviano, en medio del carnaval, ha señalado que tres jóvenes del MAS recogerán su legado y que serán los dirigentes de los cambios en Bolivia; se supone cuando Evo Morales les delegue esa tarea. No obstante, la vida se encargará de conceder la razón o desmentir esa afirmación.
Ahora cabe dejar dicho, en este editorial de Aquí, que Juan Evo Morales, casi siempre, es mostrado o él se muestra como el actor de las realizaciones, reales o ficticias, ocurridas en Bolivia desde hace 13 años.
Asimismo, sostenemos que el Presidente boliviano actual es una personalidad que cautiva cada vez menos; al revés, es una personalidad desdibujada, lo que los palaciegos y sus electores se niegan a escuchar.
Morales es una personalidad maltrecha, que aporta cada vez menos a la construcción de una nueva Bolivia; personalidad a la que le otorgan un culto inmerecido.